Diario

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Esta es la historia de un laberinto lleno de peligros donde pasaras por donde pasaras no encontrabas esquinas, sin embargo nada es lo que parece allí dentro. Los monstruos más grotescos son los más afables y los más horribles enanos grandes amigos del recorrido, aunque sean de espíritu cobarde tomaran fuerza para ayudar a un buen amigo. La música te llama a la danza aunque te aterren los acordes y los llantos de un bebé resuenan a lo lejos. Esta es la leyenda de mi tierra, un mundo lejano donde la fantasía te domina con su encanto.

Me presento soy el rey Jareth. Soy apuesto, inteligente, cruel y no conozco lo que algunos llaman justicia. Puedes repetirme que no es justo mil veces, pero las cosas no siempre son equilibradas y las fuerzas del bien no van a ir en tu búsqueda. No suelo entrar en contactos con otros que no sean mis súbditos, los Goblins. Si bien a veces me relaciono con mocosas que no saben lo que quieren. Sí, niñas estúpidas que prefieren su mundo inventado de muñecas y joyas antes que a su hermano. Cierta noche una muchacha decidió decir las palabras exactas para que fuera a su encuentro: “Ojala te llevaran los Goblins ahora mismo”. Pero en vez de alegrarse al ver tan apuesto invitado en la habitación del mocoso o de caer en mis brazos pidió que le devolviera al mocoso. ¿Alguien entiende a las mujeres? Yo no, son muy egoístas a veces y algunas no miden las consecuencias de sus actos. Aunque, claro está, ningún humano piensa antes de actuar. En definitiva, la reté. Tenía llegar a mi hermoso y maravilloso, bien decorado, castillo que se hallaba en el centro de un laberinto.

La muy estúpida calló en el olvidadero, corrió mil desventuras por un niño que ni siquiera sabe ponerse el chupete. Hay que decir que el niño era hermoso, pero no vayan a pensar que lo eran más que yo. Me lo quería quedar. Hubiera sido un gran súbdito y no tan estúpido como algunos. Le di trece horas y fanfarroneó que era demasiado fácil, conclusión le resté unas cuantas por su arrogancia. Odio a las personas arrogantes, engreídas y petulantes, yo soy el único que puede serlo. Soy un mago, un dios en medio de la podredumbre y sin embargo no envejezco sino que evoluciono a niveles de maldad insuperables. Mi laberinto no es fácil, así que nadie diría ante mí que es sencillo.

Os cuento en que consiste el juego. La perspectiva de las cosas cambian constantemente, cambian las señales, las salidas y hay mil acertijos que deben comprender o al menos resolver. Por supuesto que hay ayudantes míos cubriendo cada esquina, aunque no se note que hay esquinas. La entrada da a un enorme camino que va hacia la izquierda o hacia la derecha. Si caminamos sin observar bien parece un pasillo, sin embargo hay entradas si se presta algo de atención. Dentro de él hay olvidaderos que son hoyos en la tierra que se hacen para que las personas caigan ahí y olvidarlas. Por supuesto tenemos el pantano del hedor eterno, donde si tocas la masa viscosa que emana quedarás apestado durante el resto de tu triste vida. Hay piedras que hablan de peligros, parlantes diría, que coloqué para volver loco a quien camina entre ellas además de confundir de salida. Los duendes que hay desplegados junto con pequeños monstruitos me ayudan al resto.

No contaba con dos problemas su testarudez y que se aliara con insectos chupópteros de mi reino. En definitiva perdí y como soy un hombre de palabra le devolví al bebé. En realidad no lo necesitaba, era una estúpida estratagema para que madurara de una maldita vez. Esa niña era una malcriada, seguiría siéndolo si no hubiera aprendido a tomar valor a algo más importante que sus libros, su hermano pequeño. Sí, además de charlatán y de ser un magnífico cantante e ilusionista tengo mi corazón. Crean o no en la magia existe y si me convocan podré hacer que aparezca una lechuza frente a vuestra ventana. Eso sí, me encanta llevarme a los niños y jugar con ellos mientras me divierto desafiando a los peones de mi tablero de ajedrez, vosotros.

Vaya, se hizo tarde y hoy toca tomar el té con la reina de corazones. Creo que esta vez ejecutará al as de picas y eso quiero verlo. Aunque ¿cómo se corta la cabeza a una cara de la baraja francesa? Debe ser algo difícil e inquietante. En fin, seguid el camino de las baldosas amarillas, chasquear los zapatos dos veces y gritad que soy el hombre más apuesto del mundo…pero no me molestéis si tan sólo queréis que os ayude con vuestra podrida imaginación televisiva.

Arrivederci