Tictac, tictac, las manecillas del reloj, tictac, tictac…
Dormía placidamente cuando desperté por la llamada de la noche, salí al balcón y contemplé la luna. Esa luna que sirvió de inspiración a tantos poetas, pintores, fotógrafos, cineografos y porqué no simples enamorados…sí, la luna llena preparada para mi canto ronco e infalible. Los bohemios somos bastante irresponsables, pero siempre llegamos a la hora de media noche. Me estiracé, lavé mi rostro como pude y me senté en la barandilla. Mis ojos azules se expandieron y contrajeron varias veces ante la belleza. Una ciudad en calma y a lo lejos el eco de los míos.
“Hoy será una buena noche”
Comenté mientras sacudía la cabeza y azotaba mi cola inquieto.
“Debo de esperar a Stuart”
Murmuré ronroneando al deleitarme con las locuras que cometería. Entonces lo vi, lo vi al fin. El gato blanco de la señora Marlene. Era un felino impresionante, jamás lo había visto con mis propios ojos. Tenía un pelaje mullido, sedoso, y parecía tan estirado como ella. Sin embargo comprendí que no todos los animales nos parecemos a nuestros dueños. Si yo me pareciera al mío sería un borracho que escribe novelas policíacas e infumables. Él logró saltar hasta mi balcón y se sentó a mi lado.
-Has visto la luna como brilla hoy.-Murmuró.-Seguro que la marea esta alta en el sur.-Susurró.-Aunque aquí en la ciudad poco importa la luna, las estrellas o la vida apacible…importa el consumismo y si es eléctrico aún más.-Comentó riéndose mientras ponía su zarpa sobre mi cabeza.-Me presento pequeño, me presento. Me llamo Allan.-Murmuró.-Soy tu vecino.-Comentó mientras masajeaba mi cabeza.
Aunque me pareció prepotente, poco a poco me acostumbré a él y caí rendido a sus caricias. Nos amamos, nos deseamos y tuvo que marcharse nuevamente al sur con su refinada dueña. Ahora estoy tumbado junto al teléfono porque espero su llamada, espero que me llame o saber noticias suyas…aunque sé que es imposible para un gato levantar el teléfono y comunicarse al resto del mundo.
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