viernes, 14 de septiembre de 2007

Diario

pequeño guiño a las cronicas...donde la VERDADERA ANNE RICE descansa, ahora murió para mí con tanto amor a Dios.





San Juan










Era la noche más larga del año, San Juan, y yo me encontraba caminando por la playa. El frescor del mar contrastaba con el bochorno. Era una noche de fogatas, de deseos, estrellas en el firmamento y canciones junto con historias interminables. Los jóvenes se amaban, deseaban y besaban en las rocas. Los adultos asaban pescado y convertían la playa en un hogar. Los niños jugaban cerca de la mirada de sus padres, los castillos de arena fresca y las risas alborotaban el ambiente aún más. Se me podía distinguir por la orilla con mis pantalones negros caídos más allá de mis caderas, mi camisa blanca desabotonada y ancha, mis cabellos rubios se alborotaban meciéndose en el aire y mi mirada se clavaba en el infinito. Había llegado allí por arte de magia, no tenía nada que celebrar y quizás lo hice por mi profunda soledad.

Era un escritor de mediano éxito en Internet, decían que era la copia perfecta de Lestat y que seguramente él se sorprendería al verme si existiera. Sonreía ante los halagos y me agradaban hasta cierto punto. Mi madre me animó a salir tras el hilo del teléfono, según ella me podría entre los libros que componía o compraba en el rastro. Tenía auténticas joyas y entre ellas la primera edición de un libro de poemas de Lorca. Me ganaba la vida publicando para una revista, relatos eróticos de toda índole, y para un periódico mostrando mi actitud más crítica. No era muy conocido, mi seudónimo me precedía. Las mujeres solían comentar mis escritos, decían que eran demasiado explícitos y exuberantes. Los hombres respondían encantados ante las imágenes que mostraba sin pudor. Cuando opté por dejar a relucir mi lado homosexual, el verdadero y único que tengo, todos me dieron la espalda y comenzaron a venir a mí nuevos lectores. Me sorprendí que fueran más juiciosos, más cercanos y sinceros. Sin embargo esto no me llenaba, quería editar una novela y no encontraba la correcta. Por lo tanto salí aquella noche en busca de inspiración y de llenar el vacío del silencio.

Cuando ya di todo por vencido lo vi. Era un hombre semejante a mí saliendo del agua, sonreía y danzaba al compás de las olas. Parecía un bohemio, un auténtico loco que se refrescaba sin complejos. Se posó ante mí e hizo una reverencia, yo hice lo mismo y sonrió mostrándome sus colmillos. Primeramente pensé que era uno de esos jóvenes que se creen vampiros, seres de la noche y que terminan descerebrados sin embargo me di cuenta de que no era natural. Su piel era mil veces más blanca que la mía, sus cabellos más dorados y parecían no despeinarse. Lo que más me impactó fue su mirada, parecían brillar en medio de la oscuridad.

-Buenas noches.-Logré decir ante aquel encuentro tan afortunado.

-Bonsouir.-Murmuró.

-¿Français?-Dije sonriendo.

-Oui, aunque hablo muchos idiomas y te entiendo.-Sonrió guiñándome.-Dime que te trae por esta playa llena de familias felices, pareces destacar en tu soledad. Has venido a hablar y conquistar alguna amistad, pero sin embargo te veo caminando por la orilla. Haces mal Lestat, haces mal.-Dijo danzando a mi alrededor.-Aunque yo también lo hago.-Me apretó la mano y noté la frialdad de su piel.-Disculpa mi osadía, yo también me llamo como tú.-Hizo una cortés reverencia con la cabeza.

-¿Lestat? Yo no me llamo Lestat, me llaman así-Susurré.

-Lo sé, pero es bueno tener un doble mortal.-Murmuró apartándose de mí, cuando me di cuenta ya no estaba. No sé si fue una visión, un sueño o simplemente que me estoy volviendo más loco de lo que pensaba. Pero sin duda me encantó.

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