jueves, 10 de enero de 2008

El amor de los Ángeles

~El amor de los Ángeles~

*

El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta. El amor nunca falla. (1Cor. 13:4-8)

A veces me pregunto “dónde estás” cuando despierto en medio de la calma de esta inmensa soledad. La oscuridad ensucia mi piel clara y me atrapa entre sus garras tirando de mis alas. Mis ojos se clavaban por completo en los tuyos y hallaba la paz para mi alma. Ahora tan sólo siento el calor de los infiernos y un dolor brutal en mi corazón. Mis ojos están vendados y estoy ciego por completo. Camino a tientas percibiendo las brasas quemando mis pies, y mis manos se agarra a una baranda incandescente. Me pregunto porqué estamos en este lugar, porque puedo sentirte y no sé donde podrás hallarte. Me lamento continuamente, lloro y gimo ante esta prueba o castigo divino. Sé que mis alas se están cayendo, lentamente noto como caen las plumas tras cada paso dado y como acarreo en ellas un peso de más de cincuenta kilos. El recorrido es como un laberinto y cuesta arriba haciendo que perciba que alguien me empuja en cada instante. Dios dictó que debíamos ser castigados como hizo con el propio Luzbel. Tan sólo nos amábamos y para él ya era un pecado imposible de obviar.

Mi hermoso Gabriel siempre le servimos y sin embargo él nos trata con brutalidad.

Susurro mientras me adentro por un lugar que no tiene principio ni fin. Después varios lamentos y quejidos salen de mi boca, mis cabellos se pegan a mi piel desnuda por culpa del sudor y mi boca tiembla ante la falta de aire.

Que muerte tan cruel y absurda para un arcángel.

Me digo a mi mismo mientras comienzo a llorar sin remedio al recordar tu rostro, tus manos sobre mi cuerpo y tus palabras de amor que me hacían delirar.

Te amo

Digo con mis últimos alientos mientras siento como caigo sobre las ascuas, sin importar ya nada. Mi piel se diluye mientras se generan pompas como las de mis pies, mis alas se caen por completo y todo se vuelve aún más extraño. Pronto no siento dolor y una paz extraña me envuelve. Mi aliento se para, mi corazón también y mi cerebro se desconecta por primera vez. Sin embargo los recuerdos aparecen en mis ojos, una y otra vez, como una película desgastada susurrándome lo feliz que fui.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

-Dame tu calor.-Susurraste acariciando mi torso mientras besabas mi cuello.

-No puedo hacerlo, sabes que está totalmente prohibido amarse en este maldito mundo de frialdad.-Mascullé entristecido, deseando que todo se obviara por una maldita vez.-Debes irte.-Dije apartándolo un instante, aunque deseaba atraparlo.

-No me ames, tan sólo dame sexo.-Dijo acariciando mis labios con los suyos.

-Márchate.-Supliqué intentando ocultar mis instintos más primarios.

-No.-Respondiste acariciando mi rostro para morder mi lóbulo derecho.

-Por favor, Gabriel.-Susurré dejándome acariciar por sus manos en aquella habitación. Estaba en mi cuarto sentado en mi escritorio cuando llegó interrumpiendo mi trabajo. Sin embargo jamás me importó que lo hiciera. Sus cabellos rubios me enloquecían, como si piel y su aspecto frágil.

-Miguel, déjate adorar.-Masculló sentándose sobre mí mientras su boca se unía a la mía con lujuria.

Entonces dejé que el deseo borrara a la razón de un plumazo. Murió cualquier pero que pudieran surgir de mis labios y agarré sus nalgas con deseo. Jamás habíamos hecho aquello, era la primera vez que comenzábamos aquella locura y sin embargo sabíamos que hacer. Durante milenios habíamos observado a los humanos, sus sueños y metas junto al sexo más salvaje. Siempre deseé probarlo y cuando lo tenía a mi lado moría por la necesidad que me impregnaba. Quería verlo gozar con mi miembro, enloquecer con mis caricias y caer agotado por tanto exceso.

