
He decidido hacer un inciso en mi diario y hacer un resumen sobre la obra de Rice. Anne Rice y su incomparable vampiro Lestat. Pocos son los que realmente conocen a Lestat, muchos se ponen el nombre por culpa de una película que no quiero ni recordar (La Reina de los condenados) que no sigue las directrices del libro y destroza por completo la esencia de todos los personajes. En este primer espacio comienzo la trilogía: Entrevista con el vampiro, Lestat el vampiro y La Reina de Los Condenados.
Este resumen es obra mía, única y exclusivamente mía.
De nuevo me encuentro en esto que llamamos vida, una cadena perpetua que va añadiéndose grilletes con el paso de los años. He vivido demasiado y a la vez creo que me queda mucho por recorrer. Es extraño que cuando más has vivido, más deseas vivir y más necesitas conocer. Cuando camino de noche entre los arrabales más antiguos, los barrios con mayor sabor, me siento en casa. Tengo alrededor de los doscientos años, aún soy joven en esto de las tinieblas, pero mi poder tiene un alcance que poco puedo medir. Siempre estoy indagando mis límites, saber donde puedo llegar y que puedo aportar a mi cuaderno bitácora. Me encanta sonreír y jactarme de mi mismo frente al espejo, creo que es el mejor espíritu que debemos poseer.
Todo comenzó cuando tenía veinte años y tenía que cuidar de que todo estuviera bajo control, hacer que mi familia sobreviviera con los bienes que llevaba a la mesa y a la vez aguantar las bromas de los estúpidos de mis hermanos. Mi madre tuvo siete hijos, le sobrevivieron tres y yo era el pequeño. Según ella éramos idénticos, libres y a la vez presos, y por ello me llamó Lestat siendo su imagen masculina. Mi nombre significa Rey de los Imposibles y, la verdad, he conseguido cosas inimaginables. Mi familia era de origen noble, mi madre era Italiana, y poco a poco nos quedamos en la miseria. Teníamos algunas tierras donde cazaba, pescaba y recolectaba para tener alimento. Mi padre era un ciego estúpido que tan sólo sabía gritarme, castigarme y encerrarme en un mundo ya decadente de por sí como para aguantar que se derrumbara sobre mí. El mayor de mis logros era haber conseguido matar a unos lobos, esto me hizo conocer a Nicolás.
Tener un amigo siempre viene en gracia, es una pequeña fortuna, y pasaba junto a él las más frías noches junto con su violín. Decidimos huir con el dinero que me dio mi madre, de las pocas acciones que recordaré con gratitud, a París para ser actor y mi bello Nicolás un gran violinista. Él ya había estado en la gran cuidad, conocía cafés y había tenido tertulias con personas de todo tipo. Me cambié el apellido por Valois, para que no sonara noble sino burgués. Me hice un hueco en el escenario, él brillaba con sus notas mientras yo hacía mis cabriolas y diálogos. Éramos felices, al menos yo, y vivíamos en una boardilla compartiendo lecho mientras los días pasaban.
Un día como cualquier otro entre el público noté una mirada distinta, alguien que parecía portar una máscara me dedicaba su total atención. No sabía que esa persona destrozaría mis sueños y me daría la eternidad como presente. Magnus actuó como un ladrón, me arrebató del lado de Nicolás y me creó después de haberme seleccionado entre tantos. En una de las salas de su castillo derruido había una torre llena de cuerpos, eran semejantes a mí e incluso uno podía pasar por mi hermano. Esa sala no la vi hasta que él no se tiró a las llamas diciendo que quería escupir en la cara al diablo. Lloré como un niño para luego sonreír ante las riquezas que acumulaba, había espejos donde lucía hermoso con las ropas nuevas que había en la sala y joyas de diferente tamaño y valor. Durante meses hice negocios con un abogado, compré una casa para Nicolás y envié dinero a mi familia y amigos. Conseguí tener el teatro en propiedad, hacer que mis compañeros tuvieran las mejores ropas y el mejor maquillaje. Sin duda me hice un hombre de negocios y oculto en las sombras como un rufián. Mataba por sed, por necesidad y con una locura que me envolvía por completo.
Cuando tuve noticias de la grabe enfermad de mi madre no me cogió de sorpresa, pero sí su lamentable estado. Su deterioro era tal que cuando la contemplé, en aquella habitación sobrecargada, entendí que decía hacerla mi hija. Cree a mi madre, no por capricho, sino por deseo de verla viva y llena de esperanzas en mi jardín salvaje. Recordé cuando Magnus me hizo suyo, la sed y el delirio, además de un dolor agudo a causa de que mi cuerpo moría. Tras la puerta de donde nos hallábamos estaba mi abogado, los pocos sirvientes, Nicolás y pocos más que quedaron atónitos ante una alcoba vacía. Corrimos por las calles, se vistió de joven y nos adentramos en las casas como si fueran nuestras; sin duda fue una de las mejores noches que obtuve como hijo de las sombras.
No sabía bien lo que se iba a desatar, algo que ya venía rondando y cerniéndose en torno a mí. Muchas veces había notado que alguien me vigilaba, que seguía mis pasos fuera donde fuera, pero no hasta aquellas fechas que se hizo como un huracán y que me ató por completo. Tras aquello estaba Armand, un joven de cabellos de sangre y tez clara como la nieve, era como un ángel pintado por Caravaggio. Me vi rodeado por personas que decían que había hecho un sacrilegio al vivir como un hombre, como alguien vivo y no muerto, sus ropas apestaban y supe que procedían del cementerio de Los Inocentes. Allí vivían como muertos, como seres despreciables y funestos, que decían hacer cumplir la obra de Dios a través del Maligno. Hicieron una reunión para juzgarme como en la Sagrada Inquisición, logré entrarles en razón y que me devolvieran al atormentado Nicolás. Mi gran amigo, mi amado compañero de noches interminables, había sido atrapado por sus garras como si fuera un muñeco. Muchos de aquellos ardieron como troncos en una pira de cadáveres humeantes, al igual que mi padre en la eternidad. Nicolás había quedado gravemente afectado, creía que era un demonio y algo horrible, por capricho y miedo lo hice mío. Jamás había amado, ni amaré, con tanta fuerza pero él quedó mudo. Normalmente podía escrutar la mente de todo y de todos menos la de mi madre y mi violinista.
Armand urdió tretas para seducirme, para hacerse con mi fuerza y luego con mi caridad. Nicolás se volvió un demonio sobre las tablas del teatro, ya cerrado tras un incidente que no merece la pena recordar y que yo mismo protagonicé asustando a todo el público. Él bailó junto a unos escasos vampiros de la antigua secta de aquellos desgraciados. Entre ellos crearon el TEATRO DE LOS VAMPIROS. Me pareció una locura, intenté hacerle ver que se equivocaba y lo que obtuve fue rechazo. Armand en su mente me contó aquella misma noche los prodigios de un hombre de rasgos celtas y patronios, alguien que siempre quedaría en mi mente como un Dios, llamado Marius. El guardián de los que deben ser custodiados, el gran Romanus, había sido su maestro y durante varios años. Me cautivaron sus cuadros, la maestría y las llamas que le devoraron por completo. Marius como yo para la mirada de muchos habíamos sido herejes, crueles déspotas que querían seguir entre los vivos cuando era imposible. El título que se le daban a criaturas como él que perduraban milenios era HIJO DE LOS MILENIOS, Armand tenía las esperanzas perdidas y Gabrielle ni se inmutó ante lo narrado. Yo me fortalecí y decidí buscarlo con ahínco, además de estudiar todas las leyendas sobre vampiros.
A la noche siguiente partimos para Italia y distintos lugares del mundo, dejé escrito las piedras de uno de los muros un mensaje para aquel Dios. El enigma de aquel emperador de la noche no le importaba lo más mínimo a mi madre, ella deseaba vivir como una salvaje y cuando llegamos a Egipto noté más su lejanía. El día que supe que Nicolás había muerto en una breve carta creí morir, el dolor se agarró a mi corazón y mi madre permaneció a mi lado algunos días como siempre soñé. Creí que al fin ella seguía mis deseos, sin embargo no fue así y me abandonó en la más absoluta soledad.
Corrí por las callejuelas hasta enterrarme vivo en un viejo patio, la casa parecía desierta y el murmullo del mundo se hizo un silencio agudo. Cuando quise salir de aquel hoyo, volver a la vida y salir al exterior, estaba demasiado debilitado y era inútil. Algo o alguien vino en mi ayuda, sentí como la tierra se hacía paso y mi cuerpo parecía flotar. Aquel algo era mi maestro, el que sería mi maestro en la senda del mal. Romanus parecía abrigarme con su poder, su capa roja me envolvió mientras me daba de beber y sentí como la vida volvía a mí. Más tarde, en su pequeña isla escalé hasta su casa en un precipicio; era una construcción magnífica que atesoraba décadas de sabiduría. Marius era muy parecido al de mis recuerdos, su voz grave y su aspecto de esfinge me desconcertaban. Sin duda alguna era de mi misma especie, pero aún más pálido y su carne mucho más dura como el mármol. Allí, en su compañía, descubrí la verdad y nuestro principio. Me condujo hasta las catacumbas de su hogar y descubrí sentados e hieráticos a nuestros padres, ese era el secreto que no llegó a confiar en Armand. Su querido hijo le fue arrebatado por guardar a los padres primigenios, destrozado por las llamas de Santino y melancólico, supo seguir el paso del tiempo sellando la verdad desvelada ante mí.
