No sé quien es la autora o autor del dibujo, pero es genial. Ojala lo conociera porque quisiera conocer más trabajo suyos pero bajo la imagen pone P.L Minn
Dime que he hecho mal para ser preso de tus brazos
Para desear que me ames hasta el ocaso
Tenerte en mi cama fue algo increíble, te desnudé lentamente hasta fundirme en tu cuerpo. Viniste a media noche, empapado y desesperado. Decías que no merecía la pena vivir, que tu amante te había abandonado y que jamás nadie te desearía realmente. Hablabas mal del amor, detestabas todo y decías que no querías saber nada de la felicidad. Te preguntabas porqué en esos momentos y la razón o motivo de haberte dejado de amar. Llorabas desconsolado en mis brazos y yo moría por besarte. Éramos amigos de facultad, no habíamos conversado más allá de hola y adiós, y sin embargo allí te tenía empapado abrazándote a mí torso desnudo. Me comentabas que no tenías amigos, que él te los prohibió y perdiste el contacto con el mundo. Olías a lluvia y deseaba besarte, hacerte comprender que fue una bendición que te dejara y vinieras a resguardarte en mí.
Ya no pude más, me estaba muriendo de necesidad. Bajé mis manos de tus hombros a tus nalgas y me miraste sin comprender bien que sucedía. Me apoderé de tus labios y saboreé tus lágrimas en ellos, tu boca se abría aferrándose a la mía al igual que tus brazos sobre mi cuello. Mis dedos acariciaban tus nalgas, tan firmes, y después te quitaron la ropa como si fueran garras. Te guié hasta mi cuarto, donde estaba mi cama, y te arrojé para quitarme los boxer, lo único que tenía puesto cuando llamaste a mi puerta. La lluvia caía aún sobre la ciudad, fue nuestra banda sonora junto a los truenos. Acaricié tu torso, lo besé una y otra vez hasta anclarme a tu entrepierna. Te diste la vuelta arrastrándote como una serpiente y yo comencé a acariciarte con el producto de excitación. Jadeabas, gemías y clamabas sexo…las lágrimas habían desaparecido. Mordí ambos lado de tu trasero, besé la división de este y lo acaricié jugando como si fueras mío. Tomé un preservativo del cajón, que creí que jamás usaría contigo, y me sumergí. Tus gemidos aumentaron, parecías disfrutar en cada instante y yo me volví loco. Perdí el control de la realidad y sólo estabas tú. Era demasiado para mí el aroma que desprendías, la suavidad de tu piel, el dorado de tus cabellos y tus movimientos. Decidí tumbarme y que tú me guiaras. Te subiste sobre mí vientre, sonreíste y mordiste mis labios, luego dejaste que mi miembro te rompiera de nuevo en dos. Tus dedos se fundieron en mi pecho, tus uñas se clavaban en mí y no me importaba. Parecía engatusado con tu belleza, realmente me fascinabas. Cuando llegó la hora de finalizar todo deseé que ese segundo se hiciera eterno, que no se marchara el calor de tu cuerpo y que tu alarido junto con el mío no se convirtiera en un simple eco. Te acostaste sobre mí, dejaste que te abrazara y soñara con que serías mi pareja. Comentaba que te protegería y no decías nada, besé tus cabellos sudados y tu rostro percibiendo que estabas dormido.
Por la mañana no estabas y cuando te encontré me comentaste que habías vuelto con él, que le amabas y que fue un error haber hecho aquello. Me dejaste fantasear y luego me mataste. Hace una semana de todo y sigo sintiéndote respirar a mi lado, estoy maldito por tu recuerdo. No puedo ver como te trata, los golpes y las malas miradas. Muero en cada instante, en cada momento y deseo que vuelvas a mí cuando te des cuenta que no te ama. Él parece tenerte como una posesión y yo te trataría como un príncipe, porque me haces feliz con sólo una mirada.
Para desear que me ames hasta el ocaso
Tenerte en mi cama fue algo increíble, te desnudé lentamente hasta fundirme en tu cuerpo. Viniste a media noche, empapado y desesperado. Decías que no merecía la pena vivir, que tu amante te había abandonado y que jamás nadie te desearía realmente. Hablabas mal del amor, detestabas todo y decías que no querías saber nada de la felicidad. Te preguntabas porqué en esos momentos y la razón o motivo de haberte dejado de amar. Llorabas desconsolado en mis brazos y yo moría por besarte. Éramos amigos de facultad, no habíamos conversado más allá de hola y adiós, y sin embargo allí te tenía empapado abrazándote a mí torso desnudo. Me comentabas que no tenías amigos, que él te los prohibió y perdiste el contacto con el mundo. Olías a lluvia y deseaba besarte, hacerte comprender que fue una bendición que te dejara y vinieras a resguardarte en mí.
Ya no pude más, me estaba muriendo de necesidad. Bajé mis manos de tus hombros a tus nalgas y me miraste sin comprender bien que sucedía. Me apoderé de tus labios y saboreé tus lágrimas en ellos, tu boca se abría aferrándose a la mía al igual que tus brazos sobre mi cuello. Mis dedos acariciaban tus nalgas, tan firmes, y después te quitaron la ropa como si fueran garras. Te guié hasta mi cuarto, donde estaba mi cama, y te arrojé para quitarme los boxer, lo único que tenía puesto cuando llamaste a mi puerta. La lluvia caía aún sobre la ciudad, fue nuestra banda sonora junto a los truenos. Acaricié tu torso, lo besé una y otra vez hasta anclarme a tu entrepierna. Te diste la vuelta arrastrándote como una serpiente y yo comencé a acariciarte con el producto de excitación. Jadeabas, gemías y clamabas sexo…las lágrimas habían desaparecido. Mordí ambos lado de tu trasero, besé la división de este y lo acaricié jugando como si fueras mío. Tomé un preservativo del cajón, que creí que jamás usaría contigo, y me sumergí. Tus gemidos aumentaron, parecías disfrutar en cada instante y yo me volví loco. Perdí el control de la realidad y sólo estabas tú. Era demasiado para mí el aroma que desprendías, la suavidad de tu piel, el dorado de tus cabellos y tus movimientos. Decidí tumbarme y que tú me guiaras. Te subiste sobre mí vientre, sonreíste y mordiste mis labios, luego dejaste que mi miembro te rompiera de nuevo en dos. Tus dedos se fundieron en mi pecho, tus uñas se clavaban en mí y no me importaba. Parecía engatusado con tu belleza, realmente me fascinabas. Cuando llegó la hora de finalizar todo deseé que ese segundo se hiciera eterno, que no se marchara el calor de tu cuerpo y que tu alarido junto con el mío no se convirtiera en un simple eco. Te acostaste sobre mí, dejaste que te abrazara y soñara con que serías mi pareja. Comentaba que te protegería y no decías nada, besé tus cabellos sudados y tu rostro percibiendo que estabas dormido.
Por la mañana no estabas y cuando te encontré me comentaste que habías vuelto con él, que le amabas y que fue un error haber hecho aquello. Me dejaste fantasear y luego me mataste. Hace una semana de todo y sigo sintiéndote respirar a mi lado, estoy maldito por tu recuerdo. No puedo ver como te trata, los golpes y las malas miradas. Muero en cada instante, en cada momento y deseo que vuelvas a mí cuando te des cuenta que no te ama. Él parece tenerte como una posesión y yo te trataría como un príncipe, porque me haces feliz con sólo una mirada.
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