Lo empujé mientras lo besaba para llevarlo a mi cama. Se recostó sensualmente sobre el colchón dejando que sus cabellos rozaran expandiéndose sobre mis sábanas. Mi boca comenzó a rodar por su rostro y cuello mientras lo desnudaba. Lentamente le quité la levita y emprendí caricias sutiles sobre su figura. Verlo desnudo me demolía. Mis labios se aferraban a los suyos y mis manos acariciaron sus nalgas. Yo también acabé como él, sin nada que atara mis movimientos. Piel contra piel mi vello se erizaba y mi aliento se moría en su lengua. Eran inquietantes aquellas sensaciones y estallé en una necesidad intensa. Acariciaba sus piernas haciendo que me rodeara por mis costados. Sus dedos jugueteaban sobre mis hombros, mis brazos y mi cuello. Atrapó por completo mi cabeza y se enredó en mis cabellos tirando instintivamente de ellos. No hacían falta las palabras, las acciones hablaban por si solas. Sus ojos se clavaban en los míos buscando la fiereza que despertaba en mí.

Comenzamos a perlarnos de sudor y yo bebía de él para saciar mi sed. Mis dedos acabaron colándose bajo su entrepierna, entonces noté su excitación con mayor facilidad. Empecé a tocarle con delicadeza, para masturbarlo lentamente, mientras mordía sus pezones y poco a poco bajaba hasta su vientre. Acabé por rodear su virilidad con mis labios dejando que en mi entrara la lujuria más primitiva. Le miré con necesidad impresa en cada segundo, le necesitaba, y él gemía retorciéndose de placer agarrándose a las sábanas. Terminé por empapar en su boca mis dedos, los lamió sensualmente y acabaron por entrar en su interior ahondando en sus sentidos. Sus ojos estallaron en llamaradas. Los gemidos comenzaron a ser más seguidos, más livinidosos y más ahogados por su respiración agitada.

-Entra en mí.-Dijo balbuceando entre jadeos.

Hice lo que me pedía y me sumergí en sus entrañas. Era un lugar estrecho, me atrapaba por completo, y el calor era parecido al del mismísimo infierno. Estaba empalagado por el placer. Mi ritmo era lento, él gritaba dolorido y a la vez se estremecía por el goce que le regalaba, a la vez profundo y también compasado. Sin embargo acabé por perder el juicio y me moví lo más rápido que pude, sin perder profundidad. Él gritaba que me deseaba, que me amaba y adoraba. Yo sin embargo apenas podía hablar, estaba centrado en regalarle aquel instante y dejar que el mundo se partiera en mil pedazos. Dejé que mi esencia se liberara en su interior y él lo hizo entre ambos. Me miró con dulzura y me besó tiernamente pidiéndome que no le abandonara. Si bien no he podido cumplir mi promesa, ese mismo día nos separaron y nos sumergieron en lágrimas de dolor.

No entiendo porqué alguien que habla de amor, que pide que el padecimiento se evite nos hace esto.

¿Envidia quizás? Por sentir algo que él no puede tener, por comprendernos mutuamente o simplemente puro egoísmo. Simplemente no lo sé, lo único que tengo claro es que mi último aliento ha sido pensando en Gabriel.

[Cuando los arcángeles quieren aprender a amar pierden el control y caen en el infierno de sus propias perdiciones. Dios cree amar, sin embargo tan sólo envidia y destruye lo escasamente hermoso que hay en este mundo. La vida es bella, pero si se le quita el amor o se le restringe se vuelve una pesadilla. El mismísimo infierno se abre bajo nuestros pies si el juego del amor acaba y no fluctúa por nuestras venas. Jamás te niegues a amar, jamás niegues a tu corazón bombear por una ilusión, cree en ellas]

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Dame tu calor

Acaricia mis alas

Abrázame por completo

Y tortúrame

*

Lestat de Lioncourt

1 comentario:

Fantasías de otra vida dijo...

Me encanta cómo escribes, tienes talento :D

{Iwaki and Katou} <3 [Tócame]

LA HOMOSEXUALIDAD NO ES UNA ENFERMEDAD

Di NO a la Homofobia, la peor enfermedad