domingo, 30 de diciembre de 2007

capitulo tercero - fin






Pasaron tres largos años y yo fui bendecido con un hijo, mi mujer estaba segura de mi amor hacia ella y la realidad era que no cesaba de pensar en aquel muchacho. Me preguntaba qué estaría haciendo, si logró sobrevivir y si alguna vez lo volvería a ver. Sin embargo una mañana cazaba junto con algunos de mi tribu, ya que la mayoría habían ido a la lucha con el hombre blanco, entonces lo vi en el lago donde lo encontré la primera vez. Los míos habían cazado varios conejos y algunas aves, íbamos satisfechos. Pero yo pedí quedarme para buscar hierbas. Me aproximé a la orilla y me senté a su lado.

-John.-Dije haciéndole saber de mi presencia.

-Amigo.-Comentó algo efusivo.-Te debo la vida y también disculpas por no aparecer antes.-Masculló sonriendo levemente.-Estuve enfermo, casi al borde de la muerte, varios meses y después cambié de ciudad, decidí ir a algún lugar más tranquilo. Volví a mi familia, me había escapado de ella hacía unos años. Después decidí regresar aquí, para salvar mi deuda, o al menos agradecer que me salvaras.-Su piel era más clara que antes, sus cabellos se habían oscurecido algo, pero su rostro seguía igual de enigmático para mí, algo aniñado.

-Tú y yo siempre estuvimos en paz.-Respondí.-No me debes nada.-Dije sonriendo levemente.-Pero me alegra saber que estas bien.-Comenté tomando un poco de agua entre mis manos, me lavé el rostro y me adentré en el lago.-Este lago se conecta con un río, es parte de aguas que están bajo el suelo, fluye hacia arriba. El río está a pocos metros. De ahí que aquí haya peces.-Dije capturando uno entre mis manos.-Ves.-Sonreí ante su mirada de asombro.

-Me vendrá bien para comer hoy.-Rió y lo tomó aun vivo entre sus manos dejándolo en un lado de la roca donde estaba sentado.

-¿Te vas a quedar aquí?-Pregunté algo preocupado.-Estamos en guerra con el hombre blanco.-Comenté mirándole detenidamente.-Deberías marcharte.-Dije más como súplica que como mandato.

-Quiero preguntarte por qué me besaste.-Dijo clavando su mirada en la mía.

-No lo hice.-Respondí.

-Sí lo hiciste.-Comentó bajando de la roca para posarte frente a mí.-Los labios de los hombres los conozco bien, más bien los del hombre con el que se casó mi madre.-Dijo amargamente.-He sido su puto hasta los dieciséis años, después vine a esta ciudad y tú me cuidaste como si fuera de tu raza.-Susurró.-Me sentí atraído, aunque los hombres a veces me aterran y tengo la capacidad de desear ambos cuerpos, femeninos y masculinos. Tú.-dijo tomando aire.-Tú me deseaste, te has acercado a mí con sigilo y sé que normalmente esto no es así.-masculló aproximándose a mí para rodearme con sus brazos.-Esta noche si lo deseas, podrás follarme todo el tiempo.-Susurró tomando una de mis manos para que apresara sus nalgas.

-Vendré.-Respondí para luego besar sus labios con desesperación. Mi aliento se entrecortó, mi lengua se volvió loca y se liberó. Cuando me aparté el sonrió y besó mi torso para bajar mis pantalones.

Aquí no nos van a ver.-Susurró acariciando mi miembro. Comenzó a besarlo, a lamerlo lentamente y yo no sabía que hacer. Tan sólo puse mis manos sobre sus cabellos agarrándolos con necesidad.-Hacían tiempo que no te hacían esto ¿cierto? ¿O es que las indias no saben?-Dijo descarado para rodearlo por completo hasta los testículos y yo gemí. No supe que contestar, pues a mi mujer la tocaba en pocas ocasiones y la verdad es que nunca hizo nada como aquello. Si bien no sabía si las mujeres de otros supieran hacerlo. Tomó mi hombría y la acarició con su mano tirando de ella mientras mordía mis testículos. Terminé por venirme en el interior de su boca, el calor y humedad de aquel lugar me desquiciaba. Me sonrió con mi esencia en sus labios mientras la saboreaba.-La deuda está saldada.-Dijo subiéndome los pantalones para besarme con pasión.-Ahora me iré como deseabas.-Sonrió levemente alejándose de mí.

-No.-Dije casi con lágrimas en los ojos.-No te puedes ir.-Mascullé abrazándolo por la espalda.-Dijiste que viniera esta noche y lo haré.-Dije deseando sumergirme en sus nalgas, tener una noche de pasión y poder ser libre al fin de mis sentimientos.

-De acuerdo.-Susurró con una sonrisa y yo decidí irme para regresar.

Era media noche cuando mi mujer se durmió y decidí ir a buscarlo. Estuve en el lago todo el tiempo y él no apareció. Decidí tomar las riendas del caballo y buscarlo en la ciudad. No lo encontré allí y al regresar me preguntó mi esposa donde había estado, yo tan sólo dije que tuve que hablar con el gran espíritu. Durante años esperé verlo, sin embargo jamás volvió.

Un verano fue demasiado fuerte, el sol calentaba todo y el río no tuvo suficiente fuerza para llevar agua al lago, las lluvias no habían sido demasiadas y se fue secando. En el fondo se hallaba mi hermoso John, más bien su esqueleto, atado a piedras para que no flotara. Mis ojos derramaron lágrimas y enloquecí. Sabía que Echine había tenido algo que ver en el asunto, no me equivoqué. En su tienda tenía guardado el revolver ya oxidado de aquel blanco a quien jamás olvidé, unas líneas escritas que ni yo mismo entendía y un colgante que llevaba aquella vez en su cuello. Cuando mi pariente entró en la tienda pregunté y él me aclaró que nos vio besarnos, desearnos y que eso el padre de las lluvias fue castigando lentamente al pueblo. Durante diez años obtuvimos menos presas, menos lluvias y el hombre blanco mataba más a los Apaches…le expliqué que eran ciclos naturales, no por el amor que nos profesábamos y él me golpeó. No podía matarle, porque sería una deshonra no solo para mí sino que también para mis hijos, para los hijos de estos y así sucesivamente. Sin embargo bailé y canté cuando meses después una bala atravesó su pecho.

Yo di entierro a los huesos de John entre la maleza y allí fui a rezar hasta que mis días acabaron.

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