Carta de Marius

Querido Amadeo

Sí, Amadeo, siempre serás mi pequeño y frágil niño, ese que con sólo una mirada me hacía desear poseerlo una y mil veces. Yo también hecho de menos tu cuerpo, tu aliento cayendo suave y deliberadamente sobre mi piel junto con tus manos jugueteando con las hebras de mis cabellos. Mi hermoso niño de cabellos rojizos, castaños con el toque del fuego, el mismo fuego que haces que emane de mí por culpa del vaivén de tus caderas. Tus prietas nalgas, tu piel de seda, su seductora mirada coqueta y sincera me enloquece. Por supuesto que te pintaré con mis caricias, que te haré arrodillarte ante mí para que pruebes el poder de este milenario hijo de las sombras. Pequeño mío, te secuestraré en mis brazos y sabrás que es el infierno.

Deja que te moldee con las yemas de mis dedos, que los sumerja en tu entrada y te haga cantar suaves versos de placer. Tan joven, tan eterno y siempre regalándome tu interior. Sé que tiemblas pensando en mi nombre y me halaga saberlo. Te abrazaré sintiendo que un ángel se desvanece en mis brazos y ahondaré en ti para que puedas notar al mismísimo demonio. Siempre serás mi tentación, jamás dejarás de ser el sabor de la fruta prohibida.

Iré a buscarte y te haré el amor como siempre te lo he hecho, lento y profundo hasta hacerte delirar. Mi precioso ángel, abre tus alas y espera a que llegue como siempre. Deseo calmarte y besarte dulcemente. Sin prisas te haré mío y luego fotografiaré en mi mente cada instante para poder recordarlos eternamente. Te adoro, no lo olvides, te quiero más que a mis propias manos. Eres una obra de arte en medio de un mundo sin sentido. Iré a dibujarte lentamente con la mirada y a palpar el cuadro perfecto de tus facciones.

Siempre seré tu maestro,

Marius Romanus, Hijo de los Milenios