Habíamos estado cazando a altas horas de la madrugada, ambos estábamos ebrios cantando estúpidos villancicos. La nieve nos cubría hasta las rodillas y jamás había visto nevar con aquella fuerza desde que salí de Auvernia. Estábamos en Oslo y sin embargo me recordaba a mi tierra. Las luces de las oficinas estaban apagadas y sin embargo la de restaurantes y hogares eran un atractivo árbol navideño gigantesco. Toda la ciudad estaba engalanada, ciudades y casas, dejando un sabor distinto en cada calle. El aroma de la comida casera, los dulces navideños y el alcohol me incitaba a husmear por aquellos parajes. Caminábamos por el parque Vigeland, o Parque de las Esculturas, y Marius me tomó de la mano con aquellos guantes de cuero. Yo llevaba las manos heladas, los había perdido por algún lugar de aquella condenada ciudad y me estaba muriendo de frío.
-Fíjate en el simbolismo de esta escultura.-Masculló.-Son dos hombres, ambos se miran, ambos desnudos y sonríen tímidamente.-Dijo acariciando los pies de las estatuas.-Están recreadas al milímetro, ahuyentando los roles estúpidos y mostrando la igualdad entre personas.-Susurró entusiasmados.-¿Son hermanos? ¿Amantes? ¿Enemigos? ¿A quién le importa? Cada uno tendrá su concepción de ella y yo abogo por la de amantes. Observa sus miradas, son enigmáticas y luego hablan de
-Desvarías.-Susurré besando su rostro con dulzura, para luego notar como me agarraba por la cintura y bajaba sus manos hasta mis nalgas.
-¿Tú y yo que somos?-Preguntó tras rozar levemente tus labios con los míos.
-Maestro y Aprendiz.-Dije sonriendo jugando a las metáforas.
-Me has mostrado a ser desinhibido, descarado e iluso. ¿Yo a ti que te he mostrado?-Murmuró notando como el alcohol de aquel ladrón se le subía a la cabeza.
-A ser paciente, a intentar pensar en las consecuencias y el arte en sí, esa pasión que te hace eclipsar a todos con tu impetuosidad en cualquier comentario.-Sonreí besando sus pómulos.-Vayamos a tu casa, hace frío.-Comenté abrazándome a él.
-Sí, vayamos.-Masculló alzándose entre los copos de nieve para desplazarnos más rápidamente. Yo también podía hacerlo, pero prefería que él lo hiciera.
Al llegar a aquella casita en las afueras con su chimenea calentándolo todo, el suelo de madera y aquellos muebles tan delicados me sumí en su belleza.
-Adoro tu casa, aunque me gusta más la planta superior donde está tu estudio y la biblioteca.-Mascullé quitándome la gabardina y la bufanda junto con el gorro de lana negro. Me aproximé al fuego y posé mis manos sobre las llamas, calentando mis dedos.
-Yo te adoro a ti.-Susurró abrazándome mientras recorría mi cuello con sus labios.
Me giré y sonreí quitándole a él sus prendas de abrigo para luego juguetear con los botones de su chaqueta, los de su camisa y después pasar mis dedos por su pecho. Él me desnudaba a la vez mientras me cortaba el aliento con sus besos. Caímos con deseo sobre la alfombra cercana a la chimenea y comenzamos a acariciarnos. Mis manos fueron directas a su incipiente erección y él me abrazaba jadeando en mis oídos. Le quité las botas y yo hice lo mismo, después los pantalones y la ropa interior. Entonces nos vimos allí desnudos y envueltos en frenesí. Mis dedos se movieron ágiles por sus nalgas y dos de ellos ahondaron en su interior. Sus cabellos rubios contrarrestaban con aquel rojizo de la alfombra. Su boca se abría y sus ojos se cerraban mientras yo mordía sus pezones. Sus piernas se alzaron y me rodearon dándome a conocer que quería que entrase ya, sin embargo quería jugar. Dejé de acariciarlo con mis dedos y bajé hasta su entrepierna para lamerla, estaba endurecida y su mirada me observaba excitada.
-Maestro.-Susurré notando como se incorporaba y tomaba mi miembro entre sus manos, se lo levó a sus labios y comenzó a rodearlo con su lengua. Su cabeza llevó un ritmo demencial y lo aparté para sumergirme en él. El ritmo era lento, delicado, pero profundo y con un compás sensual. Sus gemidos comenzaron a brotar de su interior y los míos también, junto a unos jadeos imposibles ya que apenas podía respirar. Cuando comencé a moverme más rápido me desquicié y sus uñas se clavaron en mis hombros. Mi esencia se vertió en su interior y caí sobre él, me siguió con un gemido abrupto.
Cubrí su cuerpo de besos y nos marchamos a la cripta subterránea donde nos juramos seguir uno al lado del otro…nada puede ya separarnos…
Je t’aime Romanus
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