Siempre debo truncar los planes, hacer lo que me inquieta y no escuchar a nadie, por ello me vi alejado de Marius. Todo comenzó cuando algo me arrastró a volver al templo, ante Enkil y Akasha, junto con el violín de mi desdichado Nicolás. Allí, ante ellos, alcé el arco y comencé a tocar rememorando como él lo hacía. Las notas musicales avivaron el corazón durmiente de la Madre y corrió hacia mí, ella me dio a beber de su sangre al igual que bebió de la mía, mientras Enkil se despertaba para arrancarme de brazos de su amada. A todo esto el guardián corría por las galerías en mi búsqueda, sabía que algo había ocurrido, y ante sus asombrados ojos vio la escena. No sé como pudo detener Padre, pero lo hizo, y a mí me cayó una buena reprimenda. A la noche siguiente tuve que abandonar la isla, alejarme de alguien al que adoraba y encontrarme de nuevo a solas.
Me sentía desgraciado, las palabras de mi maestro daban vueltas en mi cabeza y entonces llegué a América. Las viejas colonias y nuevas florecientes en Luisiana me atrajeron. En aquel micromundo conocí a un joven, alguien que me recordaba a Nicolás y me guió hasta el más puro amor. Louis parecía tener vida propia, me detestaba y se relevaba en mi contra. No quería que se separara de mi lado y rompí una de las reglas que hice a Marius, jamás haría a un niño o niña como mi hijo. Mi consorte estuvo durante meses alimentándose de ratas hasta dar con una pequeña huérfana que lloriqueaba sin cesar sobre el cuerpo de su madre, no la mató pero si bebió de ella y yo la robé del orfanato para él. La creé frente a su mirada humana y bañada en lágrimas, jamás supe el daño que le hacía a ambos y tan sólo pensaba en mi perfecta familia. Más de sesenta años felices, una hija que crecía interiormente pero exteriormente no evolucionaba y que le hacía sentir frustrada. Yo la amaba, la amaba como a mi mismo y a Louis. Era mi princesa, mi niña mimada, mi muñeca de porcelana a la cual cada cumpleaños le regalaba una replica suya traída especialmente de parís. Aquel hermoso ejemplar de ojos verdes, piel clara, cabellos castaños y demasiada complicidad con los humanos me entusiasmaba y encantaba cuando decía que no tenía escrúpulos. La verdad, poco o nada sabía de mí, pensaba que era un estafador y un ignorante que solo le perseguía con mi dinero. Cuando nos conocimos le presenté a mi padre, a veces era cruel con él y en otras le extasiaba con todo lo que poseía para hacerle sentir inferior; Louis desconocía lo cruel que había sido conmigo en mi niñez y mi verdadera posición. Murió en la casa que Louis mismo quemó, en la plantación por problemas de sublevación. Después vendría nuestra hija y él la apartaba de mí, éramos padres de una maravillosa creación y decía que mal influenciaba a nuestra Claudia.
Como he dicho era un feliz cabeza de familia, mostré a mi hija las verdades y mentiras de la noche mientras que evolucionaba. Para mí siempre sería mi preciosa muñeca, mi linda niña y no una dama. Olvidé por completo su edad y renegaba a que cambiara incluso interiormente. Empezó a odiarme, cada vez con más ansia, porque no tenía el cuerpo que deseaba y a los hombres que necesitaba. Louis le contó como la creamos, sé que lo hizo y al leer sus palabras de manos de David sólo lo corroboré. Terminó sublevándose como un pobre peregrino ante un dios, me atrapó en una trampa pero solo tuve rasguños gracias a la sangre de Akasha. Sentí como me arrojaban a un pantano y como pude logré emerger, más tarde me presenté en la casa y allí Louis prendió fuego a todo pensando que así se libraría de mí. Comprendí que su amor por mí era nada, que parecía hechizado por pensamientos y actos cobardes. Mis hijos, mi bella familia, era un fraude.
Intentando subsistir me hallé marcado por el fuego y el dolor. Decidí buscar a Armand, él me podría ayudar ya que me debía el favor que le hice. El teatro estaba en manos de aquel pelirrojo, por ello sabía donde encontrarlo. En mi llegada me encontré con un falso abrazo y una cárcel de hierros mohosos, que debido a mi estado era imposible de flanquear. Entonces escuché como condenaban a mi pequeña a ser tocada por el sol, a morir y sentir el dolor del miedo. Louis, mi amado Louis, era engañado diciendo que así quise que muriera. Más tarde, en mi antiguo hogar donde Magnus me creó, lloré abrazado al pequeño vestido amarillo que llevaba mi pequeña para luego ser golpeado por Armand. Cuánto le odié, cuantas veces le deseé la muerte y me sentí un esqueleto. Cuando regresé a Louisiana me encerré para leer, meditar y soñar con un cercano pasado. Llené salas con libros, centenas, que devoraba sin cesar. El maldito manipulador de cara aniñada, cuerpo enclenque y retorcido como él sólo sabe ser, Armand, me miró desafiante desde el marco de la puerta, tan sólo tuve aquella visita; tras ella me enterré vivo bajo cientos de metros.
