Padre nuestro que estas en los cielos, cegado con tu ira divina y tu egocentrismo, regalándonos miserias y jactándote de los que te rezan agónicamente. Hágase tu voluntad porque sólo te escuchas a ti mismo y a tu verdad, esa que es tan falsa como tu infinito paternalismo barato. Libéranos del amor, la pasión, la lujuria, la paz, la homosexualidad, la ironía, la belleza de la sonrisa de un niño y todo lo que nos hace humanos y no robots. Abraza nuestras almas y marchítalas, porque es así como te diviertes maldito desgraciado sin vida propia. En el nombre de Dios, padre bastardo sin sentimientos... en el de hijo ciego que creyó en sus mentiras blasfemas y en el de la urraca que tienes por paloma.
[Quiero arrebatar a Dios de los altares; ocultar por siempre los crucifijos de los cuellos de cegados creyentes; mostrar ante todos lo que es realmente su buen padre y arrojar
Me presento ante ustedes soy el hijo de Lucifer, la primera creación que retó al poderoso padre de los cielos. Dicen que es bondadoso, que cree en la verdad y en la pureza de las almas. Ese que según dicen a lo largo de nuestra vida nos da castigos o nos regala fortuna, dependiendo de lo que suframos y como aceptemos sus designios. Hay que ser completamente idiota o no tener cerebro para tener fe en las paparruchas que dice
Sí, soy un demonio, no es algo que invente o que muestre ante un público opulento en una ópera o teatro de improvisación excéntrica. Realmente soy un demonio, hijo vástago de Lucifer y de una Monja la cual amó durante una sola noche. ¿Qué hago aquí? Es una breve introducción para lo que verán en las siguientes líneas.
Dejen que primero diga cómo soy y a que vine aquí…
Mido un metro sesenta y cinco de estatura, complexión delgada y rostro fino. Mis ojos son de distinto color y cuando contemplo algo atrayente son como los de un niño. Mis pupilas son color miel y violáceas con pestañas pobladas junto a finas cejas que arqueo mientras leo con ansiedad los poemas que más me enloquecen. Mis labios son del tamaño perfecto para su rostro aunque bastante gruesos. Mis manos son suaves y algo pequeñas. Poseo una leve cicatriz sobre mi pecho en el lado izquierdo cerca del pezón, en el otro un tatuaje de una letra japonesa que simboliza el honor. En mi espalda hay otro dibujo, sin embargo tan sólo camufla sus verdaderas alas.
Mi psicología es antisocial, aunque no la a fuerza. Me he visto insultado, vilipendiado y atosigado durante años. He tenido los trabajos más duros en el infierno. He hecho de la mano de la muerte, he librado batallas contra ángeles y he sido escolta de altos mandatarios que vendieron todo a favor de prestigio o dinero. Le he hecho que forje un carácter crispado, odio las bromas o que murmuren a mis espaldas. Necesito amor, apoyo, buscar una mano amiga y sobretodo que alguien me recuerde que a parte de ser un trozo de carne es alguien con sentimientos. Sin embargo me alejo de todo aquel que se le acerca, tengo miedo a amar algo que no puede tener. Deseo lo que todos, un poco de comprensión y algo de fortuna. Suelo llorar en las noches pensando en qué podría hacer para conquistar un poco de felicidad; si bien ante el resto soy incapaz de soltar una sola lágrima y puedo parecer duro cuando ironiza. Me molesta que no sean sinceros conmigo o que le oculten cosas. Se puede decir que soy solitario.
El mundo son mis estudios. Me han enviado a la tierra a espiar a los demás seres, también a los súbditos de mi padre. Tengo que mantener la calma en un lugar sin sentido y consumista. Sé que existen ángeles, demonios y mestizos junto a vampiros y seres de menor rango. Satanás en realidad no busca la crispación, sino la libertad de las almas y que el ser humano aprenda de sus errores ya que son los mismos que los de Dios.
Cuando llegué a una de las ciudades sentí que era diferente a todas, el porqué mi padre insistió que marchara hacia la tierra y me infiltrara en el callejero de ese lugar. Se aceptaba la homosexualidad, sin embargo aceptar no es sentirse cómodos con las personas que sin importar su sexo se aman. Porque había altercados entre homosexuales y personas de mente podrida. En cada rincón te podías encontrar un ángel y a veces se estaba prostituyendo para conseguir droga o para saciar su apetito sexual. Los vampiros dirigían algunas oficinas y se hacían pasar por ciudadanos respetables. El único que parecía ser de mi agrado era Andrei Venedetti, parecía honesto realmente. La catedral la dirigía un cura corrupto, al igual que la iglesia y sus vidrieras habían sido testigos de actos desatados entre razas. Sin duda era un caos. El ayuntamiento estaba en la ruina, más bien era una ruina. Había sufrido un golpe de estado y se veía sin función alguna.
Cuando entré en el templo sagrado me reí de dios en su propia casa. Me pasee por las estancias contemplando la belleza de las vidrieras hasta que un maldito vampiro se mofó de mí. Mi aspecto pequeño y juvenil me hacen aparentar ser un mocoso, un adolescente más bien. Sin embargo algo me hizo cambiar de opinión, pues al principio lo prejuzgué como un inútil. Ese algo fue que comenzó a hablarme de arte, sobre la concepción de la belleza en Satanás y luego sobre la mía propia. Él era Gabriel, el creador de Andrei y me cautivó con una única sonrisa.
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