Diario

Despierto de una extraña ilusión en medio de un mundo roto. Me encuentro sentado sobre el colchón de una cama con las sábanas revueltas mientras miro al vacío. Las paredes encaladas de blanco y la simpleza de los muebles no albergan recuerdos para mí. No sé donde estoy, ni quien soy y mucho menos cuando volví a la vida. Notaba un dolor agudo en mi espalda y mis alas habían sido arrancadas. Me levanté tambaleante hasta la cómoda, sobre ella había colgado un espejo. Allí desnudo, con los cabellos revueltos y los ojos clavados en el pulido material comprobé que mis facciones eran las mismas aunque ahora era un estúpido humano.

Dios me había condenado por pensar libremente, si bien había sido "piadoso" condenándome sólo a vagar por la tierra como un alma errante. De repente mis recuerdos afloran, mi mirada se llena de amargura y rememora el suplicio de una infancia no vivida. Los golpes, los insultos y las miradas grotescas de infantes desdichados pagando el tormento con otros. Mis ojos claros están nublados por el dolor, me aferro a la cómoda para no caer pero las piernas terminan por flaquear demasiado. Tirado en el suelo siento el frío de las losas y en mi mente se agolpa el nombre de mi amante. Escucho pasos y al fin veo su rostro preocupado por mi extraño comportamiento. Me besa, acaricia y siento que mi corazón bombea demasiado rápido. Me da igual ya Dios y su condena, parece más bien una recompensa notando el peso de los labios de este hombre...

gracias dios por condenarme a la homosexualidad...


gracias dios por olvidarme...


gracias dios por llenar mi cuerpo de cardenales...



gracias dios por ser tan innoble...


gracias por no existir más... y borrar de mis labios tu nombre.