Antes de dormir vino a mí imágenes de Marius, de Louis, Gabrielle y de tantos que amé con todo mi ser. Al despertar sentí las vibraciones de lo que llamaban la música del diablo, el Rock inundaba el ambiente. Repté por la tierra, fue durante horas, y terminé expuesto a la noche como años atrás. Mis dedos eran huesos, todo yo era un esqueleto, y corrí a tomar mi ración de vida. Tomé a tantos como pude, me hice fuerte y febril, mientras robaba ropa y dinero. Me sentía vivo de nuevo, una motocicleta y en mis cascos aquel sonido. Sin lugar a dudas, Lestat había vuelto. Contacté con unos jóvenes y supe la cruel realidad, todos me conocían pero como a un patán de una gran fábula. Louis había hablado de mí en un libro, Entrevista con el Vampiro, que David trascribió. No sabía lo que había desatado, no solo en mí sino en todos.
Me hice con mis antiguos bienes, luché por llegar a ser una estrella junto a los míos y mis canciones sobre los secretos del gran Marius retumbaban en todo el mundo. Yo era un mito viviente; para muchos un estúpido engreido que se creía un no-muerto mientras que para otros era el verdadero Lestat, aquel que Louis retrató como villano por despecho. Yo hice mi propio libro, mis memorias, que se vendieron como golosinas frente a un colegio. Louis me buscó y me encontró, pidió disculpas y no sé como las acepté fundiéndonos en un beso de sangre. No sé porque siempre soy el detestable rufián, cuando realmente soy alguien que intenta entender incluso a los que le dañan. Junto a él preparé mi concierto, mi primer y único concierto, el mismo día de las brujas, Hallowen.
Jesse había desobedecido a la que creía su tía Maharet, Santino y Pandora sacaban del hielo a Marius, Mael intentaba proteger a Jesse buscándola entre las butacas, Mi madre se aproximaba al evento, Akasha había despertado y estaba aniquilando a todo inmortal que se ponía en su paso, Kayman se había enfrentado a ella y había vislumbrado su poder para luego correr al concierto, cientos de humanos se agolpaban en el recinto junto a seres de las tinieblas que deseaban destrozarme…mi guerra, la guerra de todas las guerras, había comenzado y yo sería testigo además de guerrero. Enkil había muerto en aquella tumba de hielo, la reina tenía sus propios planes y hacedme suyo era primordial para ella. Mi música, mis aullidos y verdades en el viento, la habían despertado con deseos de dominar al mundo y a todas sus criaturas. Mekare estaba mandando sueños sobre las desgracias de ella y su hermana allá en el antiguo Egipto, mucho antes que los dioses como Ra dominaran el Nilo.
Según cuentan Maharet y Mekare, las gemelas pelirrojas, eran de una antigua tribu que tenían como costumbre devorar a sus muertos para que estos siguieran entre los vivos. Esto lo veían como un rito fuera de lógica y las atacaron en pleno funeral por el cuerpo de su madre. Momentos después las separaron, a una le quitaron los ojos y a otra la lengua, para ponerlas a ambas en diversos ataúdes de piedra arrastrados por la corriente durante días. Mekare aún seguía desaparecida, Maharet durante años la había buscado en todo el mundo y el despertar de la reina sería su encuentro.
Yo, estaba alejado de todo y no sabía que sucedía a lo largo y ancho del planeta. En el concierto Jesse saltó de entre la masa, canté junto a ella y el escenario era para mí lo que siempre soñé. Magnus no estaba allí, nada ni nadie me haría truncar mi carrera. El juicio final recaería sobre todos. Al dejar a un lado las notas musicales, la melodía, se escuchó un zumbido ensordecedor, de entre la masa aparecieron los hijos de las sombras y en llamas provenientes del infierno se consumieron. Salí del escenario tomando a Louis para alejarnos de la marabunta, subí al coche donde me deparaba una grata sorpresa. Mi madre había vuelto a mi lado, estaba con las manos sobre el volante y los ojos clavados en el horizonte. Sentía como cientos intentaban volcarnos, como millones de personas se desconcertaban y todos mis enemigos se evaporaban. En un primer momento pensé que era Marius, el poderoso Guardián, había venido en mi ayuda. Corrimos por la autopista hasta dejar todo atrás. De regreso a mi guarida ni yo, ni Gabrielle y mucho menos Louis podíamos explicarnos que había sucedido. Nos retiramos a descansar, cada cual a su guarida, y en ese instante donde el sueño era más dulce sentí que alguien o algo me agarraba.
La reina había venido en mi búsqueda. Según ella sería su consorte, me instruiría y mataría por ella. Me llevó a mi antiguo hogar, me hizo recordar lo desgraciado que fui y la fortuna de haber tenido a Nicolás junto con la mala fortuna o buenaventura de haberme encontrado con Magnus. Me tomó en sus brazos y volamos lejos para que me instruyera en sus artes. Marius, Maharet, Armand, Pandora, Santino, Eric, Louis, Gabrielle, Mael, Jesse y David tenían una reunión para debatir entre otras cuestiones porqué ellos habían sido los elegidos para sobrevivir. Durante días me sentí atrapado y perdido, hasta que Mekare apareció y el ataque a la reina se consolidó. Mi bella Akasha murió a manos de las pelirrojas, así debía ser por el bien del resto. Por un lado noté un dolor inmenso y por otro el sabor de la libertad, tan mágica como siempre.
