
La belleza de su rostro solo es comparable con la de su alma.-Aseguró un joven apoyado en el marco de la puerta del gran salón.-Dicen que es francés, marqués y que su inteligencia es tan magnífica como su sonrisa.-Masculló.
-¿Le conoce?-Dije jugueteando con mi máscara de terciopelo negro.
-Hace mucho que no le veía, yo era un niño y mi abuelo me enseñó una vieja pintura que un Italiano una vez pintó. Su magnifica figura, su maravilloso cabello dorado como el sol y su mirada intoxicada con la fiereza de un felino llamaron mi atención.-Comentó mientras yo jugueteaba con aquel sombrero de corte clásico. Había acudido a la fiesta por una estúpida puesta con un amigo.
-Está loco.-Mascullé.
-No, no lo estoy. Él no es humano, tenga cuidado. Le dejamos vivo porque no gobierna sobre los vivos masacrándolo, sino asechando a los que merecen la muerte.-Susurró.
-¿Cómo se llama?-Dije intrigado.
-¿No le conoce?-Interrogó como si yo fuera quien nos presentó, o más bien quien empezó la conversación.
-Hay varios libros de su puño y letra, una vez hizo un concierto y todos los vampiros acudieron para callarlo.-Murmuró.
-¿Lestat? ¿No era una invención?-
-Señores, dejen de conversar sobre mi persona y dancen en mi fiesta...dancen con el demonio.-Sonrió y mostró sus colmillos; era tan hermoso.
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