
Érase una vez un dulce ángel del desconsuelo de alas de cenizas teñidas de luto. Su mirada era la de un huracán de hielo, la tristeza embargaba y ataba su alma. Un hombre, un dios y un autentico enemigo para sí mismo. Caminaba por el sendero oscuro que es el pavor de saber que no tiene límites. Su alma tenía un hermoso manto de espinas que se retorcían acariciando su piel, como una enredadera, le asfixiaba como la realidad amarga que danzaba frente a su rostro de infante. Tenía toques de niño perdido y de guerrero invicto en una batalla donde perdió su vida. Se sentaba frente a un hermoso riachuelo, el frescor calmaba su aliento áspero cubierto con el veneno. Era huraño y a la vez poco cerebral, impulsivo aunque su mirada fuera un mar en calma. Sus pupilas era de un oscuro intenso al igual que sus cabellos que se mecían en su piel mortecina. Estaba envuelto en un horroroso hechizó, el de ser por siempre infeliz y un patético escritor sin nombre ni voz.
Al otro lado, en otro reino lejano, un hermoso y cruel demonio vivía en el mayor de los infiernos. Era un joven hermoso, de mirada tibia con matices volcánicos. Sus andares eran los de un vencido que aún se mantenía en pie con pocas fuerzas. Sonreía dulcemente con aires desencantados. Su alma estaba destrozada, las llamas le habían calcinado el corazón y las yagas de su espalda, a causa de haber perdido las alas, emanaban sangre haciendo que sus ropas se pegaran a su cuerpo. Era frío y cerebral, intentaba encajar en la sociedad que le aislaba. El viento le mecía sus largos cabellos que caían sobre su rostro ocultándolo. Era muy joven, demasiado joven, para ser un paria y un ser de otro mundo. Su madurez retaba a sus labios titubeantes y a su sombra que aún jugaba a imaginar. Sentado encima de una copa, de un árbol cualquiera, le llegó el perfume de aquel ángel extraño. Un ángel que estaba mutando, que pronto perdería las alas como él y que acabaría en un sufrimiento eterno del desconsuelo. Parecía más anciano, había luchado tanto como él pero sin duda... estaban ambos en el mismo punto de partida con la misma premisa.
Pasó cierto tiempo, el ángel fallecía y se convertía en un hijo de las sombras. Poco a poco, no sólo perdió las alas sino que unas negras como un día de eclipse. Se convirtió en el rey de las sombras, un guerrero sin paz y lleno de tinieblas en su corazón. Parecía un ser distinto, un ser vengativo por culpa de un querubín caprichoso y toda su corte de bufones. Pronto Dios supo de su acometido, de que se confundió de enemigo pero el hermoso guardián de su río hermoso... se había convertido en el rey de las llamas. Ardió todo el bosque, todo aquel hermoso territorio pasto de las llamas, por la furia de su castigado hijo. Un mártir que se volvió rebelde, agorero de la mala suerte. Mientras tanto el demonio caminó errante buscando al príncipe de la ira. Lo encontró en medio de las llamas, sumergido en el río hasta la cintura y desnudo.
Cuando se encontraron aquello demonios, aquello infelices, el incendio se incrementó hasta ser visible en todos los reinos. Sus labios se fundieron, sintieron compasión y comprensión mutua. Dios los observó desde las nubes..."hombre y mujer los creó"...retumbaban las palabras de la Biblia..."Hombre y Mujer"... Una lluvia calmó el fuego, el verdor comenzó a repoblar donde solo había brasas y todo volvió a la normalidad. Ellos seguían en su festín, sonreían y se acariciaban, teniendo presente que sus yagas se curaban. Dios les quitó las alas, cayeron al agua y estas refrescaron el dolor. Se convirtieron en humanos lejanos al odio, estaban juntos... y los ángeles ya no les molestaban con sus herejías ... mentiras divinas, mentiras que dañan... pero en la sociedad habían encontrado su jardín privado.
