
El abrazo
Una llovizna intensa lavaba las calles de Londes, el Big Ben marcaba las doce de la noche, y tan sólo él deambulaba por las calles. Se preguntaba como culminar con sus problemas, anhelaba verde libre y sin alas. En su mente se forjaba la fantasía más dulce, ser un ángel negro lleno de lujuria arrojado en la cama de su maestro. Era un joven fotógrafo que se dedicaba a posar desnudo para un hombre bastante extraño. Solía pensar en como sería el tacto de su piel de mármol, o imaginarse el sonido de unos jadeos entrecortados. Ese era su problema, estaba enamorado de alguien que no le mostraba mayor interés que echarle foto tras foto. Tenía cientos de modelos, luego los plasmaba en cuadros de enigmática belleza. Él sabía bien que cuando acabara su pintura, cuando encontrara la pose adecuada, lo abandonaría. Sin embargo en su corazón latía la esperanza de que jamás llegara a encontrar la apropiada.
Caminaba deambulando, sus largos cabellos estaban empapados y su mirada clavada en la nada. La ciudad estaba iluminada, las únicas personas que se atrevían a moverse por ella eran refugiadas en sus vehículos. La lluvia hacía que se le pegara la ropa a la piel, además de un peso extra por la ropa mojada. El frío curtía su rostro y sabía que podía acatarrarse, o algo peor. Se detuvo frente a un edificio algo antiguo, no había ascensor, y la luz del piso intermedio estaba iluminada. Allí vivía su maestro, y allí había llegado con sus pensamientos turbadores.
Decidió subir y tocar a la puerta. Mario abrió la enérgicamente, estaba tan sólo con una bata roja y su pelo rubio caía sobre sus hombros. Sonrió aunque su mirada mostraba sorpresa, le invitó a pasar y cerró lentamente.
-Peter deberías quitarte la ropa y ponerte ante el fuego de la chimenea.-Dijo invitándole a que se sentara en uno de los sillones, allí le dejó una toalla bastante amplia y unas zapatillas que aparentaban ser cómodas.
-Sí.-Murmuró.
-Aún te queda bastante para terminar el curso de fotografía, pero he visto la imagen que me has mandado y es bastante buena. La naturaleza sin más detalles, desnuda, en una rosa.-Comentó contemplando como el muchacho se desnudaba, no era la primera vez que lo hacía ante él. Durante semanas se contuvo en no beber de él, porque su vida era la sangre y aquel joven tenía un delicado aroma que lo seducía.
-Tómeme.-Dijo aproximándose a su maestro, desató el albornoz, y se abrazó a él sintiendo la fría piel del vampiro.
-¿Qué has dicho?-Murmuró mientras el cuello del chico le llamaba con cantos de sirena.
-Deseo que me haga el amor, que mi boca sienta la suya tan cálida y mi cuerpo tiemble bajo el suyo. Tómeme.-Comentó haciendo notar su erección.
-Querido, si te tomara te dejaría sin vida.-Se relamió posando sus labios sobre la garganta del joven aprendiz.
-Hágalo.-Susurró y jamás volvió a decir nada más. Minutos más tarde había muerto y como causa fue el abrazo del peculiar fotógrafo.
Caminaba deambulando, sus largos cabellos estaban empapados y su mirada clavada en la nada. La ciudad estaba iluminada, las únicas personas que se atrevían a moverse por ella eran refugiadas en sus vehículos. La lluvia hacía que se le pegara la ropa a la piel, además de un peso extra por la ropa mojada. El frío curtía su rostro y sabía que podía acatarrarse, o algo peor. Se detuvo frente a un edificio algo antiguo, no había ascensor, y la luz del piso intermedio estaba iluminada. Allí vivía su maestro, y allí había llegado con sus pensamientos turbadores.
Decidió subir y tocar a la puerta. Mario abrió la enérgicamente, estaba tan sólo con una bata roja y su pelo rubio caía sobre sus hombros. Sonrió aunque su mirada mostraba sorpresa, le invitó a pasar y cerró lentamente.
-Peter deberías quitarte la ropa y ponerte ante el fuego de la chimenea.-Dijo invitándole a que se sentara en uno de los sillones, allí le dejó una toalla bastante amplia y unas zapatillas que aparentaban ser cómodas.
-Sí.-Murmuró.
-Aún te queda bastante para terminar el curso de fotografía, pero he visto la imagen que me has mandado y es bastante buena. La naturaleza sin más detalles, desnuda, en una rosa.-Comentó contemplando como el muchacho se desnudaba, no era la primera vez que lo hacía ante él. Durante semanas se contuvo en no beber de él, porque su vida era la sangre y aquel joven tenía un delicado aroma que lo seducía.
-Tómeme.-Dijo aproximándose a su maestro, desató el albornoz, y se abrazó a él sintiendo la fría piel del vampiro.
-¿Qué has dicho?-Murmuró mientras el cuello del chico le llamaba con cantos de sirena.
-Deseo que me haga el amor, que mi boca sienta la suya tan cálida y mi cuerpo tiemble bajo el suyo. Tómeme.-Comentó haciendo notar su erección.
-Querido, si te tomara te dejaría sin vida.-Se relamió posando sus labios sobre la garganta del joven aprendiz.
-Hágalo.-Susurró y jamás volvió a decir nada más. Minutos más tarde había muerto y como causa fue el abrazo del peculiar fotógrafo.
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