Todo comenzó cuando tenía veinte años y tenía que cuidar de que todo estuviera bajo control, hacer que mi familia sobreviviera con los bienes que llevaba a la mesa y a la vez aguantar las bromas de los estúpidos de mis hermanos. Mi madre tuvo siete hijos, le sobrevivieron tres y yo era el pequeño. Según ella éramos idénticos, libres y a la vez presos, y por ello me llamó Lestat siendo su imagen masculina. Mi nombre significa Rey de los Imposibles y, la verdad, he conseguido cosas inimaginables. Mi familia era de origen noble, mi madre era Italiana, y poco a poco nos quedamos en la miseria. Teníamos algunas tierras donde cazaba, pescaba y recolectaba para tener alimento. Mi padre era un ciego estúpido que tan sólo sabía gritarme, castigarme y encerrarme en un mundo ya decadente de por sí como para aguantar que se derrumbara sobre mí. El mayor de mis logros era haber conseguido matar a unos lobos, esto me hizo conocer a Nicolás.
Tener un amigo siempre viene en gracia, es una pequeña fortuna, y pasaba junto a él las más frías noches junto con su violín. Decidimos huir con el dinero que me dio mi madre, de las pocas acciones que recordaré con gratitud, a París para ser actor y mi bello Nicolás un gran violinista. Él ya había estado en la gran cuidad, conocía cafés y había tenido tertulias con personas de todo tipo. Me cambié el apellido por Valois, para que no sonara noble sino burgués. Me hice un hueco en el escenario, él brillaba con sus notas mientras yo hacía mis cabriolas y diálogos. Éramos felices, al menos yo, y vivíamos en una boardilla compartiendo lecho mientras los días pasaban.
Un día como cualquier otro entre el público noté una mirada distinta, alguien que parecía portar una máscara me dedicaba su total atención. No sabía que esa persona destrozaría mis sueños y me daría la eternidad como presente. Magnus actuó como un ladrón, me arrebató del lado de Nicolás y me creó después de haberme seleccionado entre tantos. En una de las salas de su castillo derruido había una torre llena de cuerpos, eran semejantes a mí e incluso uno podía pasar por mi hermano. Esa sala no la vi hasta que él no se tiró a las llamas diciendo que quería escupir en la cara al diablo. Lloré como un niño para luego sonreír ante las riquezas que acumulaba, había espejos donde lucía hermoso con las ropas nuevas que había en la sala y joyas de diferente tamaño y valor. Durante meses hice negocios con un abogado, compré una casa para Nicolás y envié dinero a mi familia y amigos. Conseguí tener el teatro en propiedad, hacer que mis compañeros tuvieran las mejores ropas y el mejor maquillaje. Sin duda me hice un hombre de negocios y oculto en las sombras como un rufián. Mataba por sed, por necesidad y con una locura que me envolvía por completo.
Cuando tuve noticias de la grabe enfermad de mi madre no me cogió de sorpresa, pero sí su lamentable estado. Su deterioro era tal que cuando la contemplé, en aquella habitación sobrecargada, entendí que decía hacerla mi hija. Cree a mi madre, no por capricho, sino por deseo de verla viva y llena de esperanzas en mi jardín salvaje. Recordé cuando Magnus me hizo suyo, la sed y el delirio, además de un dolor agudo a causa de que mi cuerpo moría. Tras la puerta de donde nos hallábamos estaba mi abogado, los pocos sirvientes, Nicolás y pocos más que quedaron atónitos ante una alcoba vacía. Corrimos por las calles, se vistió de joven y nos adentramos en las casas como si fueran nuestras; sin duda fue una de las mejores noches que obtuve como hijo de las sombras.
No sabía bien lo que se iba a desatar, algo que ya venía rondando y cerniéndose en torno a mí. Muchas veces había notado que alguien me vigilaba, que seguía mis pasos fuera donde fuera, pero no hasta aquellas fechas que se hizo como un huracán y que me ató por completo. Tras aquello estaba Armand, un joven de cabellos de sangre y tez clara como la nieve, era como un ángel pintado por Caravaggio. Me vi rodeado por personas que decían que había hecho un sacrilegio al vivir como un hombre, como alguien vivo y no muerto, sus ropas apestaban y supe que procedían del cementerio de Los Inocentes. Allí vivían como muertos, como seres despreciables y funestos, que decían hacer cumplir la obra de Dios a través del Maligno. Hicieron una reunión para juzgarme como en la Sagrada Inquisición, logré entrarles en razón y que me devolvieran al atormentado Nicolás. Mi gran amigo, mi amado compañero de noches interminables, había sido atrapado por sus garras como si fuera un muñeco. Muchos de aquellos ardieron como troncos en una pira de cadáveres humeantes, al igual que mi padre en la eternidad. Nicolás había quedado gravemente afectado, creía que era un demonio y algo horrible, por capricho y miedo lo hice mío. Jamás había amado, ni amaré, con tanta fuerza pero él quedó mudo. Normalmente podía escrutar la mente de todo y de todos menos la de mi madre y mi violinista.
