miércoles, 27 de junio de 2007

Diario

Era una mañana plomiza de primavera, a veces sucede que todo empieza enrarecido. Me desperté sobresaltado por la melancolía. Caminé hasta la ducha y limpié mi cuerpo, quizás intentando despegar de él el asco hacia la sociedad y el ser humano. Me cubrí por la tibia lluvia que masajeaba mi torso, mi rostro empapado en lágrimas se lavaba con el mecer del agua y mis labios tarareaban una canción casi olvidada. Salí empapado buscando la toalla, me sequé con prisa contemplándome al espejo. Me daba asco a mi mismo, asco por ser quien era. Siempre he sido repudiado, no era extraño que repudiara mi reflejo. Diecisiete años mal gastados en una vida vacía y llena de tormento. Decidí desayunar algunos cereales y emprender un paseo; tenía que comprar un regalo a mi hermano junto con algunas golosinas para la fiesta, era su cumpleaños.

Normalmente el primogénito suele ser el engalanado con besos, adorado por sus padres y llevado a la gloria del amor, hasta que nace el mocoso que te arrebata todo. Yo no odiaba a mi hermano, sino a mi madre por tenerme a un lado en una vitrina que se titula monstruo de feria. Mi padre fue un hombre muy parecido a mí, quizás demasiado y su perdida me lleva a este estado de vacío o perdida insuperable. Normalmente en el vestuario de cada cual hay una prenda importante, algo que nos identifica y nos preteje como una coraza, la mía es una camiseta que me regaló mi padre. Salí a la calle, como cualquier otro día, detestando este pueblo lleno de hipocresía y mentes podridas. Silbaba música estridente en mis cascos y el mundo se dispersaba por completo. En mi cabeza rondaban las últimas líneas de un texto, en mi alma estaban marcados los sentimientos de un amor en la lejanía y la frustración de seguir en este basurero.

No sé bien que sucedió, pero el mundo se volvió aún más detestable. Contemplé a uno de los pocos jóvenes del pueblo señalarme, había un gran número con él, y no eché en cuenta demasiado aquel gesto, ya que solían hacerlo a modo de desprecio. Seguí mi camino cuando noté un empujón, caí al suelo y comenzó uno de los peores días de mi vida. La impotencia se volvió en rabia, la rabia en lágrimas y en un desesperado intento de lucha. Solía plantar cara, sin embargo eran demasiados. Estaba rodeado de chicos más robustos que yo, más altos que yo y con un odio sobrehumano hacia mí. Ser homosexual en estos días es duro, más duro es ser transexual masculino con tendencias bisexuales. Intenté zafarme de sus tirones, de sus empujones, patadas, insultos y escupitajos. Cerró los ojos un instante, un solo segundo, y caí al suelo. Al despertar sangraba, mis labios tenían el tinte de sangre reflejado y aquel colectivo de quebrantahuesos había desaparecido. Temblé un segundo para incorporarme, entonces contemplé mi camisa hecha jirones junto con mi corsé. Sabía que desde las ventanas me habían estado viendo, como a un cerdo el día de San Martín, pero nadie hizo nada. Caminé deambulando hasta casa, me lavé la boca y me senté en los escalones sollozando ante los recuerdos.

Mi madre sabe bien poco sobre mí y tampoco echó mucha cuenta a mi piel amoratada, cuando regresó a casa. Me cambié de ropa entre lágrimas, era el único recuerdo junto con la cartera, que tenía de mi padre, y esta me la habían robado. Grité impotente, como un guerrero herido. El peor trago de todos fue conversar con mi pareja tras la pantalla, hacer como si nada hubiera ocurrido e intentar sonreír apartando la pesadilla. Él notó algo extraño en mi carácter, algo que le hizo sospechar y preguntar hasta la saciedad. Sabía que su furia iba a ser colérica, pero no hasta aquel punto. Sé que debe sentirse impotente, al igual que yo, aunque la mayor impotencia es que aún crean que ellos son los superiores. La homofobia y la transfobia no pertenecen al pasado, cada vez es más visible en los colegios y en la sociedad en general. Intentamos apartar la mirada, creer que somos tolerantes y aplaudir el día del orgullo a todos los del colectivo GLTB. En realidad, son máscaras porque no entienden y tan sólo desean expiar sus culpas. Mentiras y más mentiras, golpe tras golpe…y ellos siguen pensando que volveremos a poner la otra mejilla. Yo estoy seguro que no volverá a ser así, convencido de que soy un gladiador y el león puede parecer fiero…aunque no saben cuanto lo soy yo.
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este texto es un simbolo de lo que le sucedió hace unos días a mi novio... me sentía demasiado mal para expresar mi impotencia...espero que sepais apreciar el esfuerzo

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{Iwaki and Katou} <3 [Tócame]

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