sábado, 29 de diciembre de 2007

Apache



vale caballo loco no es apache xD pero me sirve





Era un día señalado en mi pueblo, se hacía cada cierto tiempo, la iniciación de los guerreros y su impronta como hombres. Tenían que ser capaces de dar su mano al enfermo, saber guiarse entre la noche guiándose por las estrellas y el viento, saber distinguir las huellas de los animales y soportar una semana en soledad para volver sanos a casa. Los ancianos se reunían recordando viejas historias, achaques de guerra y yo tenía que cuidar junto a los más jóvenes que volvían, sin que estos nos descubrieran. Sin embargo en mi incursión lo volví a ver, sí a él.

-¿Qué haces en mis tierras? En las tierras de mi pueblo y del espíritu de la naturaleza.-Mascullé.-Él nos las dio como legado, las protegemos y la amamos.-Comenté clavando mi mirada en él.-Márchate a casa.-Dije haciendo un gesto con mi mano mientras me apoyaba en una rama rota. Entonces lo observé caer desplomado al fango con los ojos tornados y la boca abierta. Me aproximé entonces a él y lo aprisioné contra mi pecho. Lo alcé del lodo y lo llevé a un lugar con más luz, veía sus heridas, pero no la profundidad de estas. Cuando lo hice comprendí, tenía una herida de bala en el vientre y se estaba desangrando. Sabía que no podía llevarlo al pueblo y me quedaba una oportunidad, tenía una vieja cabaña hecha con troncos para mis días de meditación. Lo arrastrar como pude hasta esta y lo recosté en la manta del suelo.

-Amigo.-Dijo al recobrar la conciencia. Su rostro estaba perlado en sudor y sus labios algo amoratados por el frío de la noche, la muerte que se avecinaba y la perdida de sangre.

-Sacaré la bala, te cuidaré.-Mascullé buscando un cuenco y un poco de agua que tenía en un rebaño.-Sanaras.-Dije tomando pequeños ungüentos que tenía preparados para los jóvenes, por si luchaban contra lobos o algún animal que les atacara.

Encendí un fuego pequeño en aquel suelo de tierra seca. Lo controlé porque era una antorcha clavada en la tierra, no sé como logré abrirme paso en ella, si bien los dioses me bendijeron con la presteza. Vi la herida e introduje mis manos limpias en ella sacando la bala. Entonces la lavé con un paño y agua, para luego pegar aquella masa viscosa de color verdoso. Después tapé con vendas limpias y recé porque parara la hemorragia. Sin embargo mientras hacía todo aquello me sentía abstraído, su boca se movía pero no escuchaba sus gritos, sus ojos se expandían y su cuerpo temblaba, si bien no notaba sus espasmos. Estaba en un momento de concentración extrema y al parar pude oírlos claramente. Gemía de dolor y una de sus manos tiraba de mi pantalón.

-Calla, nos oirán y me acusaran de traición.-Musité acariciando su rostro. Sus ojos azules estaban bañados por las lágrimas y su rostro se tornaba en un dolor constante. Pero poco a poco se tranquilizó.-Debo de dejarte a oscuras, aunque no me iré.-Susurré apagando la luz de la cabaña. Cuando se quedó dormido acaricié su rostro y lo besé levemente. Su alma estaba en paz y eso me hizo sentirme importante, había logrado sanarle. Lo arropé con otra manta que tenía en un rincón y lo dejé un momento a solas, debía aparentar normalidad y que nadie sospechara.

- Dajunne.-Escuché decir a Echine, uno de los guerreros de mi pueblo.

- Echine.-Dije cortés intentando aparentar calma.

-Vi fuego en tu cabaña, donde curas los guerreros.-Comentó señalando hacia donde estaba John.

-Fui a comprobar que tenía suficientes hierbas para cuidar a los que vengan con cortes.-Respondí sin dar importancia.

-Oí gritos.-Dijo clavando sus ojos en mí.-¿Qué ocultas?-Masculló mirándome con ira.

-Nada.-Comenté intentando aparentar franqueza.

-No eran gritos de un joven de nuestro pueblo, era una voz de blanco.-Masculló empujándome a un lado para caminar hasta la tienda. No supe entonces qué hacer o decir. A él lo matarían, eso estaba asegurado, pero a mí me torturarían y luego pensarían que hacer conmigo. Había deshonrado a mi pueblo, estábamos en guerra y había cuidado a un supuesto enemigo. Temí por mi vida, pero también por la suya. Tenía que matar a mi amigo a cambio de salvarle a él y a mi mismo, sin embargo no tuve valor y me quedé quieto.

-No deberías de desconfiar de mí.-Susurré caminando detrás de él.-Hemos sido como hermanos.-Argumenté.-Nuestras madres son familia.-Intenté disuadirlo sin éxito pues entró con paso firme.

-¡Blanco! ¡Has dado cobijo a un blanco!-Dijo con los ojos coléricos, alzó su puñal y yo tan sólo me arrodillé.

-Mi condición está el sanar, sea del pueblo que sea, él no hizo daño a nuestro pueblo. Él venía herido por sus propios parientes.-Mascullé casi sin aliento por el temor, porque un filo puntiagudo se clavaba en mí, aunque Echine no había movido un músculo. Estaba sorprendido y me miraba con odio, sin embargo no vino a clavarme su arma.

-Has deshonrado a tu pueblo, también a ti mismo y a tu mujer. Debe morir ahora mismo si no quieres que se lo cuente al consejo de sabios.-Masculló mirándome atentamente.

-¡No! Es solo un niño, es muy joven, no ha hecho nada aún.-Supliqué dejando caer mis lágrimas.

-Espero que esto no traiga consecuencias negativas, si mañana no se ha ido vendré con todo el pueblo, para que vean que has caído en desgracia.-Comentó alejándose con la mente turbada.

Observé como se alejaba y decidí ocultarlo en el bosque, en alguna de las cuevas, sin embargo me iba a ser difícil. Fui a por mi caballo y lo monté junto a mí para cabalgar hasta el pueblo blanco más cercano, a medio día de camino. Él se quejaba y en ocasiones debía de detenerme para realizarle curas, darle de beber y descansar del entumecimiento de mis brazos. Cargarlo y las riendas me debilitaban, al igual que la imagen mental de su muerte junto a mi cadáver. Tardamos más de lo acostumbrado en el trayecto, era normal debido a las complicaciones y lo dejé frente a una posada tras gritar para que despertaran. Me moví rápido hasta mi caballo y regresé a mi pueblo.

Pensé que así había salvado una etapa de mi vida, que no debía caer de nuevo en ese tipo de actos…pero no sería así, volvería a hacerlo…


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{Iwaki and Katou} <3 [Tócame]

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