Armand urdió tretas para seducirme, para hacerse con mi fuerza y luego con mi caridad. Nicolás se volvió un demonio sobre las tablas del teatro, ya cerrado tras un incidente que no merece la pena recordar y que yo mismo protagonicé asustando a todo el público. Él bailó junto a unos escasos vampiros de la antigua secta de aquellos desgraciados. Entre ellos crearon el TEATRO DE LOS VAMPIROS. Me pareció una locura, intenté hacerle ver que se equivocaba y lo que obtuve fue rechazo. Armand en su mente me contó aquella misma noche los prodigios de un hombre de rasgos celtas y patronios, alguien que siempre quedaría en mi mente como un Dios, llamado Marius. El guardián de los que deben ser custodiados, el gran Romanus, había sido su maestro y durante varios años. Me cautivaron sus cuadros, la maestría y las llamas que le devoraron por completo. Marius como yo para la mirada de muchos habíamos sido herejes, crueles déspotas que querían seguir entre los vivos cuando era imposible. El título que se le daban a criaturas como él que perduraban milenios era HIJO DE LOS MILENIOS, Armand tenía las esperanzas perdidas y Gabrielle ni se inmutó ante lo narrado. Yo me fortalecí y decidí buscarlo con ahínco, además de estudiar todas las leyendas sobre vampiros.
A la noche siguiente partimos para Italia y distintos lugares del mundo, dejé escrito las piedras de uno de los muros un mensaje para aquel Dios. El enigma de aquel emperador de la noche no le importaba lo más mínimo a mi madre, ella deseaba vivir como una salvaje y cuando llegamos a Egipto noté más su lejanía. El día que supe que Nicolás había muerto en una breve carta creí morir, el dolor se agarró a mi corazón y mi madre permaneció a mi lado algunos días como siempre soñé. Creí que al fin ella seguía mis deseos, sin embargo no fue así y me abandonó en la más absoluta soledad.
Corrí por las callejuelas hasta enterrarme vivo en un viejo patio, la casa parecía desierta y el murmullo del mundo se hizo un silencio agudo. Cuando quise salir de aquel hoyo, volver a la vida y salir al exterior, estaba demasiado debilitado y era inútil. Algo o alguien vino en mi ayuda, sentí como la tierra se hacía paso y mi cuerpo parecía flotar. Aquel algo era mi maestro, el que sería mi maestro en la senda del mal. Romanus parecía abrigarme con su poder, su capa roja me envolvió mientras me daba de beber y sentí como la vida volvía a mí. Más tarde, en su pequeña isla escalé hasta su casa en un precipicio; era una construcción magnífica que atesoraba décadas de sabiduría. Marius era muy parecido al de mis recuerdos, su voz grave y su aspecto de esfinge me desconcertaban. Sin duda alguna era de mi misma especie, pero aún más pálido y su carne mucho más dura como el mármol. Allí, en su compañía, descubrí la verdad y nuestro principio. Me condujo hasta las catacumbas de su hogar y descubrí sentados e hieráticos a nuestros padres, ese era el secreto que no llegó a confiar en Armand. Su querido hijo le fue arrebatado por guardar a los padres primigenios, destrozado por las llamas de Santino y melancólico, supo seguir el paso del tiempo sellando la verdad desvelada ante mí.
Siempre debo truncar los planes, hacer lo que me inquieta y no escuchar a nadie, por ello me vi alejado de Marius. Todo comenzó cuando algo me arrastró a volver al templo, ante Enkil y Akasha, junto con el violín de mi desdichado Nicolás. Allí, ante ellos, alcé el arco y comencé a tocar rememorando como él lo hacía. Las notas musicales avivaron el corazón durmiente de la Madre y corrió hacia mí, ella me dio a beber de su sangre al igual que bebió de la mía, mientras Enkil se despertaba para arrancarme de brazos de su amada. A todo esto el guardián corría por las galerías en mi búsqueda, sabía que algo había ocurrido, y ante sus asombrados ojos vio la escena. No sé como pudo detener Padre, pero lo hizo, y a mí me cayó una buena reprimenda. A la noche siguiente tuve que abandonar la isla, alejarme de alguien al que adoraba y encontrarme de nuevo a solas.
