sábado, 26 de mayo de 2007

Diario


Bienvenidos al mundo de los ególatras.



Andando por la ciudad como un ciudadano más, sin nada aparente que me justifique ser distinto, tropecé con una hermosa librería. Me sentí atraido por completo, una librería nueva en la ciudad repleta de estantes con volúmenes sobre vampiros y demás criaturas. Mi hermosa amante colmada de belleza, miles de libros a mi alcance y a buen precio. Decidí entrar con gesto de chiquillo iluso atrapado en una fantasía imposible. Recorrí sus pasillos atestados, admiré los libros más caros deseando apoderarme de su esencia como el chico del perfume. Un joven que admira la prosa, el teatro o la poesía... algo extraño en este pueblucho sin sentido. Quedé quieto, conteniendo el aliento, ante los volúmenes de poesía de Machado, Lorca y Alberti. Los acaricié preguntándome si tendría dinero suficiente, entonces los vi. Era literatura Homosexual, sonreí aliviado de que tuvieran esos temas, lo gracioso era donde estaban situados, junto a la Biblia. Tomé uno de los libros, era erótico y pensé que alguna idea para mi novela podría tomar. Como el paisaje, la cama o simplemente formas de expresar el acto sexual. Corrí hasta donde se encontraba el mostrador, pagué y me lo llevé a casa. Comencé a leerlo y lo deboré. Me sentía atraido por su belleza, por sus páginas y su embriagador sentimiento de desespero.


Decidí hacer varios escritos, quería mejorar aquella novela y superar sus líneas. Hice varios, uno tras otro y aprendí a ser escritor erótico. Me costó trabajo al principio, era el pudor de un novato. Tenía dieciocho años y aún recuerdo el gesto del librero ante mi sonrrojo. El libro ya no lo tengo, creo que lo perdí o lo oculté demasiado al fondo del cajón de libros que tengo apartados de los ojos de madre. Aún recuerdo aquella historia, dulce y a la vez amarga. Creo que por ello siempre hago sufrir al lector, siempre le dejo un amargor en la punta de la lengua.


Ayer dejé uno de mis escritos, de los últimos, en una página en internet. Suelo hacerlo allí, dejar que reposen mis letras bajo derechos de autor o licencia. Me protejo las espaldas, no soy cruel, ni mal educado por ello. Muchos me increpan diciendo que enjaulo mi arte, que hago que no progrese... pero es una novela, maldita sea. Uno escribe para sí y para el mundo, quiero dejar mi mensaje si bien no quiero que se ponga el nombre de otro. Pitágoras no hizo su teorema, sino un alumno y sin embargo lleva su nombre. Muchos poetas, escritores o cantantes han visto alguno de sus hijos siendo proclamados por otros que ni siquiera saben que significa cada palabra mal puesta. Sin embargo jamás me vi tan humillado como ayer. Una pequeña sin cerebro, bastante estúpida a mi parecer, comentó la imagen del texto y no este como si no importara. ¿Saben realmente lo que cuesta hacer una obra? ¿Lo que duele que te la desprecien? Quizás no lo saben y encima todo lo que decía con cientos de faltas. No somos un diccionario andante, pero tampoco somos analfabetos sin remedio. Cuando se lo reproché me insultó e insinuó que sólo quería aplausos. Según ella lee todo lo que cae en sus manos, aunque no sabe ni escribir correctamente un más o un por qué. Dudo que tenga la cultura que yo poseo, que contiene la esencia de mi pareja o más de un amigo mío. Expuesto en su página tenía para deleite de ignorantes una poesía sin sentimiento e igual que miles en tarjetas baratas para felicitaciones absurdas. Intenté ser cordial y crítico comprensivo hasta que me humilló y comunicó que la insulté.


Me pregunto si sabe mi recorrido, si sabe el porqué lo hago o no cada texto.. si ni siquiera me conoce. Es injusto que te juzgen, que insulten a tu esposo y quede impune. Según muchos por celos no se lee lo del resto, se creen superiores y cuando no lo son se encabritan teniendo pataletas de crios de no más de dos años. Pero los infantes cuando le quieres leer un hermoso texto los admiran con los ojos brillantes, cuando se les da una poesía escueta la aprenden sin miramientos o se enamoran de personajes inquietantes. No saben nada, sólo emitir falsos juicios y bazofia escrita con dedos incultos. Yo cuando aprendí a escribir, tendría cinco años, me fijaba bien como eran las palabras para no errar. Me costó hacer buena caligrafía y ortografía... temblaba ante un papel en blanco que ahora amo tanto... y acabé siendo un maestro de otros más pequeños. Ahora nadie quiere mi mano porque les escuece, no soy mejor que ellos como persona si bien sé más de literatura (no que todos, sino que algunos) e intento ayudarlos (no humillarlos).


Se dan cuenta que patéticos son los seres humanos? los hombres y mujeres tachados de inteligentes...


Yo a veces me creo tan sólo un espectro, un alma errante y quizás un borrón en medio de los edificios de metal y hormigón.


Cuando esto sucede se van al insulto fácil o al juicio menos loable : Eres un maricón, un resentido de mierda, ojalá se te caigan los dedos, eres patético, dedícate a otra cosa...etc...


Ahora yo les digo... quién es el patético? yo no...yo simplemente me río permaneciendo inmóvil como un ángel de mármol.


Ja Ja Ja... los heteros se creen mejor que yo... ¿quién es el ególatra? el que lee un texto y aplaude al autor pero le da tenues consejos o quien no los escucha e insulta una obra sin conocerla...


EGOLATRA SERÁS TÚ... yo simplemente un escritor...

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