[Tu aliento sobre mi piel
Mi boca recorriendo el tuyo]
Siempre te deseé, jamás necesité tanto la compañía de una persona. En pocos días te volviste mi confidente, alguien cercano y sin embargo éramos extraños. Te regalé un amor fraterno envuelto en un sentimiento equívoco. Me sentí temeroso y confundido, era la primera vez en años que me sentía un niño ante alguien. Normalmente no dudo en tomar las riendas de la diosa fortuna, en desenvainar mi espada y mostrarme frío como el hielo; sin embargo ante ti me desvanecía, me mostraba complaciente y expectante.
Recuerdo nuestro primer encuentro y mi verborrea descomunal te eclipsaban. Estabas aturdido por tu falta de sueño y yo impaciente por conocer a alguien como tú. Quería agradarte y no sabía como. Es cierto que tenía pareja, aunque era algo que no me tomaba muy a pecho, era un juego hasta que se diera cuenta que era yo era un capricho que deseaba tener por un tiempo. Yo te deseaba a ti, soñaba con poder ver tu rostro lejos de máscaras venecianas y poder acariciar tus labios. Algo me decía que algún día serías para mí, algo en mi interior me creaba esa misteriosa sensación. Te convertiste en mi maestro, o más bien te coroné maestro de este estúpido y presuntuoso joven de aspecto aniñado. Más tarde en una fiesta nos volvimos a encontrar y mi fama de espontáneo rufián adorador del sexo espantaba a las damas, a ti parecía divertirte y es más reías sonoramente. Poco después me vi a dos ineptos tratándome como patán mientras me expulsaban para meses después pedir perdón. Porque estos maravillosos ciudadanos de a pié no sabían degustar las bromas, la picaresca propia del Lazarillo y mucho menos la idolatría a la libertad de las almas.
Tú me seguiste y me tomaste del brazo, me abrazaste y sentí tu aroma embriagándome. Tus cabellos rozaron mis mejillas mientras deseaba que ese momento fuera eterno. Desde ese inicio tan dañino para ti, puesto que el resto te señaló de hereje y te condenó, no nos hemos separado. Cada día era un nuevo regalo, un maravilloso presente frente a un ángel. Llamé a uno de mis vampiros Gabriel en tu memoria y deseé morir con él cuando lo asesiné al saber que no podía pertenecerte. Mis lágrimas bañaron mi rostro, estuve días alejado del mundo y la noticia de que podías estar comprometido me destrozó. Mi voz se quebró, mi sonrisa se borró y entonces yo tuve que usar mascara de carnaval para parecer resplandeciente. Dejé a mi dudosa amante, acompañante de nada y de poca o nula complicidad. Me refugié en otros brazos y me sesgaron la ilusión. Tú iluminabas mi mundo y cada vez que estaba en libertad corría hacia ti, parecía un lobo en medio de tierra inhóspita buscando paz.
¿Cuántas batallas hemos librado juntos? Ya perdí la cuenta, al igual de los ataques de risa que me provocas con tus inventivas ocurrencias, aunque he de decir que yo soy el bufón del reino. Cada amanecer me despertaba con la sensación de escoger pareja para apartarme de la necesidad de probar tu boca. Miraba a mí alrededor y había admiradores junto a detractores, campaña de publicidad infestada con el sarcasmo más brutal y la ignorancia más extrema mientras otros me lanzaban una rosa en medio de una ovación. Así de extraño es el mundo que te muestra dos caras a la vez y no sabes cual elegir. Las burlas, los insultos, la necedad más brutal que dan vergüenza ajena me hacían arder en cólera y mi inventiva se desarrollaba con placer ante sus gestos de represión. Los aplausos me seducían, sin embargo no me hacían reaccionar ante un nuevo escrito porque no eran tuyos. Quería que tú fueras mi mayor admirador, que vieras mi trabajo como algo único, pero sabía que no lo era y que tú jamás caerías ante mis súplicas. Creé para ti un maravilloso teatro cuando aún yacía con un ser que creí semejante a ti. Mismo nombre, distinta belleza y nada de tu talento. Me hacía sentirme infeliz, no sólo por sus deslices o su nula expresión, sino porque te veía en brazos de otro que no era yo. Moría de rabia, celos y la hipocresía me hacía aplaudirte por tu felicidad. Intenté encelarte con un joven, ponerte en histeria, pero tan sólo veía protección y yo acabé encariñándome del muchacho. Quería estar junto a él aunque no lo amara, porque eso era un sentimiento vedado a ti, y tan sólo me atrajera como la miel a las abejas. Más tarde comenzó el duelo de juegos, las mascaras volvieron a nuestros rostros y el teatro alzó el telón. Teníamos que ser amantes en un juego de dos, un juego peligroso, que me hizo sentirme como el primer día. Quería besar tu piel, devorar tus labios, secuestrarte entre mis brazos y hacer el amor en cada segundo que me restara de vida. Sin embargo intentaba alejarlo, ya me habías rechazado en una ocasión y mi alma se derrumbaba ante esa sensación. Si bien ahora somos amantes y puedo escribirte esta carta llena de dulce fragancia.
Mi amor
{Deseo tu cuerpo
Añoro tu presencia cuando te apartas de mí
La vida no tiene luz si no estas a mi lado
Y todo lo que siempre amé ha quedado mermado frente a la ilusión de poder decir que somos amantes.
Eres mi amante…
Aún no creo en mis palabras, no puedo. No.
Me es imposible poder decirte de amo en una canción gravada a las tantas de la madrugada, porque me derrumbo en lágrimas y clamo al cielo preguntándole porqué me regaló este ángel. ¿Por qué fue tan cruel contigo? Te abandonó para entregarte al mismísimo Diablo…
La diosa fortuna ríe
La vida goza en cada fragmento de la locura que derrama mi mirada.
La dicha es mujer de manos cálidas y ojos enigmáticos, me envuelve y susurra cuanto me amas.}
Te arrancaré la ropa, te llevaré a mi lecho y allí te poseeré como un salvaje. Quiero lamer tu piel, cada recodo de tu figura y hacer que tiembles ante las caricias de esta serpiente escapada del edén. Sonreiré ante tu mirada que desbordará lujuria, como la mía, y te abracaré rodeándote con ternura. Besaré tu cuello, morderé bajo tu mentón y tus oídos serán secuestrados para susurrarte cuanto te amo. Danzarán mis manos sobre tus partes hasta llevarte a un punto en que me claves tus garras y gimas pidiendo que te haba parte de mí. Me adentraré en tu interior, sentiré el calor que emana de tus entrañas y jadearé. Mis movimientos serán lentos, pausados, hasta que mi corazón empiece a bombear con fuerza adelantándose al ritmo de mis embestidas. Seré todo tuyo, serás para mí, y el mundo podrá desquebrajarse haciendo que mis dominios de fuego envuelvan todo. Mis cabellos se pegaran a mi frente, los tuyos a tu rostro y las sábanas empapadas de nuestra fragancia.
Porque te amo…
Porque te necesito…
Y porque eres lo mejor que me ha pasado en esta pútrida vida
Ahora sí puedo amar de verdad, ahora sí puedo dejar que te lleves mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario