Querido Mael:
Estoy desesperado, me encuentro perdido y solo. No sé porqué te marchaste de mi lado y porqué yo te dejé escapar. Sé que a veces no he sabido comprenderte ni completarte, pero creo que he sido un buen maestro. No sé que hice mal, porque simplemente jamás me lo dijiste. Tan callado y reservado me hacía temer lo peor, lo que terminó sucediendo. Hecho de menos tu mirada fría mientras me susurras dulcemente. Sé que tras esa fachada de druida ingrato, de canalla sin sentido, habita un hombre que suplica libertad y pasión desbordada.
Compadécete de mí, te lo ruego. Vuelve a mi lado y acaríciame derrumbando la pesadilla que soporto. Ven al tronco de la madre tierra donde me encierro y pienso en los momentos que no han ocurrido. Quiero que vengas y me rescates de esta soledad, que me destroces con tus colmillos y tus garras desatando en mí la lujuria. Necesito que me abraces y que ahondes en mis entrañas, como las raíces de este árbol en la tierra. Sí, me he recluido para fustigarte porque no estás.
Olvida mis desdenes, mi impetuosidad y la ceguera que poseía. Átame de nuevo a ti, a tus cabellos de dios celta y haz que olvide todo por un momento. Ven junto a mi y calma a este guerrero, mécelo entre tus caricias y haz que se relegue incluso de si mismo.
Dios del árbol, tu olvidado amante.
Avicus
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