Querido Avicus
¿Cómo te atreves a pedirme semejantes cosas? Si estas solo es porque tú lo deseaste, hacías más caso al estúpido de Marius que a nuestra relación. Cualquier conversación que teníamos salía su nombre, su legado, sus libros y lo que te había enseñado. Parecías un crío ingenuo cargado de una fascinación inútil. Estoy cansado de que lleguen tus poemas de amor a mi morada, que me halagues en medio de tus citas y reclames que sea tu amante nuevamente. Sin embargo no te has parado a pensar si lo deseo o no, pero si ahondo en mi corazón y leo en mis latidos la verdad es que no puedo dejar de amarte. Te adoro, lo sabes, para mí eras un Dios de la naturaleza y era el sirviente de esta. Siempre fuiste mi amado Dios de los árboles…pero yo para ti fui el idiota que te rescató salvando su pellejo y el tuyo.
Así que deja de lamentarte, de excitarte en tus juegos mentales de odioso pervertido y espérame que iré a buscarte a ese dichoso bosque. Sólo espero que cuando llegue no cometas el error de conversar sobre el pasado, porque lo que ahora lo que me apetece es ver el futuro y olvidar los errores de ambos. Sé listo y deja de llorar, detesto que lo hagas…en realidad me enfurece hasta tal punto que deseo golpearte. Deja de hacerlo, te lo ruego y sabes que jamás te he rogado nada.
Te adoro, adoro tu cuerpo de guerrero debilitado frente a mí. Eres como un niño, ingenuo y agradable, eso es lo que más me gusta de ti. deja que te abrace cuando llegue a buscarte y todo habrá acabado.
Te deseo
Mael, El Celta
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