Me sentía desgraciado, las palabras de mi maestro daban vueltas en mi cabeza y entonces llegué a América. Las viejas colonias y nuevas florecientes en Luisiana me atrajeron. En aquel micromundo conocí a un joven, alguien que me recordaba a Nicolás y me guió hasta el más puro amor. Louis parecía tener vida propia, me detestaba y se relevaba en mi contra. No quería que se separara de mi lado y rompí una de las reglas que hice a Marius, jamás haría a un niño o niña como mi hijo. Mi consorte estuvo durante meses alimentándose de ratas hasta dar con una pequeña huérfana que lloriqueaba sin cesar sobre el cuerpo de su madre, no la mató pero si bebió de ella y yo la robé del orfanato para él. La creé frente a su mirada humana y bañada en lágrimas, jamás supe el daño que le hacía a ambos y tan sólo pensaba en mi perfecta familia. Más de sesenta años felices, una hija que crecía interiormente pero exteriormente no evolucionaba y que le hacía sentir frustrada. Yo la amaba, la amaba como a mi mismo y a Louis. Era mi princesa, mi niña mimada, mi muñeca de porcelana a la cual cada cumpleaños le regalaba una replica suya traída especialmente de parís. Aquel hermoso ejemplar de ojos verdes, piel clara, cabellos castaños y demasiada complicidad con los humanos me entusiasmaba y encantaba cuando decía que no tenía escrúpulos. La verdad, poco o nada sabía de mí, pensaba que era un estafador y un ignorante que solo le perseguía con mi dinero. Cuando nos conocimos le presenté a mi padre, a veces era cruel con él y en otras le extasiaba con todo lo que poseía para hacerle sentir inferior; Louis desconocía lo cruel que había sido conmigo en mi niñez y mi verdadera posición. Murió en la casa que Louis mismo quemó, en la plantación por problemas de sublevación. Después vendría nuestra hija y él la apartaba de mí, éramos padres de una maravillosa creación y decía que mal influenciaba a nuestra Claudia.
Como he dicho era un feliz cabeza de familia, mostré a mi hija las verdades y mentiras de la noche mientras que evolucionaba. Para mí siempre sería mi preciosa muñeca, mi linda niña y no una dama. Olvidé por completo su edad y renegaba a que cambiara incluso interiormente. Empezó a odiarme, cada vez con más ansia, porque no tenía el cuerpo que deseaba y a los hombres que necesitaba. Louis le contó como la creamos, sé que lo hizo y al leer sus palabras de manos de David sólo lo corroboré. Terminó sublevándose como un pobre peregrino ante un dios, me atrapó en una trampa pero solo tuve rasguños gracias a la sangre de Akasha. Sentí como me arrojaban a un pantano y como pude logré emerger, más tarde me presenté en la casa y allí Louis prendió fuego a todo pensando que así se libraría de mí. Comprendí que su amor por mí era nada, que parecía hechizado por pensamientos y actos cobardes. Mis hijos, mi bella familia, era un fraude.
Intentando subsistir me hallé marcado por el fuego y el dolor. Decidí buscar a Armand, él me podría ayudar ya que me debía el favor que le hice. El teatro estaba en manos de aquel pelirrojo, por ello sabía donde encontrarlo. En mi llegada me encontré con un falso abrazo y una cárcel de hierros mohosos, que debido a mi estado era imposible de flanquear. Entonces escuché como condenaban a mi pequeña a ser tocada por el sol, a morir y sentir el dolor del miedo. Louis, mi amado Louis, era engañado diciendo que así quise que muriera. Más tarde, en mi antiguo hogar donde Magnus me creó, lloré abrazado al pequeño vestido amarillo que llevaba mi pequeña para luego ser golpeado por Armand. Cuánto le odié, cuantas veces le deseé la muerte y me sentí un esqueleto. Cuando regresé a Louisiana me encerré para leer, meditar y soñar con un cercano pasado. Llené salas con libros, centenas, que devoraba sin cesar. El maldito manipulador de cara aniñada, cuerpo enclenque y retorcido como él sólo sabe ser, Armand, me miró desafiante desde el marco de la puerta, tan sólo tuve aquella visita; tras ella me enterré vivo bajo cientos de metros.
Antes de dormir vino a mí imágenes de Marius, de Louis, Gabrielle y de tantos que amé con todo mi ser. Al despertar sentí las vibraciones de lo que llamaban la música del diablo, el Rock inundaba el ambiente. Repté por la tierra, fue durante horas, y terminé expuesto a la noche como años atrás. Mis dedos eran huesos, todo yo era un esqueleto, y corrí a tomar mi ración de vida. Tomé a tantos como pude, me hice fuerte y febril, mientras robaba ropa y dinero. Me sentía vivo de nuevo, una motocicleta y en mis cascos aquel sonido. Sin lugar a dudas, Lestat había vuelto. Contacté con unos jóvenes y supe la cruel realidad, todos me conocían pero como a un patán de una gran fábula. Louis había hablado de mí en un libro, Entrevista con el Vampiro, que David trascribió. No sabía lo que había desatado, no solo en mí sino en todos.
Me hice con mis antiguos bienes, luché por llegar a ser una estrella junto a los míos y mis canciones sobre los secretos del gran Marius retumbaban en todo el mundo. Yo era un mito viviente; para muchos un estúpido engreido que se creía un no-muerto mientras que para otros era el verdadero Lestat, aquel que Louis retrató como villano por despecho. Yo hice mi propio libro, mis memorias, que se vendieron como golosinas frente a un colegio. Louis me buscó y me encontró, pidió disculpas y no sé como las acepté fundiéndonos en un beso de sangre. No sé porque siempre soy el detestable rufián, cuando realmente soy alguien que intenta entender incluso a los que le dañan. Junto a él preparé mi concierto, mi primer y único concierto, el mismo día de las brujas, Hallowen.
