
Pater Noster, qui es in caelis,
sanctificétur nomen Tuum,
adveniat Regnum Tuum,
fiat volúntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie,
et dimitte nobis débita nostra,
sicut et nos dimittímus debitóribus nostris;
et ne nos indúcas in tentationem,
sed libera nos a malo.
Cánticos y oraciones hacia un ser que murió hace décadas ya que el logos aplastó al mito. Aún hoy podemos verlo presente en vidrieras de los templos llamados Iglesias mientras sus sacerdotes mienten e injurian tras sus hábitos. Esa religión que habla de amor entre hermanos, la cual pide igualdad entre todos los hombres y comprensión pero luego no solo tiene perjuicios contra los homosexuales, sino que los persigue. Nada habla La Biblia o las palabras de Jesús de que los homosexuales y transexuales debemos ser condenados, de que tenemos que ser despojos de la sociedad y que jamás podemos amar de verdad.
Un viejo relicario, una cruz achacosa, unos folios amarillentos con una letra casi legible mientras se fustiga rememorando el placer de la carne. Ese es el día a día de algunos sacerdotes, de tantos que están en sus filas y que se persignan ante dios pidiendo clemencia a su mal. ¿Pero la homosexualidad es un mal? ¿Una deformidad? ¿Somos monstruos los homosexuales? Muchos han sido criados en los más apolillados sentimientos de odio, rechazo y pavor hacia el amor entre personas del mismo sexo. Han sido tratados en los más fervorosos dogmas cristianos que dicen hombre y mujer los creó, aunque nada comenta sobre si entre ambos realmente hubo amor o si cuando vino otro hombre Adán se prendó de su mirada.
¿Quién dijo que no amamos? ¿Es que tenemos vetado ese derecho? Señores no somos piedras y tampoco deseamos que se nos apedreen. Estamos lejos del tiempo de la inquisición, lejos de la estupidez humana en masa y sin embargo aún sigue ahí sus viejos resquicios. Sois ruinas, al igual que vuestra decrépita ley en contra de lo desconocido. Tenéis miedo, lo entiendo, pero no os ofusquéis en una tonta creencia que nada tiene que ver con vuestra religión. La homosexualidad existía antes de que Jesús se posara sobre la tierra y dudo que fuera homofobico.
Todos aquellos que siguen vuestra fe a pies juntillas son patéticas marionetas, todos los que creen que no se puede hacer el amor si no se procrea, aquellos que creen que soy como ellos y violaré a mis hijos, esos que se esconden en la imagen de una cofradía mientras desea posar sus labios en un igual, tantos aquellos diablos que visten hábitos sollozando por ser tocados con un poco de amor y sobretodo los desgraciados que consumen sus días tras una doble vida.
Pobres mentes podridas, pobres niños encerrados en cuerpos de adultos… sois tan infantiles, tan insoportables y pataleáis tanto que terminaréis asfixiados por vuestra propia ira. Me causáis gracia, no temor ni odio, quizás algo de tristeza porque no dejáis que se libere vuestras almas. Los mayores pecadores son aquellos que no respetan a sus iguales, que no hablan con la verdad en los labios y todos aquellos que insisten en que somos enfermos. Refugiaros bajo una cruz, pero entonces Jesús bajará y se unirá a nuestra lucha quedando solo el madero.
sanctificétur nomen Tuum,
adveniat Regnum Tuum,
fiat volúntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie,
et dimitte nobis débita nostra,
sicut et nos dimittímus debitóribus nostris;
et ne nos indúcas in tentationem,
sed libera nos a malo.
Cánticos y oraciones hacia un ser que murió hace décadas ya que el logos aplastó al mito. Aún hoy podemos verlo presente en vidrieras de los templos llamados Iglesias mientras sus sacerdotes mienten e injurian tras sus hábitos. Esa religión que habla de amor entre hermanos, la cual pide igualdad entre todos los hombres y comprensión pero luego no solo tiene perjuicios contra los homosexuales, sino que los persigue. Nada habla La Biblia o las palabras de Jesús de que los homosexuales y transexuales debemos ser condenados, de que tenemos que ser despojos de la sociedad y que jamás podemos amar de verdad.
Un viejo relicario, una cruz achacosa, unos folios amarillentos con una letra casi legible mientras se fustiga rememorando el placer de la carne. Ese es el día a día de algunos sacerdotes, de tantos que están en sus filas y que se persignan ante dios pidiendo clemencia a su mal. ¿Pero la homosexualidad es un mal? ¿Una deformidad? ¿Somos monstruos los homosexuales? Muchos han sido criados en los más apolillados sentimientos de odio, rechazo y pavor hacia el amor entre personas del mismo sexo. Han sido tratados en los más fervorosos dogmas cristianos que dicen hombre y mujer los creó, aunque nada comenta sobre si entre ambos realmente hubo amor o si cuando vino otro hombre Adán se prendó de su mirada.
¿Quién dijo que no amamos? ¿Es que tenemos vetado ese derecho? Señores no somos piedras y tampoco deseamos que se nos apedreen. Estamos lejos del tiempo de la inquisición, lejos de la estupidez humana en masa y sin embargo aún sigue ahí sus viejos resquicios. Sois ruinas, al igual que vuestra decrépita ley en contra de lo desconocido. Tenéis miedo, lo entiendo, pero no os ofusquéis en una tonta creencia que nada tiene que ver con vuestra religión. La homosexualidad existía antes de que Jesús se posara sobre la tierra y dudo que fuera homofobico.
Todos aquellos que siguen vuestra fe a pies juntillas son patéticas marionetas, todos los que creen que no se puede hacer el amor si no se procrea, aquellos que creen que soy como ellos y violaré a mis hijos, esos que se esconden en la imagen de una cofradía mientras desea posar sus labios en un igual, tantos aquellos diablos que visten hábitos sollozando por ser tocados con un poco de amor y sobretodo los desgraciados que consumen sus días tras una doble vida.
Pobres mentes podridas, pobres niños encerrados en cuerpos de adultos… sois tan infantiles, tan insoportables y pataleáis tanto que terminaréis asfixiados por vuestra propia ira. Me causáis gracia, no temor ni odio, quizás algo de tristeza porque no dejáis que se libere vuestras almas. Los mayores pecadores son aquellos que no respetan a sus iguales, que no hablan con la verdad en los labios y todos aquellos que insisten en que somos enfermos. Refugiaros bajo una cruz, pero entonces Jesús bajará y se unirá a nuestra lucha quedando solo el madero.
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