Ángeles
Estaba convencido de que mis sentimientos jamás serían correspondidos que decidí alejarme de todo. Estaba disipado en mis pensamientos cuando su voz interrumpió en la estancia. Me hallaba sentado en medio de un gran salón de bailes, las damas y los caballeros habían estado horas antes danzando sin cesar. Solía gustarme introducirme entre ellos y fingir, si bien estaba a solas y había llegado justamente al finalizar el evento. Como he dicho su voz rompió el silencio, lo rasgó con impetuosidad y a la vez preocupación.
-¿Por qué te has ido?-Su tono era de preocupación y también de curiosidad, una mezcla extraña que normalmente ocurría en él. Pasó su mano por sus dorados cabellos miró hacia otro lado.-¿Vas a responderme?-Preguntó en un susurro para clavar sus ojos en mí. Estaba sentado en los escalones al escenario, una pequeña escalerilla, donde aún se encontraban algunos de los instrumentos tocados en la fiesta.
-Sí, lamento haberme ido de aquel modo.-Comenté dejando que sus ojos color cielo se clavaran en los míos, tan pétreos como mi corazón.
-Lucifer, deberías saber que suceda lo que suceda yo me preocupo.-Masculló caminando hacia mí. Mis cabellos negros arremolinados sobre mis ojos me daban un aspecto de fiera indomable, pero con él no tenía solución alguna…ninguna escapatoria. Me sentía bien a su lado, confortado por mi dolor, y que comprendía mi situación, fuera cual fuera.
-Lo dice Gabriel el todopoderoso, aquel que ayudó a Dios a expulsarme del cielo.-Le reproché como de costumbre intentando desviar mis sentimientos hacia el vertedero más cercano, no quería sentir nada por nadie y menos por él.
-Sé que estuvo mal, acataba órdenes y sabes que sucede si no se acatan.-Comentó apoyando su mano derecha sobre mi hombro izquierdo, para luego rodearme con su brazo.
-Sí, lamentablemente díselo a mi imagen real de macho cabrío y no a este disfraz.-Dije girando la cabeza hacia él, y en su rostro me esperaba una maravillosa sonrisa burlona.
-Tu rostro sigue emanando belleza, tus labios sensualidad y tu mirada esa melancolía junto a una rebeldía que es imposible parar. Mírate, sin ti él no sería nada. El mal es algo temible, más que la “bondad” que puede albergar nuestro creador. Sin embargo, tú no eres malo, jamás lo fuiste, y tan sólo eres un tanto insolente.-Dijo aproximando su rostro al mío para acariciarlo con su mano izquierda.
-Tienes razón, creo.-Mascullé sonriendo ante el bálsamo de sus palabras.
-Te estoy halagando, es raro en mí.-Comentó indicando que no era lo habitual, algo que fuera normal en él.
-¿Lo tomo como un momento mágico y único?-Susurré con algo de ironía.
-Se puede decir que se alinearon los planetas hoy.-Respondió arqueando una de sus cejas mientras una carcajada se evadía de sus labios.
-Vaya, ¿eso no era en el día del Juicio Final?-Dije serio.
-¿Quién sabe?-Explotó en una carcajada tan terrible que yo no pude contenerme.
-No sé, yo aún no llamé a los jinetes.-Seguí la broma para ver que su rostro se tornaba serio.
-Vengo porque me preocupas.-Susurró en mi mejilla mientras posaba sus labios en ella.
-Yo no debería preocupar a nadie, no valgo nada.-Comenté apesadumbrado.
-Vales mucho, siempre valdrás para mí.-Respondió enlazando nuestras manos.
-Pero no me darás tu amor.-Dije pensativo, realmente quería haber dicho aquello interiormente sin que él lo escuchara.
