Sentado en el borde de un edificio de nueve plantas me hallo. Son las seis de la mañana y la noche recubre todo con su manto. El día parece venir lentamente desde el horizonte, aunque el sol parece que aún no se recuperó de sus heridas. Soy un ente de las tinieblas y me comunico al mundo por medio de mis palabras, sutiles y detestables palabras. Las líneas de esta carta son arrojadas al vacío, al igual que mi alma tras cada nuevo día. En realidad soy un ser humano, mi carne corrupta recubre mis huesos y órganos, mi piel dañada por su incapacidad de tolerar el sol es el papel de regalo de mi alma intangible. Soy un extraño ente que odia a su propia raza. Camino por el tejado contemplando las luces de neón parpadeando, en el asfalto los automóviles juguetean con la muerte por causa de las prisas o el alcohol, los felinos arañan sus gargantas en un canto acogedor y mis dedos coquetean con mis cabellos.
Bajo los escasos peldaños hasta llegar a la novena planta y me encamino a mi hogar. En el quinto piso yacen mis recuerdos, un juego de muñecas y la llave abre la puerta. Cierro dando un portazo, enciendo la luz del pasillo y me adentro en mi habitación. Los libros siguen apilados en un rincón, el periódico del día anterior sobre la mesa, el bolígrafo recostado sobre el portafolio y el ordenador prendido. Los poemas parecen cantar, danzar y reír a mi alrededor mientras la cama me incita a caer sobre sus ropas. Me siento en la silla, busco en mis pensamientos y renace la historia de un viejo recuerdo.
Hace un tiempo yo era un ángel negro, sin luz, y me dejaba guiar por la soledad junto con la amargura. Reptaba por el mundo dejando hostilidad y desvaríos. Los golpes, las yagas y heridas infestadas aún perduran escociendo mi piel. La música de Nicolás Paganini me interrumpe, un solo de violín chirriante cantando melancolía, el reproductor parece manifestarse y burlarse de aquel desvarío. Me desnudo frente a una ventana abierta al mundo, la brisa de la ciudad me recubre y mis ropas caen al suelo. Desnudo camino hasta la ducha, el agua cae sobre mi débil cuerpo demacrado. Soy un cristo lleno de marcas cargando la cruz del odio.
-Louis.- Un susurro se escapa de mi boca, un nombre que jamás debió usar aquella persona que dijo amarme, desearme y conocerme. No luchó por mí, tampoco dio la cara cuando me insultaron y se regodeó de mi dolor. La simiente de la hipocresía germinaba en su corazón, me lo demostró destrozando todo en lo que creía. Plagió mi forma de ser, mis escritos, mi alma incluso sufrió su imitación vulgar. De nuevo un enfrentamiento con el pasado, con un fantasma de un humano muerto. Tomo la toalla y recuerdo como se lavó las manos ante mi dolor, tantas veces. Mintió sobre mí, sobre quien era y rodeó de bazofia mi espectro. Jamás me vengaré dejaré que el tiempo bañe su cuerpo con su propio castigo.
-La mentira siempre estrangula, siempre te destruye y acabará con lo que amas. Louis dejaré que el tiempo te borre, te oculte y te castigue con su fuste. No soy quien para aplicarte juicio, estoy demasiado involucrado.- Sonrío, me jacto de mis palabras y me miro al espejo desnudo dejando a relucir mis dotes. Soy un hombre, bello o detestable, y a la vez un demonio. La imagen de sus lágrimas me excita, es irresistible desear ver su hundimiento.
