martes, 2 de octubre de 2007

Diario

Me adentraré en ti



















Quédate anclado a mi placer
Deja que te guíe por las entrañas del sexo
En este laberinto de desconcierto inmenso
Donde te quiero hacer estremecer
Ven y quédate a mi lado
Toma mi con firmeza mi mano
Y deja que guíe tus pasos
Hasta que se vuelve el mundo un lugar nefasto.








Habías sucumbido a mis encantos, ya eras mío y en tu piel dejé huella de que eras mi esclavo. Mordí tu cuello con sensualidad y acaricié tu entrepierna sobre tus ropas. Parecías indeciso, lleno de temores, y yo estaba dispuesto a arrebatarte todo con sólo una mirada henchida de lujuria. Te resistías y eso me excitaba más, me hacía desear con mayor intensidad adentrarme en tu cuerpo. Tu figura temblaba, respirabas entrecortadamente y tus ojos se fundían en los míos. Quité lentamente los botones de tu camisa mientras me movía lentamente, entre tus piernas, rozando tu entrepierna junto a la mía. Enredé mis dedos entre tus cabellos y mi boca se apoderó de la tuya, tu lengua parecía no saciarse con mi saliva.



Tus manos se posaron sobre mis caderas y luego se deslizaron hasta mi bragueta, bajaste lentamente mi bragueta e introdujiste tu mano entre mis calzoncillos. Me volví frenético y necesitaba tenerte completamente desnudo, te despojé de la poca ropa que te quedaba y yo de la mía. Me deleité durante breves segundos de tu belleza, estabas creado para mi deleite y seducías con las yemas de tus dedos que rodaban por mi espalda. Besé dulcemente tu torso, bajé hasta tu ombligo y después mordí tu vientre para tomar con mis labios tu sexo. Estabas erecto, no podías disimular la excitación, y decidí que era hora de jugar entre tus nalgas. Dejé que una de mis manos se deslizara entre las paredes de tus entrañas, gemiste esbozando una sonrisa. Mi miembro estaba endurecido, parecía que iba a estallar, mientras mis testículos creaban la esencia que te regalaría.


Decidí que estabas preparado cuando tu cuerpo comenzó a cubrirse de sudor, cuando tus carnes se volvieron trémulas y jadeaste susurrando que me necesitabas. Dejé de masajear la zona, entré clavando mi espada por completo. Comencé mis movimientos, suaves y lentos, intenté que sintieras por completo el tamaño de mi sexo hasta que dejé que la lujuria se apoderara de mí. Me movía con ansia, mis caderas tenían un ritmo estrepitoso, tus piernas se alzaron hasta apoyarse en mis hombros y tus uñas se clavaron en mis brazos. Sentí entonces un calambre que me recorrió de pies a cabeza, sentí que te habías dejado guiar por el orgasmo más brutal y yo te seguía. Mi esencia llenó tu cuerpo, el aroma del placer te adormecía y mis labios acariciaban tu torso.

{Entre jadeos, ropas cubiertas con el aroma de la unión de almas y de sensaciones impredecibles…estamos ambos expectantes por esta magia llamada deseo}


1 comentario:

Francisco Joaquín Marro dijo...

No dejas de sorprenderme, finura y erotismo sabiamente conjugados..vaya que tienes talento, y la imágenes ni qué decir, buenisimas... oye, me encantó tu posteo pasado donde retratas a Louis y Lestat en esa historia alterna, pero no he podido dejarte comments porque tu página está muy pesada y me para colgando la PC. A ver si revisas eso, no vayas a pensar que no te leo nunca...

{Iwaki and Katou} <3 [Tócame]

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