
Imagen de Ville Valo
Texto Inmortal
Dedicado a Santiago Martinez (Emoboy)
Estalla en lamentos un viejo violín, sucumbe a su dulce desencanto las lágrimas que brotan en mis ojos. Me sumerjo en las tinieblas, las cuerdas tiritan bajo mis dedos y el mundo se hace tan pequeño como una caja musical. La oscuridad me envuelve, la sangre hierve en mis venas y mis labios quedan mordisqueados por el énfasis de mis dientes. La locura ha corrompido mi alma, mi mente esta en el páramo de la esquizofrenia colectiva y mis manos no cesan en el vaivén del arco de mi instrumento. Mi cuerpo danza solo, una energía extraña se apoderó de él. Unas pequeñas gotas de sudor se muestran en mi frente, mis cabellos se pegan a ella y siento que un aire cálido los enreda. Noto mis alas mientras el mundo se diluye como terrón de azúcar en agua. Al sonreír siento mis colmillos rozar mi boca ensangrentada por mis mordiscos.
He sobrevivido haciéndome el valiente, he afrentado miles de dificultades y he conseguido llegar a sentir paz por unos instantes. La eternidad me espera con los brazos abiertos, mientras el ángel de la muerte me guía por las calles más céntricas de esta intratable urbe. Soy un joven viajero que no tiene destino. Hace mucho que vine a parar a este lugar donde mi rostro es uno más, no soy alguien importante y me siento protegido por el anonimato. Mi violín, mi hermoso acompañante, es lo único que tengo y que alivia las noches más amargas. Usualmente camino sin cesar, busco el principio y el final de todo sintiendo como el aire mece mis ropas. Corretear machacando el asfalto, salpicando por la lluvia recién caída o silenciando mis zancadas hasta mi presa. Soy un hombre encadenado a un mundo que jamás será suyo. Mis ojos de niño extraviado, mi piel blanquecina de puro rayo de luna y mis rasgos delicados me hacen aparentar ser un chico perdido.
Hoy he decidido desenvolver a mi amante, arquear mi cuerpo y hacer melodías imposibles sobre un tejado de un hogar abandonado. Todos se paran a escuchar al joven que canturrea la nana de un difunto. El frío del invierno cala mi piel mientras mis dientes no se ocultan tras el disfraz. Soy un asesino que se gana la existencia de cada día robando vidas, algunas tan hermosas y delicadas mientras otras son de despóticos y viles humanos. Muchos han hablado en sus escritos de violinistas malditos, de vampiros con dotes sobre la música o el arte, pero pocos conocen realmente la verdad que yace tras nuestro semblante siempre perfecto. La verdad es que no tengo a amigos, quizás conocidos, todos me juzgan y nadie me conoce, soy una mota de polvo mecida en la nada y deslumbrado al resto. La vida no tiene sentido, dejó de tenerla hace demasiado tiempo, he recorrido tantos lugares que jamás podría hacerlo un ser humano en una sola vida. Soy longevo y aparento tan sólo diecisiete años. En este milenio de ordenadores, de chips, de muertes por agentes invisibles vertidos en el aire o de crueles pervertidores de mentes infantiles…en este milenio no hay hueco para románticos, no hay seres que busquen desesperadamente la verdad y se complazcan con una mirada para enamorarse. Por ello esta será mi última canción, me ocultaré en las sombras y me enterraré en la tierra…dormiré durante décadas hasta que el ser humano sea tal y yo pueda vivir feliz entre ellos. El dolor llena mi pecho, las voces retumban mi cabeza…soy demasiado débil para continuar sintiendo lo que siento.
Yo que soy el monstruo tengo emociones más puros que el propio hombre…es esta la ironía de mi existencia.
He sobrevivido haciéndome el valiente, he afrentado miles de dificultades y he conseguido llegar a sentir paz por unos instantes. La eternidad me espera con los brazos abiertos, mientras el ángel de la muerte me guía por las calles más céntricas de esta intratable urbe. Soy un joven viajero que no tiene destino. Hace mucho que vine a parar a este lugar donde mi rostro es uno más, no soy alguien importante y me siento protegido por el anonimato. Mi violín, mi hermoso acompañante, es lo único que tengo y que alivia las noches más amargas. Usualmente camino sin cesar, busco el principio y el final de todo sintiendo como el aire mece mis ropas. Corretear machacando el asfalto, salpicando por la lluvia recién caída o silenciando mis zancadas hasta mi presa. Soy un hombre encadenado a un mundo que jamás será suyo. Mis ojos de niño extraviado, mi piel blanquecina de puro rayo de luna y mis rasgos delicados me hacen aparentar ser un chico perdido.
Hoy he decidido desenvolver a mi amante, arquear mi cuerpo y hacer melodías imposibles sobre un tejado de un hogar abandonado. Todos se paran a escuchar al joven que canturrea la nana de un difunto. El frío del invierno cala mi piel mientras mis dientes no se ocultan tras el disfraz. Soy un asesino que se gana la existencia de cada día robando vidas, algunas tan hermosas y delicadas mientras otras son de despóticos y viles humanos. Muchos han hablado en sus escritos de violinistas malditos, de vampiros con dotes sobre la música o el arte, pero pocos conocen realmente la verdad que yace tras nuestro semblante siempre perfecto. La verdad es que no tengo a amigos, quizás conocidos, todos me juzgan y nadie me conoce, soy una mota de polvo mecida en la nada y deslumbrado al resto. La vida no tiene sentido, dejó de tenerla hace demasiado tiempo, he recorrido tantos lugares que jamás podría hacerlo un ser humano en una sola vida. Soy longevo y aparento tan sólo diecisiete años. En este milenio de ordenadores, de chips, de muertes por agentes invisibles vertidos en el aire o de crueles pervertidores de mentes infantiles…en este milenio no hay hueco para románticos, no hay seres que busquen desesperadamente la verdad y se complazcan con una mirada para enamorarse. Por ello esta será mi última canción, me ocultaré en las sombras y me enterraré en la tierra…dormiré durante décadas hasta que el ser humano sea tal y yo pueda vivir feliz entre ellos. El dolor llena mi pecho, las voces retumban mi cabeza…soy demasiado débil para continuar sintiendo lo que siento.
Yo que soy el monstruo tengo emociones más puros que el propio hombre…es esta la ironía de mi existencia.
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