Corría por medio de la ciudad, las calles y el tráfico eran mi escenario habitual. Mis fuertes piernas se movían velozmente mientras la lluvia caía, mis escasas ropas se pegaban a mi piel por el sudor y el agua. Estaba empapado y mi rostro aniñado aún tenía una expresión de furia inmensa. Él me había prometido todo, amor y fidelidad, pero en realidad jamás fue nada mío. Estaba acostumbrado a que jugaran conmigo, que me trataran como un mocoso idiota, pero sin embargo estaba creciendo y era demasiado maduro para dejar que lo siguieran haciendo. Tenía diecisiete años y una vida engalanada con malos recuerdos. Mi corazón palpitaba inconsciente del peligro, un derrape, un sonido de frenos, el claxon de un auto y mi cuerpo cayendo al asfalto. Crucé sin mirar y un dolor inmenso se apoderó de mi cuerpo.
Desperté en medio de una habitación totalmente blanca. Era un hospital, el sonido del pasillo denotaba que era así. Estaba enyesado y apenas podía moverme. Entonces lo vi entrando en mi habitación. Allí estaba el maestro severo de mirada tenebrosa, piel clara y ropas caras apareció ante mí. Él era mi amante, un hombre de treinta años mal contados. Cerró la puerta y se aproximó a mí, besó dulcemente mis labios y me comentó lo sucedido. Pensé que todo iba a pasar, que mis temores desaparecerían y todo iría a mejor… pero no fue así, él me abandonó. Me dejó después de jurarme amor eterno, de decirme que jamás me abandonaría y de desearme en más de veinte ocasiones sobre la cama matrimonial. Me había hecho a la idea, pero en ese instante no podía patalear, no podía rogar y mucho menos correr en dirección contraria. Desde aquel instante permanezco en el hospital silenciado por un atropello no fortuito, era su mujer quien conducía aquel vehículo, y permaneceré por siempre deseando volver a sentir la lluvia como aquel día.
Porque el amor es imposible
Que te envenena de forma invisible
Es un sentimiento amargo
Que te atrapa entre sus redes
Que nada te da y todo lo cedes
Y te deja un extraño cargo
En el corazón bombeando
Mientras tu mente queda soñando
Y tus alas…tus hermosas alas
Quedan sesgadas como tu alma.
{El amor no entiende de edad
El amor no entiende de sexualidad
Pero sí entiende de la verdad y claridad a la hora de desear}
Desperté en medio de una habitación totalmente blanca. Era un hospital, el sonido del pasillo denotaba que era así. Estaba enyesado y apenas podía moverme. Entonces lo vi entrando en mi habitación. Allí estaba el maestro severo de mirada tenebrosa, piel clara y ropas caras apareció ante mí. Él era mi amante, un hombre de treinta años mal contados. Cerró la puerta y se aproximó a mí, besó dulcemente mis labios y me comentó lo sucedido. Pensé que todo iba a pasar, que mis temores desaparecerían y todo iría a mejor… pero no fue así, él me abandonó. Me dejó después de jurarme amor eterno, de decirme que jamás me abandonaría y de desearme en más de veinte ocasiones sobre la cama matrimonial. Me había hecho a la idea, pero en ese instante no podía patalear, no podía rogar y mucho menos correr en dirección contraria. Desde aquel instante permanezco en el hospital silenciado por un atropello no fortuito, era su mujer quien conducía aquel vehículo, y permaneceré por siempre deseando volver a sentir la lluvia como aquel día.
Porque el amor es imposible
Que te envenena de forma invisible
Es un sentimiento amargo
Que te atrapa entre sus redes
Que nada te da y todo lo cedes
Y te deja un extraño cargo
En el corazón bombeando
Mientras tu mente queda soñando
Y tus alas…tus hermosas alas
Quedan sesgadas como tu alma.
{El amor no entiende de edad
El amor no entiende de sexualidad
Pero sí entiende de la verdad y claridad a la hora de desear}
1 comentario:
bueno solo me limitare a decirte algo muy comun : tienes un don muy encantador para manipular a las letras y expresarte con perfecta claridad , ojala y todos los que quicieran decir cualquier cosa endulsaran sus palabras de la forma en tu lo haces.
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