Al otro lado, en otro reino lejano, un hermoso y cruel demonio vivía en el mayor de los infiernos. Era un joven hermoso, de mirada tibia con matices volcánicos. Sus andares eran los de un vencido que aún se mantenía en pie con pocas fuerzas. Sonreía dulcemente con aires desencantados. Su alma estaba destrozada, las llamas le habían calcinado el corazón y las yagas de su espalda, a causa de haber perdido las alas, emanaban sangre haciendo que sus ropas se pegaran a su cuerpo. Era frío y cerebral, intentaba encajar en la sociedad que le aislaba. El viento le mecía sus largos cabellos que caían sobre su rostro ocultándolo. Era muy joven, demasiado joven, para ser un paria y un ser de otro mundo. Su madurez retaba a sus labios titubeantes y a su sombra que aún jugaba a imaginar. Sentado encima de una copa, de un árbol cualquiera, le llegó el perfume de aquel ángel extraño. Un ángel que estaba mutando, que pronto perdería las alas como él y que acabaría en un sufrimiento eterno del desconsuelo. Parecía más anciano, había luchado tanto como él pero sin duda... estaban ambos en el mismo punto de partida con la misma premisa.
Pasó cierto tiempo, el ángel fallecía y se convertía en un hijo de las sombras. Poco a poco, no sólo perdió las alas sino que unas negras como un día de eclipse. Se convirtió en el rey de las sombras, un guerrero sin paz y lleno de tinieblas en su corazón. Parecía un ser distinto, un ser vengativo por culpa de un querubín caprichoso y toda su corte de bufones. Pronto Dios supo de su acometido, de que se confundió de enemigo pero el hermoso guardián de su río hermoso... se había convertido en el rey de las llamas. Ardió todo el bosque, todo aquel hermoso territorio pasto de las llamas, por la furia de su castigado hijo. Un mártir que se volvió rebelde, agorero de la mala suerte. Mientras tanto el demonio caminó errante buscando al príncipe de la ira. Lo encontró en medio de las llamas, sumergido en el río hasta la cintura y desnudo.
Cuando se encontraron aquello demonios, aquello infelices, el incendio se incrementó hasta ser visible en todos los reinos. Sus labios se fundieron, sintieron compasión y comprensión mutua. Dios los observó desde las nubes..."hombre y mujer los creó"...retumbaban las palabras de la Biblia..."Hombre y Mujer"... Una lluvia calmó el fuego, el verdor comenzó a repoblar donde solo había brasas y todo volvió a la normalidad. Ellos seguían en su festín, sonreían y se acariciaban, teniendo presente que sus yagas se curaban. Dios les quitó las alas, cayeron al agua y estas refrescaron el dolor. Se convirtieron en humanos lejanos al odio, estaban juntos... y los ángeles ya no les molestaban con sus herejías ... mentiras divinas, mentiras que dañan... pero en la sociedad habían encontrado su jardín privado.
Ellos... Ángel y Alexandro...Ellos... Lestat y Marius... ellos... Mi novio y Yo...
No importa el pasado
da igual que nos hicisteis
Quiero que sufrais lo que yo pasé...pero no haré nada... el tiempo os pondrá en vuestro lugar...
Nosotros mientras disfrutaremos de alas invisibles, del bálsamo del amor... y de la felicidad incorruptible.
27/3/07... 2 meses de amor... un año de comprensión... y tantos meses de dudas y juegos... para acabar fundiéndonos en un eterno beso.
Porque quiero tus labios
Porque amo tu forma de mirarme
Porque necesito que sonrías con mis palabras de loco bohemio
Porque eres feliz a mi lado
Porque yo soy feliz a tu lado
Porque somos felices sin importarnos demasiado como nos mire el mundo
Porque amo tus líneas cuando seduces a la pluma
Porque eres hermoso en todos los términos
Porque tu alma es mi remanso de paz
Porque parece que nada te aleja de mí
Porque he dejado de llorar por culpa del castigo inflingido
Porque eres tú y solamente tú...
Porque tu mirada de cafetal con toques selváticos es mi curación
Porque deseo besar tu espalda y recorrer tu vientre
Porque necesito besarte y desgastar tus labios
Porque eres especial, eres único y mío
Porque soy un estúpido, únicamente tuyo
Porque te amo
1 comentario:
Te amo mi vida....
Porque jamás había sido tan feliz.
Porque jamás nadie me ha comprendido como tu, mi angel de negras alas...mi escritor empedernido...pues cuando leo tus palabras me haces viajar a unos sentimientos tan bellos y maravillosos que jamás creí que existieran.
Por los 2 meses más felices de mi vida.
Te adoro
Marius
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