-Te lo estoy ofreciendo ahora mismo.-Susurró para apoderarse de mi boca. Mis latidos aumentaron, mi corazón bombeaba a mil por hora y mis manos se liberaron de las suyas para abrazarlo fuertemente. Mi lengua se apoderó de la suya y mis fauces no dejaban de abrazar su boca. Sus manos se apoderaron de mis cabellos, despeinándolos más de lo que ya estaba. Mis dedos se introdujeron bajo su blanca camisa para acariciar su piel. Su cuerpo empezó a arder y él mío también. Paró su apasionado beso para contemplarme.-Te amo.-Masculló y comenzó a liberarme de mi camisa, yo hacía lo mismo con la suya. Nuestros torsos eran de guerreros, había marcas y musculatura bien marcada sin ser excesiva. En un impulso me subí sobre él y me deleité de la más hermosa visión. Sus ojos mostraban lujuria, como los míos, y mis alas negras aparecieron expandiéndose. Una de mis plumas cayó suavemente sobre su torso y sonrió.-Maldito Satanás, eres más hermoso que un ángel.-Comentó posando su mano sobre mi miembro.
-Maldito serás tú al tenerme como amante.-Susurré inclinándome para besarle, mordí sus labios y me anclé a su aliento. Mis garras agarraron su rostro y él bajó la cremallera de mi pantalón sacando mi miembro. Comenzó a masturbarlo lentamente haciéndome sentir un placer inconmensurable. Bajé mis manos hasta el suyo e hice lo mismo que él. Tenía un fulgor extraño en sus pupilas que me atraía. Decidí que tenía que quitarle los pantalones y también hacer lo mismo con los míos. Desnudos cuerpo a cuerpo, piel contra piel, le abracé mientras pasaba mi lengua por su cuello. Agarré firmemente su sexo y lo acaricié en su totalidad; para luego morder sus labios cuando gimió por el tacto de mi mano derecha, mientras introducía dos de mis dedos de la que tenía libre.-Te devoraré.-Susurré soltando su miembro para rozarlo con el mío.
-Bajemos de las escalerillas.-Susurró con la voz entrecortada por el placer, cosa que hicimos pero subiéndolas para hacer el amor en el escenario.
-Voy a sumergirme en ti.-Mascullé abriéndome paso entre sus nalgas con mi hombría. Sus ojos se abrieron, al igual que su boca, y sus uñas se clavaron en mi espalda pegándome hacia él. Comenzó el juego de caderas. Su entrada me recibió con deseo, su calor me embriagó y gemí al comenzar mi ritmo lento, pero profundos. Sus piernas se abrieron un poco más, su espalda se pegó totalmente al piso y luego se arqueó al percibir que la montaña rusa empezaba a funcionar. Fui cada vez más rápido con pequeños incisos para besarlo. Mis ojos se fundían en los suyos, los suyos en los míos y nuestras lenguas bailaban un vals brutal. Mordía su cuello, su pecho, acariciaba sus pectorales y luego me anclaba a sus nalgas.
-Ve más rápido.-Gimió mientras posaba sus brazos sobre mis hombros.
-Cambiemos de posición.-Dije sonriendo saliendo de él.-Ponte de espaldas y abre bien tus piernas.-Susurré para luego agarrarte con firmeza entrando sin miramientos en ti. Gritó de dolor y placer, una chispa explosiva que me hizo enloquecer. Mis uñas se clavaban en sus carnes trémulas ante mis embestidas. Mi aliento caía sobre tu espalda y mis cabellos sobre mi rostro empapado por el sudor. Entonces un gruñido agudo y ensordecedor se liberó de mi interior, mi esencia mancilló tu interior y caíste agotado mientras la tuya manchaba el suelo junto a tu vientre. Te di la vuelta y lamí tu sudor, ese sudor distinto a otro puesto que es por el sexo. Jugueteé por tus pezones, tu vientre marcado me seducía y tu ombligo se erigió inicio de mis caricias. Alcé nuevamente tus piernas e introduje mi lengua, un mordisco en tu trasero y mi boca robándote gemidos. No podías reprimirte y sonreí. El todopoderoso Gabriel se rendía ante mí, ante el mismísimo Lucifer. Lo había ultrajado, deseado, amado y poseído en cada movimiento.-Te amo.-Murmuré recostándome sobre él y me abrazó con dulzura.
-Lo sé.-Susurró.
Más tarde nos vestimos y cada cual se fue a su mundo, sin embargo nuestros encuentros son cada vez más frecuentes y Dios no sabe qué hacer con su arcángel predilecto.
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