martes, 18 de septiembre de 2007

Diario








Ellos y Yo








Nuestras vidas son pequeños hilos que se van desgastando lentamente. Algunos no saben disfrutarla, se reprimen y dejan a un lado lo que desean realmente. La verdad jamás ha sido hermosa, siempre tiene su lado horrible y sobretodo si nos afecta destrozándonos. Somos hombres y mujeres en pleno vorágine social, un mundo donde las apariencias es lo que importa y devorar al mejor competidor es lo que cuenta. La mentira, la hipocresía, el salvajismo y los insultos son el pan nuestro de cada día. Hacemos que la vida sea imposible de vivirla, que no la deseemos y nos enclaustremos en un camino tortuoso.

Cuando alguien se presenta ante mí con su egocentrismo barato, su egoísmo absurdo y sus palabras majestuosas hacia su trabajo insultando el mío simplemente me río. Sí, me río y pienso que vida más vacía debe llevar. Creerse superior a alguien sin demostrarlo tan sólo muestra la vanalidad, la mentira y la estupidez humana en su total desarrollo. El hombre desde que es hombre siempre ha perseguido ser mejor que el vecino, en el momento que la competición deja de ser sana y se convierte en una carrera de idiotas es repulsivo.

He visto a muchos juzgarme, decir de mi que soy un monstruo o burlarse de lo que soy. Si pensamos detenidamente dicen ser mejores que yo, sin embargo yo actuo solo y en consecuencias de mis actos. Ellos, pobres infelices, lo hacen acompañados de su necedad. Insultar a una persona por su sexualidad y juzgarla por ello da a entender que no hay otro motivo. Dicen que es otro distinto, pero que es más fácil atacar ahí…y yo me lo creo. Por favor no soy idiota. La cuestión es ver claramente que quieren hundirte y sonreír ante la tempestad, hacer oídos sordos a sus palabras de niños pequeños y caminar hacia la libertad.

Yo personalmente jamás he mirado mal a nadie, tampoco me he puesto a investigar sobre otra persona o la he insultado por el simple hecho de que tenga los ojos grises. Es una estupidez jugar a alguien por lo que es sexualmente o por una cuestión biológica. Pero en este mundo todo esta dado como válido. Se proclaman hijos de la libertad cuando la encierran en esos instantes en el zulo más oscuro. La libertad hay que ganársela y deja de ser tal cuando no se respeta a un igual. Sí, porque aunque seamos competidores somos iguales. Yo no me diferencio de otro en su físico, en sus órganos internos o en mis necesidades primarias. Sin embargo la educación, el saber juzgar coherentemente, el amor al arte o simplemente la forma de ver la vida nos diferencia.

Tengo competidores a lo largo y ancho del mundo. Algunos son mis mejores amigos, otros son enemigos repulsivos a los que ya ni les dedico una línea. Los buenos competidores siguen una regla de diplomacia, saber estar y respeto mutuo. Yo he llegado a forjar lazos con compañeros de viaje, con aquellos con los que corro y recorro este mundo. Aliados en los momentos duros y enemigos sobre el papel o en la melodía de una canción. Cada cual somos mejores o peores en un aspecto del arte, es el lugar donde me muevo y no otro, así que se nos juzga por nuestra obra. En la sociedad se debería juzgar a las personas por sus actos, no por sus rasgos o forma de amar. Sin embargo la gran masa, las ovejas sociales, no saben nada de lo que es ser un animal social. Un animal social es una hormiga que compite y colabora, que respeta y tira de la cuerda para conseguir algo mejor para sí y para los suyos. En un hormiguero esta basado en las obreras, la reina y el macho. Reina y macho procrean dando a más hijas, las hijas traen lo necesario para la vida de todos, lo comparten sin miramientos porque todos son iguales. En la sociedad nos dividimos por alta clase, mediana clase y luego el rincón de la pobreza. También por la sexualidad, el color de piel, el género, el tipo de ropa que uses, los tipos de trabajo, los periódicos que leas porque eso denotan de qué partido político eres y un infinidad de matices. Todo es diverso y a la vez homogéneo. Para ser un ente social, una persona con personalidad propia hay que leer demasiado y razonar más aún. Yo soy el eterno observador, me gusta ver las diferencias que tengo con el resto y a la vez la igualdad. Quizás tengo más en común con un Senegalés que con mi propio vecino, por ideas y por la forma de mirar.

En definitiva que la sociedad juzga demasiado y no se sabe juzgar a si misma, no sabe ver que las diferencias son lo que enriquecen a la cultura y que la homogeneidad es también un concepto presente si nos quitáramos la piel a tiras. La competición es sana si se siguen unas reglas de coherencia, no vale el juego sucio y mucho menos sacar sus trapos a lavar. La libertad se tiene que ganar con razonamiento y se pierde cuando no hay educación de por medio. Yo aún así siendo un animal social me siento a un lado de esta y la admiro, la admiro en toda su plenitud y sin juzgarla la explico…yo no quiero pertenecer a un mundo que sólo se mira su ombligo y que se mueve como un rebaño de ovejas descerebradas.

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