Acógeme en tus brazos Maestro pues temo a la eternidad más que a la muerte. Necesito que me acojas en tu templo y pintes sobre mi cuerpo caricias que hagan que olvide todo…incluso a mi mismo.
Mi amor por Marius aumentaba al igual que mis conocimientos sobre las pinturas. Él solía garabatear los lienzos con mis rasgos infantiles y yo tan sólo posaba deseando que sus manos dejaran el pincel para tomar mi figura. Solía decirme a mi mismo que algún día sería por completo de aquel hombre, ese que me había convertido en el príncipe de su hogar y en fuente de inspiración. Sus dedos sobre mi rostro, su aliento en mi cuello y su aroma me hacían delirar. Cada vez que un hombre me tocaba pensaba en él, iba de cama en cama siendo tomado en colchones de hombres diplomáticos como bohemios pero ninguno como mi Maestro. Era una obsesión y cuando supe el porqué me rechazaba sentí que el mundo moría a mis pies. Quise la eternidad, aunque la temía, y en un momento de flaqueza le rogué que me hiciera de su reino. Los meses pasaron y un desafortunado accidente me llevó al borde de la muerte, donde lo esperé expectante a que me librara de los brazos de la parca. Él vino y no fue un sueño delirante, me convirtió en su hijo y amante ocultándome por siempre de los rayos del sol. Sin embargo la diosa fortuna nos alejó en medio de una guerra que ni él mismo comprendía. Cuando desperté sin una mínima esperanza maté la fantasía que él despertaba en mí. Crecí sin amor recordándole como única solución... Me hice líder de mis semejantes, me probé ropas rasgadas y tuve como perfume el hedor de los cuerpos en descomposición del cementerio de Los Inocentes.
Soy un niño, un niño eterno. Un muchacho deseado y desafortunado. La estrella más oscura del firmamento que a veces se ilumina con un fulgor especial. Rostro de ángel, cuerpo delicado y mente retorcida… es así como muchos me dibujan, como un mero juguete roto en brazos de una vida plagada de amargas experiencias que te hacen ser de hielo.
Aunque juegue con otros
Aunque mis labios se posen en la boca de desconocidos y de ebrios muchachos
Aunque mi nombre se borre de la mente de todos mis amantes
Sé que en ti dejé huella, como tú la dejaste en mí. Mi hermoso confidente, amante y padre benefactor…jamás te olvidaré mi Maestro, por ello vuelve a mí y pinta tu mejor obra usando como lienzo mi piel.
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sí por esta vez he hecho de Amadeo
¿por qué? porque gracias a cierto imbécil tengo que hacer el rol como Amadeo y como Lestat, pero mejor para mí, así tengo dos oportunidades para aproximarme a Romanus, que lo hace mi pareja.
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