Me marcho rumbo al lecho y me recuesto, la música ahora es de Hendel y la fotografía fría de Marius impresa en una hoja de papel me hace sonreír dulcemente. Mis colmillos rozan mis labios, son de nacimiento. Mi amante, mi dulce criatura, aquel que dibuja hasta altas horas de la noche y comunica al mundo la belleza de sus escritos. Mi patricio, mi juez, mi villano, mi seductor ángel negro… mi veneno…hace que resucite mi lado más amable. Dicen que estoy demente y es verdad…puedo sentir a mi amante aunque este alejado de las yemas de mis dedos. Su aliento entrecortado, su lengua aferrándose a la mía y el deseo de ser mío en cada instante…soy dueño de una criatura a la que esclavizo en cada movimiento de mi cuerpo…¿qué más da lo antiguos enemigos? ¿saben esto que sus intentos de verme decaído son vanos?
Bajo los escasos peldaños hasta llegar a la novena planta y me encamino a mi hogar. En el quinto piso yacen mis recuerdos, un juego de muñecas y la llave abre la puerta. Cierro dando un portazo, enciendo la luz del pasillo y me adentro en mi habitación. Los libros siguen apilados en un rincón, el periódico del día anterior sobre la mesa, el bolígrafo recostado sobre el portafolio y el ordenador prendido. Los poemas parecen cantar, danzar y reír a mi alrededor mientras la cama me incita a caer sobre sus ropas. Me siento en la silla, busco en mis pensamientos y renace la historia de un viejo recuerdo.
Hace un tiempo yo era un ángel negro, sin luz, y me dejaba guiar por la soledad junto con la amargura. Reptaba por el mundo dejando hostilidad y desvaríos. Los golpes, las yagas y heridas infestadas aún perduran escociendo mi piel. La música de Nicolás Paganini me interrumpe, un solo de violín chirriante cantando melancolía, el reproductor parece manifestarse y burlarse de aquel desvarío. Me desnudo frente a una ventana abierta al mundo, la brisa de la ciudad me recubre y mis ropas caen al suelo. Desnudo camino hasta la ducha, el agua cae sobre mi débil cuerpo demacrado. Soy un cristo lleno de marcas cargando la cruz del odio.
-Louis.- Un susurro se escapa de mi boca, un nombre que jamás debió usar aquella persona que dijo amarme, desearme y conocerme. No luchó por mí, tampoco dio la cara cuando me insultaron y se regodeó de mi dolor. La simiente de la hipocresía germinaba en su corazón, me lo demostró destrozando todo en lo que creía. Plagió mi forma de ser, mis escritos, mi alma incluso sufrió su imitación vulgar. De nuevo un enfrentamiento con el pasado, con un fantasma de un humano muerto. Tomo la toalla y recuerdo como se lavó las manos ante mi dolor, tantas veces. Mintió sobre mí, sobre quien era y rodeó de bazofia mi espectro. Jamás me vengaré dejaré que el tiempo bañe su cuerpo con su propio castigo.
-La mentira siempre estrangula, siempre te destruye y acabará con lo que amas. Louis dejaré que el tiempo te borre, te oculte y te castigue con su fuste. No soy quien para aplicarte juicio, estoy demasiado involucrado.- Sonrío, me jacto de mis palabras y me miro al espejo desnudo dejando a relucir mis dotes. Soy un hombre, bello o detestable, y a la vez un demonio. La imagen de sus lágrimas me excita, es irresistible desear ver su hundimiento.
Me marcho rumbo al lecho y me recuesto, la música ahora es de Hendel y la fotografía fría de Marius impresa en una hoja de papel me hace sonreír dulcemente. Mis colmillos rozan mis labios, son de nacimiento. Mi amante, mi dulce criatura, aquel que dibuja hasta altas horas de la noche y comunica al mundo la belleza de sus escritos. Mi patricio, mi juez, mi villano, mi seductor ángel negro… mi veneno…hace que resucite mi lado más amable. Dicen que estoy demente y es verdad…puedo sentir a mi amante aunque este alejado de las yemas de mis dedos. Su aliento entrecortado, su lengua aferrándose a la mía y el deseo de ser mío en cada instante…soy dueño de una criatura a la que esclavizo en cada movimiento de mi cuerpo…¿qué más da lo antiguos enemigos? ¿saben esto que sus intentos de verme decaído son vanos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario