jueves, 27 de diciembre de 2007

Diario

Evangelio perdido según Lucifer








Cuando aún no existía nada en esto que hoy llamamos casa, hogar o planeta Tierra, en los confines de otra galaxia cercana una raza sobrevivía entre la paz y la revolución de ideas. Las armas, las guerras, el hambre, el padecer, la sequía, el dolor de una herida abierta o simplemente el amor habían desaparecido. Allí la pasión tan sólo era bien vista en un debate filosófico, cultural o científico. Los hombres y mujeres parecían plantas que se reproducían por esporas, la familia era algo frío y lejano. Lo más próximo al hombre eran las instituciones estudiantiles y el trabajo, no existía el ocio y la cultura que deslumbraba en sus calles era parte de un orgullo patrio. Era un continente unido, una sola tierra, y la rodeaba agua por todas partes, como si de una isla de robinsones se tratase. Los rascacielos tocaban el techo del cielo casi, las aves y otros animales coexistían en un mundo poco contaminado. Los automóviles existían pero iban con la luz de las cuatro lunas y los dos soles que tenía aquel dichoso territorio. Hermoso, sin duda un lugar de ensueño y que debería tomarse en cuenta.

Los hombres que vivían en esas tierras tenían la tez clara u oscura y muy cuidada, el tinte de sus cabellos variaban según los genes al igual que el color de ojos. Eran todos de un metro ochenta o noventa, todos manipulados genéticamente. Los niños se concebían en frías salas de hospital por un método que conocen nuestras mujeres infértiles. Quien manejaba aquel paraíso, como así llamaron a la tierra que pisaban, o cielo, en algunos territorios, era un grupo de sabios que tenían cada uno más de dos cientos años y que vivían así gracias a la alquimia de la ciencia. Eran hermosos, jóvenes y poderosos. Sus ideas habían llevado al planeta a un estado de bienestar constante y apabullador. Las enfermedades no se conocían, los ancianos morían rozando los cien años y los niños sobrevivían sus primeros años de vida. A no ser por accidente en alguna de las fábricas no moría nadie. El odio no se conocía y todos eran iguales, hermanos. Los sabios se conocían como Yahvé, el líder de todos, y sus hijos. Sus hijos eran creación suya, es decir, los había tenido con una hembra de la especie especialmente escogida. Los más conocidos y relevantes eran Gabriel, Miguel, Uriel, Rafael y Lucifer. El último de todos ellos era rebelde y deseaba conocer que era el amor, el deseo, la pasión que veía en películas antiguas que ocultaba en lado de su habitación. A veces se tocaba pensando en alguno de los hombres o mujeres que paseaban a su alrededor y aquello lo llamó placer carnal.

Una noche acudió a la sala del trono y se arrodilló a su padre pidiendo que le dejara tomar por esposo a un hombre. Su padre lo miró despreciándolo diciendo que así no podría procrear y que el matrimonio en sí era una farsa recubierta de lo único importante, tener hijos para que la raza más fuerte del universo prosiguiera. Él rogó y lloró por primera vez, no sabía porqué se aguaban sus ojos y el dolor de su pecho. Entonces su propio padre llamó defectuoso a su hijo como si de un mero robot se tratara. Días más tarde junto a un grupo de hombres y mujeres irrumpió nuevamente en la sala del trono arremetiendo contra los dictámenes de su “buen” padre. Repitieron mil veces que se equivocaba y que pedían poder desear y ser deseados. Esté tomó una orden de la cual parecía estar seguro. Pidió que desvistieran a todos, los montó en una nave y los dejó en medio de un planeta verde y azul, el planeta que hoy está cubierto de una capa de polución.

En ese preciso instante Yahvé se llamó a si mismo Dios en unas escrituras que dictó a sus hijos con tinta de oro. Llamó a aquello la Creación y tachó a Lucifer de canalla, blasfemo y entre devastadora. El pecado que se cometió en el Paraíso se llamó Pecado Original y se simbolizó con probar el fruto prohibido, el amor y que luego se remarcó en sus raíces sexuales. Mientras en la tierra su hijo y los suyos construyeron un mundo, mientras los continentes se dividían, las guerras por la escasez de alimentos aumentaban tanto como el amor, el símbolo de un Dios cruel y el de la naturaleza benigna. Poco a poco la lucha entre clases, por un trozo de tierra y la perfección de armas cada vez más poderosas junto a la contaminación arruinó el sueño de Lucifer. Sigue viviendo, la enfermedad no le afecta y en las cuevas reina junto a los animales. Ahora lo llaman ermitaño, ecologista o simplemente extraño ser sin sentido de lo practico.

Su padre le dio un poder semejante al suyo, una tierra donde gobernar y almas a las que dirigir. Alguna que otra vez se ve en el cielo naves del planeta Cielo adentrándose en los infiernos, dejando allí las almas impuras o sembrando nuevas religiones, a cual más apocalípticas, con las que nuestro rebelde debe luchar. A veces camina entre las aceras y contempla las iglesias que sus descendientes construyeron a su padre, donde rezan y le maldicen a él mientras contempla todo con sabiduría. Sabe que parte de su plan ha destruido el suelo donde pisa, pero que al menos ha podido gozar de algo que jamás conocerán los supuestos ángeles, algo que ni Dios mismo ha saboreado, y eso es la libertad de todos los sentimientos buenos o malos que alberga el hombre.

Evangelio perdido según Lucifer

No hay comentarios:

{Iwaki and Katou} <3 [Tócame]

LA HOMOSEXUALIDAD NO ES UNA ENFERMEDAD

Di NO a la Homofobia, la peor enfermedad