Diario

De nuevo me siento perdido en el valle de las lágrimas. Mi lamento es eterno, el rodar por el tiempo desgasta mis energías y rompe mis sueños. Soy un estúpido bohemio arrogante que desea palpar la quimera de un deseo cumplido. La ilusión se pierde cuando cumples la edad de la madurez, aquella que hallé con tan sólo siete años. No creo en el ser humano y mucho menos en el mundo que ha forjado a base de odio. La sociedad es un cúmulo de fracasos y derrotados, yo estoy a parte de todo y de todos. Bailo bajo la lluvia de mis pupilas, busco en la noche el amor que se escapó del papel intrigado en aquello que llaman vivir. Me suicido en cada nuevo desvarío sobre mis libretas, aquellas que ocultan la verdad de mi alma y que escasos ojos han vislumbrado. La soledad esta pegada a mi piel como mis ropas cuando correteo por la ciudad. Soy un ave al que le cortaron las alas y aún cree que puede volar. Como ven soy un humano más, un iluso famélico, que aún solloza buscando un mundo que jamás conoció.

Soy testigo del declive del hombre, mudo y silencioso, con la mirada extraviada en pensamientos ajenos. Mi corazón bombea lentamente mientras mi cuerpo es una mole hierática. Mi único amor yace bajo la penumbra completa, arrojado en el lecho y con los labios sellados por la amargura. Somos dos guerreros, dos discípulos de las tinieblas, que caminan doloridos por las heridas de guerra. Sus dedos parecen tallados, las cruces que cuelgan de su cuello son relicarios caóticos que se entrelazan y sus cabellos son hebras de la propia madre sombra. Vivimos acompañados el uno del otro y a la vez en continua soledad. Yace dormitando en un sueño del que no puede despertar, lo mantengo mermado para que no escape de mi lado y sollozo pensando en cuanto lo deseo arañar de placer para dejarlo desnudo en mis brazos. Es tan sólo parte de la piedra que tiene por camastro, es una esfinge o un ángel sollozando volver a la vida.

Hace cerca de quinientos años que lo guardo, que lo escruto bajo la tierna noche y espero a que aparezca sonriendo levemente de ese ataúd de piedra. Lo creé en un momento de locura, de tierna locura, cuando me dieron la sangre de los muertos y me convirtieron en un príncipe de las sombras. Hice lo mismo que hizo conmigo mi maestro, pero él sigue escondido en su ataúd y no emerge. Sueño de día que danza a mi alrededor, que suplica un beso amargo de mis labios y que logramos alcanzar el éxtasis del amor eterno. Su tierna voz que con cánticos de tenor me hacían la vida más placentera se callaron, como también el sonido de su violín o los versos que tantas veces creó para mí. No he tenido corazón para abrir la tapa de su caja, esa que tiene su esfinge dibujada, porque no deseo contemplar sus huesos y telas raídas con el anillo de oro que le regalé como compromiso de un amor inconcebible. Éramos monstruos sin estar condenados a la noche… a la luna y a todo su reino.

Siempre te amaré…


…lo sé.

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es lo que he escrito hoy en mi diario...

anoche me comporté como un crio (tengo veinte años y soy a veces un inmaduro) porque sentí miedos y envidia por un chico que conoce mi novio. Estoy loco por él y lo tengo lejos (es jodido lo sé)... y cuando sé que otro lo puede ver, puede abrazarlo o hacerlo feliz por un segundo... quiero matar. Confio en él pero... tengo miedo de que vea que no soy tan bueno como piensa. Sí, soy inseguro pero esto es a causa de tantos problemas con mis ex parejas.

Te amo Marius, que sepas que confio en ti.