En el Nombre de Dios.
Durante días había corrido por el monte, me había alimentado de mi ira y no había bebido ni agua. Fueron tres días si mal no recuerdo viviendo como un animal salvaje, liberando mi alma bajo una lluvia que no cesaba. Estaba harto de todo, quería acabar con ello y en mi mente bombeaba la mentira.
“Santificado seamos todos en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo”
Las campanas de la iglesia resonaba por todo el valle, yo lo divisaba. Parecía un mendigo con la ropa empapada en lluvia y fango, mis pies estaban descalzos y mi pelo caía sobre mis ojos con matices de locura. Me adentré entre los peñascos, bajé al pueblo y caminé por las calles. La gente me miraba llenos de temor. Mi torso estaba descubierto, tan sólo llevaba unos vaqueros y una pistola en la mano derecha.
“Dios busca justicia, dios pide que sea el único adorado y que no se rinda tributo a figuras.”
Mi mirada estaba henchida en odio. Quería hacer arder la iglesia. Nadie en el pueblo me había visto de aquel modo. Sebastián vino a mi encuentro, parecía desconcertado e intentaba apartarme de mi peregrinación. Me tomó de los brazos e intentó llamar mi atención. Lo empujé y cayó al suelo mientras todos me temían.
“Dios ama a todos, dios no hace juicio alguno y acepta a sus hijos tal y como son. Dios entiende, dios ayuda y te ama. Jamás estarás solo si le rezas. Él te reconfortará siempre.”
Al entrar en la capilla sólo había un murmullo único, la de Facunda una vieja viuda, y las velas estaban encendida a nuestra Virgen del Valle. Me aproximé decidido al púlpito donde en numerosas ocasiones me había subido a dar mi discurso, tan barato y vacío como las almas de muchos. Entonces disparé entre ceja y ceja a la virgen, a los santos y al cristo que se hallaba en la cruz. Tomé el agua vendita y apagué las llamas de la fe, los cirios. Los gritos de Facunda hacían eco en la iglesia, salió corriendo y cayó de bruces, pero no importó porque se levantó para seguir su recorrido hasta la salida.
“Amar no es pecado, porque Dios nos dijo que debíamos amarnos unos a los otros. Debemos amar a nuestros hermanos y hermanas. Tenemos que perdonarles sus errores y ayudarles en todo lo posible. Somos una gran familia, la gran familia que Dios creó.”
-Padre Ángel, ¿se ha vuelto loco?-Escuché la voz de Marcela, una de las feligresas.-Ha destrozado a las imágenes, ha derramado el agua bendita y ha apagado las velas que habían encendido por los enfermos.-Enumeró mis actos como si fueran una masacre comparable a la de más de cien niños moribundos en un enfrentamiento. Tan sólo eran imágenes, nada ni nadie vivía o moría por ellas. La devoción ciega mataba a las almas, las envenenaba.
-No, no me he vuelto loco. Pero Dios no me ama. Hace algunos días que dejé de ser cura, paso de vosotros borregos de un miserable que no existe y de aparentar lo que no soy. Hoy ha vuelto el guerrero que creí muerto, hoy vuelvo a ser libre. Soy homosexual y nadie me va impedir desear a mi amante.-Me volví encolerizado.-Porque yo jamás creí en él, pero al menos sigo sus dictados. No quiere imágenes, no quiere falsos cultos y la mejor iglesia esta en nosotros mismos. El sexo no es pecado si se hace por amor, si es consentido, porque dios nos pidió que nos amaramos.-Susurré caminando entre la hilera de bancas.-Ahora me voy de este pueblo, olvídenme.-Mascullé.
“Santificado seamos todos en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo”
Las campanas de la iglesia resonaba por todo el valle, yo lo divisaba. Parecía un mendigo con la ropa empapada en lluvia y fango, mis pies estaban descalzos y mi pelo caía sobre mis ojos con matices de locura. Me adentré entre los peñascos, bajé al pueblo y caminé por las calles. La gente me miraba llenos de temor. Mi torso estaba descubierto, tan sólo llevaba unos vaqueros y una pistola en la mano derecha.
“Dios busca justicia, dios pide que sea el único adorado y que no se rinda tributo a figuras.”
Mi mirada estaba henchida en odio. Quería hacer arder la iglesia. Nadie en el pueblo me había visto de aquel modo. Sebastián vino a mi encuentro, parecía desconcertado e intentaba apartarme de mi peregrinación. Me tomó de los brazos e intentó llamar mi atención. Lo empujé y cayó al suelo mientras todos me temían.
“Dios ama a todos, dios no hace juicio alguno y acepta a sus hijos tal y como son. Dios entiende, dios ayuda y te ama. Jamás estarás solo si le rezas. Él te reconfortará siempre.”
Al entrar en la capilla sólo había un murmullo único, la de Facunda una vieja viuda, y las velas estaban encendida a nuestra Virgen del Valle. Me aproximé decidido al púlpito donde en numerosas ocasiones me había subido a dar mi discurso, tan barato y vacío como las almas de muchos. Entonces disparé entre ceja y ceja a la virgen, a los santos y al cristo que se hallaba en la cruz. Tomé el agua vendita y apagué las llamas de la fe, los cirios. Los gritos de Facunda hacían eco en la iglesia, salió corriendo y cayó de bruces, pero no importó porque se levantó para seguir su recorrido hasta la salida.
“Amar no es pecado, porque Dios nos dijo que debíamos amarnos unos a los otros. Debemos amar a nuestros hermanos y hermanas. Tenemos que perdonarles sus errores y ayudarles en todo lo posible. Somos una gran familia, la gran familia que Dios creó.”
-Padre Ángel, ¿se ha vuelto loco?-Escuché la voz de Marcela, una de las feligresas.-Ha destrozado a las imágenes, ha derramado el agua bendita y ha apagado las velas que habían encendido por los enfermos.-Enumeró mis actos como si fueran una masacre comparable a la de más de cien niños moribundos en un enfrentamiento. Tan sólo eran imágenes, nada ni nadie vivía o moría por ellas. La devoción ciega mataba a las almas, las envenenaba.
-No, no me he vuelto loco. Pero Dios no me ama. Hace algunos días que dejé de ser cura, paso de vosotros borregos de un miserable que no existe y de aparentar lo que no soy. Hoy ha vuelto el guerrero que creí muerto, hoy vuelvo a ser libre. Soy homosexual y nadie me va impedir desear a mi amante.-Me volví encolerizado.-Porque yo jamás creí en él, pero al menos sigo sus dictados. No quiere imágenes, no quiere falsos cultos y la mejor iglesia esta en nosotros mismos. El sexo no es pecado si se hace por amor, si es consentido, porque dios nos pidió que nos amaramos.-Susurré caminando entre la hilera de bancas.-Ahora me voy de este pueblo, olvídenme.-Mascullé.
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