Jesse había desobedecido a la que creía su tía Maharet, Santino y Pandora sacaban del hielo a Marius, Mael intentaba proteger a Jesse buscándola entre las butacas, Mi madre se aproximaba al evento, Akasha había despertado y estaba aniquilando a todo inmortal que se ponía en su paso, Kayman se había enfrentado a ella y había vislumbrado su poder para luego correr al concierto, cientos de humanos se agolpaban en el recinto junto a seres de las tinieblas que deseaban destrozarme…mi guerra, la guerra de todas las guerras, había comenzado y yo sería testigo además de guerrero. Enkil había muerto en aquella tumba de hielo, la reina tenía sus propios planes y hacedme suyo era primordial para ella. Mi música, mis aullidos y verdades en el viento, la habían despertado con deseos de dominar al mundo y a todas sus criaturas. Mekare estaba mandando sueños sobre las desgracias de ella y su hermana allá en el antiguo Egipto, mucho antes que los dioses como Ra dominaran el Nilo.
Según cuentan Maharet y Mekare, las gemelas pelirrojas, eran de una antigua tribu que tenían como costumbre devorar a sus muertos para que estos siguieran entre los vivos. Esto lo veían como un rito fuera de lógica y las atacaron en pleno funeral por el cuerpo de su madre. Momentos después las separaron, a una le quitaron los ojos y a otra la lengua, para ponerlas a ambas en diversos ataúdes de piedra arrastrados por la corriente durante días. Mekare aún seguía desaparecida, Maharet durante años la había buscado en todo el mundo y el despertar de la reina sería su encuentro.
Yo, estaba alejado de todo y no sabía que sucedía a lo largo y ancho del planeta. En el concierto Jesse saltó de entre la masa, canté junto a ella y el escenario era para mí lo que siempre soñé. Magnus no estaba allí, nada ni nadie me haría truncar mi carrera. El juicio final recaería sobre todos. Al dejar a un lado las notas musicales, la melodía, se escuchó un zumbido ensordecedor, de entre la masa aparecieron los hijos de las sombras y en llamas provenientes del infierno se consumieron. Salí del escenario tomando a Louis para alejarnos de la marabunta, subí al coche donde me deparaba una grata sorpresa. Mi madre había vuelto a mi lado, estaba con las manos sobre el volante y los ojos clavados en el horizonte. Sentía como cientos intentaban volcarnos, como millones de personas se desconcertaban y todos mis enemigos se evaporaban. En un primer momento pensé que era Marius, el poderoso Guardián, había venido en mi ayuda. Corrimos por la autopista hasta dejar todo atrás. De regreso a mi guarida ni yo, ni Gabrielle y mucho menos Louis podíamos explicarnos que había sucedido. Nos retiramos a descansar, cada cual a su guarida, y en ese instante donde el sueño era más dulce sentí que alguien o algo me agarraba.
La reina había venido en mi búsqueda. Según ella sería su consorte, me instruiría y mataría por ella. Me llevó a mi antiguo hogar, me hizo recordar lo desgraciado que fui y la fortuna de haber tenido a Nicolás junto con la mala fortuna o buenaventura de haberme encontrado con Magnus. Me tomó en sus brazos y volamos lejos para que me instruyera en sus artes. Marius, Maharet, Armand, Pandora, Santino, Eric, Louis, Gabrielle, Mael, Jesse y David tenían una reunión para debatir entre otras cuestiones porqué ellos habían sido los elegidos para sobrevivir. Durante días me sentí atrapado y perdido, hasta que Mekare apareció y el ataque a la reina se consolidó. Mi bella Akasha murió a manos de las pelirrojas, así debía ser por el bien del resto. Por un lado noté un dolor inmenso y por otro el sabor de la libertad, tan mágica como siempre.
Proximamente la continuación...
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P.d he estado algo liado porque me han amenazado de muerte...HUY QUE MIEDO MADRE! NO SABEN NI DONDE VIVO...POR MODEM NO RICURA? NO SABES CON QUIEN TE ENFRENTAS MALDITO HOMOFOBO DE LOS COJONES!
MI CLAN ESTA PREPARADO EN KARATE, KENDO, BOXEO Y MANEJO DE ARMAS...
TOCAME...
Y TOCARAS LA PACIENCIA DE
AKASHA
MARIUS
ROMANUS
MAHARET
LOUIS
IAN
Y TANTOS OTROS...
JODEDME A MÍ Y JODEREIS A LOS MÍOS...
LESTAT DE LIONCOURT
1 comentario:
muy buen resumen de lestat... yo amo los libros de anne rice y me encantan!!! es muy cierto que muchos solo conocen a lestat por la movie, pero es mejor cuando lo amas por los libros...
has leido la trilogia de la bella durmiente??? es buenisima!!!
date una vuelta por mi blog!
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