sábado, 24 de noviembre de 2007

Diario





¿Alguna vez habéis conocido a un samurai? ¿Y a un guerrero de la noche? ¿Quizás a un enigmático caballero que contempla cuadros por el echo de que son hermosos? ¿A un escritor osado y vilipendiado por el desprecio de intolerantes? Yo sí, lo conocí, soy yo mismo. Me considero un guerrero, un vampiro humano y a la vez un artista que se inspira en las pinturas que su ángel pinta. A todos no podemos caer en gracia, lo sé, pero sin duda yo intento obviar la primera impresión, puesto que la primera es irracional y poco válida. De mi se han dicho mil historias, todas falsas, y en realidad soy el rostro que se esconde en la máscara del señor V. Lo que más me gusta de mí quizás es mi verborrea pues con ella me expreso sobre el papel, dialogando a veces conmigo mismo en busca de la solución a un enigma que la parca me entregó como desafío. Si bien hoy vengo a hablarles de otra cuestión, no de mi mismo, pero sin duda hacía falta esta presentación, pues a quien voy a presentarles es quien me da fuerzas para continuar vivo.

Su nombre muchos lo habrán podido descifrar de alguno de los personajes que creé, su aspecto físico podría decirse que es mágico como sus manos. Sus dedos finos envueltos en una piel suave y en una fragancia de acuarelas son los que más añoro en ciertos momentos. Como habrán podido notar se dedica al arte, concretamente a las pinturas. Para él dibujar es un veneno, como lo es para mí dibujar. Divulga amor al arte, no puede evitarlo y yo divulgo amor hacia él deseando ser tan especial como sus pinturas. Cada fragmento de su mente lo reconozco, cada milímetro, y quedo extasiado por su magnificencia. Ama la ópera, la música clásica es un desafío para sus oídos que llena sus pensamientos con misticismo, y todo es culpa de su padre. Sí, su padre, un hombre de aspecto bonachón y bastante atento, cualidades que tiene de sobras mi amante, y que enloquece con Callas o Pavarotti. He de decir que aquí donde me veis parte de mi cultura musical esta enjaulada en las notas de un viejo violín, un piano de aspecto endiablado por unas teclas que se mueven solas al ritmo de Heindel. Como ven ya tenemos dos puntos en común y por ello creo que comenzamos a sentirnos atraídos como compañeros, como aliados en la batalla del día a día. Su aspecto cordial se vuelve desafiante y a la par burlesco ante sus víctimas, su ira puede quemar hectáreas con las llamaradas que se emiten de sus ojos impacientes. Es sereno, buen dialogador y adulador nato, pero también un maldito proscrito ante cientos y de un ingenio que maravillaría a cualquier científico. La sabiduría es su fuente, los consejos son parte de la baraja de cartas que siempre tiene dispuesta y su sonrisa aplasta cualquier pensamiento amargo que puedas sentir. Tiene habilidades natas para la interpretación y adora el arte escénico, yo también y no puedo evitar caer rendido a sus pies por sus dotes. Le he visto de loco hombre del siglo dieciocho, pero sin duda el proviene de una época que cayó con el gran incendio de Roma. Creo que por sus cualidades ama el personaje que porta, el nombre que ya tomó como suyo y que sin duda sabe defender. Lo único que cabe añadir es que una de sus pasiones y prohibiciones son los felinos, los adora si bien puede estar apenas unos segundos con ellos. Cualquiera que me leyera pensaría que hablo del propio Marius de Romanus, sin embargo tan sólo es un joven de veintidós años que empieza a vivir.

A veces me pregunto qué tengo que darle a este ser, qué tengo que él ve y yo no. ¿Quizás quedó cegado? Me derrumba el sentimiento cotidiano de perderlo, de que llegue la hora de despertar y no encontrar su alma unida a la mía. No puedo evitar acabar llorando cada noche al no tener su compañía y mucho más cuando me dedica palabras de amor. El invierno se recrudece a cada paso que doy, unos oscuros nubarrones calan mis huesos y yo sigo en medio de un campo de batalla de almas errantes del sur de Europa… y se vuelve más inestable el clima porque yo me vuelvo inestable, la felicidad ilumina mi rostro pero las pesadillas dominan mi alma. Tengo miedo, un pánico terrible y es a que me dejes Romanus…a tener este dulce sabor y luego perderlo por paradojas del destino. Perdóname si alguna vez no sé que decir ante tus gestos, si me quedo en silencio mientras dejo caer una nueva lágrima o si te hago perder la paciencia…perdóname por ser necio y alocado, por no hacerte caso y porque siempre exijo algo más de ti, algo que no debería de pedir ya que soy poco ante tu poder. Te pido mil disculpas por no ser un buen aprendiz…

1 comentario:

Francisco Joaquín Marro dijo...

creo entenderte ¿te refieres a nuestra imagen interior, a nuestro ideal de lo que quisieramos ser como personas y de no traicionarlo?

{Iwaki and Katou} <3 [Tócame]

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