San Juan
Era la noche más larga del año, San Juan, y yo me encontraba caminando por la playa. El frescor del mar contrastaba con el bochorno. Era una noche de fogatas, de deseos, estrellas en el firmamento y canciones junto con historias interminables. Los jóvenes se amaban, deseaban y besaban en las rocas. Los adultos asaban pescado y convertían la playa en un hogar. Los niños jugaban cerca de la mirada de sus padres, los castillos de arena fresca y las risas alborotaban el ambiente aún más. Se me podía distinguir por la orilla con mis pantalones negros caídos más allá de mis caderas, mi camisa blanca desabotonada y ancha, mis cabellos rubios se alborotaban meciéndose en el aire y mi mirada se clavaba en el infinito. Había llegado allí por arte de magia, no tenía nada que celebrar y quizás lo hice por mi profunda soledad.
Era un escritor de mediano éxito en Internet, decían que era la copia perfecta de Lestat y que seguramente él se sorprendería al verme si existiera. Sonreía ante los halagos y me agradaban hasta cierto punto. Mi madre me animó a salir tras el hilo del teléfono, según ella me podría entre los libros que componía o compraba en el rastro. Tenía auténticas joyas y entre ellas la primera edición de un libro de poemas de Lorca. Me ganaba la vida publicando para una revista, relatos eróticos de toda índole, y para un periódico mostrando mi actitud más crítica. No era muy conocido, mi seudónimo me precedía. Las mujeres solían comentar mis escritos, decían que eran demasiado explícitos y exuberantes. Los hombres respondían encantados ante las imágenes que mostraba sin pudor. Cuando opté por dejar a relucir mi lado homosexual, el verdadero y único que tengo, todos me dieron la espalda y comenzaron a venir a mí nuevos lectores. Me sorprendí que fueran más juiciosos, más cercanos y sinceros. Sin embargo esto no me llenaba, quería editar una novela y no encontraba la correcta. Por lo tanto salí aquella noche en busca de inspiración y de llenar el vacío del silencio.
Cuando ya di todo por vencido lo vi. Era un hombre semejante a mí saliendo del agua, sonreía y danzaba al compás de las olas. Parecía un bohemio, un auténtico loco que se refrescaba sin complejos. Se posó ante mí e hizo una reverencia, yo hice lo mismo y sonrió mostrándome sus colmillos. Primeramente pensé que era uno de esos jóvenes que se creen vampiros, seres de la noche y que terminan descerebrados sin embargo me di cuenta de que no era natural. Su piel era mil veces más blanca que la mía, sus cabellos más dorados y parecían no despeinarse. Lo que más me impactó fue su mirada, parecían brillar en medio de la oscuridad.
-Buenas noches.-Logré decir ante aquel encuentro tan afortunado.
-Bonsouir.-Murmuró.
-¿Français?-Dije sonriendo.
-Oui, aunque hablo muchos idiomas y te entiendo.-Sonrió guiñándome.-Dime que te trae por esta playa llena de familias felices, pareces destacar en tu soledad. Has venido a hablar y conquistar alguna amistad, pero sin embargo te veo caminando por la orilla. Haces mal Lestat, haces mal.-Dijo danzando a mi alrededor.-Aunque yo también lo hago.-Me apretó la mano y noté la frialdad de su piel.-Disculpa mi osadía, yo también me llamo como tú.-Hizo una cortés reverencia con la cabeza.
-¿Lestat? Yo no me llamo Lestat, me llaman así-Susurré.
-Lo sé, pero es bueno tener un doble mortal.-Murmuró apartándose de mí, cuando me di cuenta ya no estaba. No sé si fue una visión, un sueño o simplemente que me estoy volviendo más loco de lo que pensaba. Pero sin duda me encantó.
Era un escritor de mediano éxito en Internet, decían que era la copia perfecta de Lestat y que seguramente él se sorprendería al verme si existiera. Sonreía ante los halagos y me agradaban hasta cierto punto. Mi madre me animó a salir tras el hilo del teléfono, según ella me podría entre los libros que componía o compraba en el rastro. Tenía auténticas joyas y entre ellas la primera edición de un libro de poemas de Lorca. Me ganaba la vida publicando para una revista, relatos eróticos de toda índole, y para un periódico mostrando mi actitud más crítica. No era muy conocido, mi seudónimo me precedía. Las mujeres solían comentar mis escritos, decían que eran demasiado explícitos y exuberantes. Los hombres respondían encantados ante las imágenes que mostraba sin pudor. Cuando opté por dejar a relucir mi lado homosexual, el verdadero y único que tengo, todos me dieron la espalda y comenzaron a venir a mí nuevos lectores. Me sorprendí que fueran más juiciosos, más cercanos y sinceros. Sin embargo esto no me llenaba, quería editar una novela y no encontraba la correcta. Por lo tanto salí aquella noche en busca de inspiración y de llenar el vacío del silencio.
Cuando ya di todo por vencido lo vi. Era un hombre semejante a mí saliendo del agua, sonreía y danzaba al compás de las olas. Parecía un bohemio, un auténtico loco que se refrescaba sin complejos. Se posó ante mí e hizo una reverencia, yo hice lo mismo y sonrió mostrándome sus colmillos. Primeramente pensé que era uno de esos jóvenes que se creen vampiros, seres de la noche y que terminan descerebrados sin embargo me di cuenta de que no era natural. Su piel era mil veces más blanca que la mía, sus cabellos más dorados y parecían no despeinarse. Lo que más me impactó fue su mirada, parecían brillar en medio de la oscuridad.
-Buenas noches.-Logré decir ante aquel encuentro tan afortunado.
-Bonsouir.-Murmuró.
-¿Français?-Dije sonriendo.
-Oui, aunque hablo muchos idiomas y te entiendo.-Sonrió guiñándome.-Dime que te trae por esta playa llena de familias felices, pareces destacar en tu soledad. Has venido a hablar y conquistar alguna amistad, pero sin embargo te veo caminando por la orilla. Haces mal Lestat, haces mal.-Dijo danzando a mi alrededor.-Aunque yo también lo hago.-Me apretó la mano y noté la frialdad de su piel.-Disculpa mi osadía, yo también me llamo como tú.-Hizo una cortés reverencia con la cabeza.
-¿Lestat? Yo no me llamo Lestat, me llaman así-Susurré.
-Lo sé, pero es bueno tener un doble mortal.-Murmuró apartándose de mí, cuando me di cuenta ya no estaba. No sé si fue una visión, un sueño o simplemente que me estoy volviendo más loco de lo que pensaba. Pero sin duda me encantó.
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