domingo, 12 de agosto de 2007

Diario.






FELIZ CUMPLEAÑOS CARO MIO









Eran las doce de la noche y todo permanecía en calma, yo acababa de reaparecer entre las sombras y caminaba con rumbo desconocido. Mi mente estaba aturdida con los fantasmas del pasado, venían a mí en recuerdos tan amargos como la hiel. Llevaba demasiado tiempo sufriendo y era hora de comenzar de cero, eso es lo que me había propuesto al volver a la vida. Había permanecido más de cuarenta años enjaulado en una prisión de tierra que yo mismo realicé con mis manos. Era un monstruo para muchos, un desgraciado para otros y en un reducido círculo un dios eterno. Días atrás me había alimentado como una alimaña, intentaba recuperar mi apariencia lejana al ser de piel y huesos que era. No sé desde cuando estaba deambulando, quizás desde que el sol, pues no tenía reloj alguno.

Vivía desde que desperté en pleno centro de la ciudad, había cambiado demasiado en tan poco tiempo y la gente parecía despreocupada del resto del mundo salvo ellos mismos. El lugar era un enjambre de extraños seres, nadie respetaba nada e iban a su interés personal. Yo buscaba el motivo para continuar vivo, para seguir siendo un Hijo de las Tinieblas y un guerrero de dientes afilados. Me había vuelto un niño perdido en un mundo incomprensible. La sed de sangre machacaba mis venas y mi instinto se igualaba al de un animal. Correteaba por aquella jungla capturando animales de cualquier tipo, los humanos los dejaba para el final. Empecé a tomar a mendigos, asesinos, toxicómanos y perturbados ocultando sus cuerpos o haciendo que pareciera un suicidio. Había despertado por el dolor tan inmenso que me producían los sueños, esos donde por fin podía sentir el amor como cuando era aún un frágil humano.

Sin embargo esa noche cambiaría mi existencia, daría un nuevo rumbo a mi vida. Un joven de cabellos castaños, mirada guerrera y piel clara corría por medio de la noche. Era tan salvaje como yo, tan libre como yo y lleno de entereza. Mil problemas revolucionaban su mente, le hacían sentir indefenso ante la guerra que se fraguaba en su vida. Tan hermoso y tan odiado, tan respetado por sus ataques de locura como el pavor que sentía hacia si mismo. Empecé a amarlo. Cada día iba en busca de su presencia en este Babel de hormigón y envidia. Averigüé todo sobre él, todo incluso el más mínimo detalle. Le deseaba, quería despojarlo de sus ropas anchas tan de luto como la propia oscuridad.

Una velada cualquiera junto a la luna me aparecí ante él, sonreí y él miró esquivo. Comencé a decir frases sin sentido de un texto que había compuesto momentos antes, él me miraba como a un charlatán más hasta que susurré su nombre y se giró arqueando las cejas. Tras nuestro brusco encuentro preparado a conciencia comenzamos a hablar, me senté a su lado en un banco de un parque cualquiera. No me controlé y me lancé a sus labios, sin delicadeza dejé que mi lengua entrara en su boca mientras el forcejeaba. Abracé su cuerpo, tanto que casi lo asfixio, sintiendo los pliegues de su ropa sobre los míos. Su aroma era delicado y sutil, sus cabellos suaves como su piel. Acabó siguiendo los movimientos de mis deseos para luego llevarlo a mi guarida. Allí sobre un colchón de un lecho con dosel le hice mío. Desnudé su cuerpo, acaricié su torso, besé su cuello y mordí su espalda sin llegar a herirlo. Me introduje en él haciendo que el vaivén de sus caderas me enloquecieran más de lo que ya estaba. Le hice mi amante, mío por toda la eternidad, mientras llegábamos al orgasmo. Bebí de él como él de mí y desde entonces hace más ameno el recorrido por el tiempo.

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{Iwaki and Katou} <3 [Tócame]

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