Quiero estar a tu lado y poder demostrarte que es el sexo. Necesito tomar tu cintura y pegarte a mí, morder tus senos y seducir tus ojos mientras lo hago. Sí, quiero hacértelo duro y a la vez lento. Una tortura para los sentidos, para nuestros cuerpos.
Vamos, ven conmigo a la cama...
Ya está todo preparado
Fresas, nata, pétalos de rosas, sábanas negras y música suave para un tango lento entre ellas...
He comprado todo para dejar un buen recuerdo
No sólo tendrás mordiscos en el cuello, sino que tus piernas no responderán al día siguiente. Quiero dejarte bien agitada y que mi nombre salga de tus labios cuando otro te toque.
Mis besos no son como los de otro hombre…
Mis labios arden, mi lengua es la de una serpiente y te entierro en los infiernos de la pasión.
Mis manos regalan más que caricias…
Te atan las muñecas para inmovilizarte, no quiero que tus uñas de gata se claven aún en mi espalda, y también se desabrochar el sujetador de una vez… rompiéndolo ayudado con mis dientes.
Las ansias de ti
El pecado que me haces recordar y sentir…
Quiero “chocolate” que eyacule en mi cerebro endorfinas… mientras te hago gemir.
Terminada la Semana Santa y con ello las vacaciones para muchos, vengo a reflexionar claramente sobre la figura de Jesús, una de las figuras más representativas de la historia de la humanidad. Sin embargo, es una figura que ha sido ensuciada mil veces por los que dicen amarlo, respetarlo e idolatrarlo.
Jesús dijo: Traten a los demás como ustedes quisieran ser tratados. Esta es la esencia de todo lo enseñado por la ley y los profetas.
Es la ley universal de la igualdad, la paz y el respeto. Si todos nos tratáramos de forma en la que deseáramos ser tratados no existiría guerra y tampoco insultos.
Si bien todos hablamos mal a las espaldas de otros, personas como Enrique Rojas (les informo que no es catedrático de psicología y a saber si es psicólogo) insultan a la verdad y también a los homosexuales.
Jesús dijo: Amaos los unos a los otros como yo os he amados. Todos somos hijos de Dios.
No soy un enfermo. No creo haber odiado a alguien durante mucho tiempo, a la única persona que odié ahora me da pena porque ya no vive y jamás supo como era yo realmente. No tengo ninguna enfermedad mental contagiosa. Soy feliz y a veces infeliz. Feliz por cosas cotidianas, al igual que la infelicidad. No tengo trastornos obsesivos, aunque ame coleccionar pequeñas postales, y tampoco creo ser un caprichoso porque mi madre nunca tuvo dinero suficiente para que no pasaramos miseria. Soy un hombre que ha aprendido a razonar, a intentar pensar en lo que me dicen y no creerme todo a pies juntillas hasta reunir pruebas y meditar bien todo.
Muchos cristianos han portado el paso, han llorado y cantado a su virgen, han rezado, han llevado cirios en sus manos y en las suelas de sus zapatos, el incienso se ha desplegado por el aire y las campanas han resonado... sí, todo lo han tenido ellos. Sin embargo hay una gran hipocresía. Ellos se manifiestan en un País donde debería ser libre de todas estas manifestaciones religiosas, si bien se les permite. Nadie dice nada, no nos oponemos los que no somos creyentes.
Sí, no soy creyente. No creo en la religión católica y en ninguna religión. Que haya o no un Dios que me juzgue por mis actos, actos que pueden o no ser errados, pero que he tomado yo bajo mi responsabilidad. Si bien respeto.
Jesús dice que hay que tener respeto. Yo se lo tengo a él. ¿Por qué? Digamos que es alguien que tenía un corazón inmenso, ideas revolucionarias, una rebeldía absoluta, inteligencia desbordante y sobretodo sabía sanar a las personas (no creo que fueran milagros, sino medicina que luego tacharon de herejía). Jesús dijo e hizo mucho, sus creyentes nada en su mayoría.
El Papa vive la vida en una jaula de oro mientras cientos de niños mueren, todo por la hipocresía de "es que es un legado que no puedo vender". Un legado que puede vender a instituciones privadas y con ese dinero aportarlo a África. Hay mucho misionero, pocos recursos y a veces esas misiones se usa para implantar la religión, no para ayudar, porque no hay dinero.
Nos insultan llamándonos enfermos, nos tachan de retrasados, nos alejan del mundo... y para colmo se justifican. En la Biblia Jesús y Dios dice que ama a todas sus criaturas, que todas son válidas, que ninguna son monstruos y todos tenemos pecados... no solo los "sodomitas".
Jesús no estaría orgulloso de ver imágenes, porque Dios no lo quería... no quería imagen suya ni de sus seguidores. Si bien se vuelve una locura y se llegan a apedrear por tocar un paso o que paso es más bonito. Es arte, lo reconozco, incluso a mí me ha llamado la atención y me ha hecho observarla minuciosamente cuando entro en las iglesias. Pero no es esa ostentación la que desea, desea el dinero justo para una persona en su vida, para que el resto sea equitativo.
Sin duda Jesús sería de izquierdas, no de derechas. Un hombre que busca la paz, el amor... y la equitatividad.
Lo único que pido es que si algún cristiano se topa con mi web y lee este artículo por favor que reaccionen. Que piensen por un instante en mis palabras y que acepten a sus hijos si son homosexuales o transexuales.
No hay cura para la homosexualidad como dice el señor Rojas, que por cierto tiene varias causas pendientes, sino que es algo natural que está en el hombre desde el primer rayo de vida como tal.
Enrique Rojas no sólo molesta con comentarios como estos:
Rojas afirma que “si un niño es adoptado por dos homosexuales, hay muchas posibilidades de que ese niño crezca homosexual”.
Pero además de afirmar que los niños adoptados por gays tienen muchas posibilidades de ser homosexuales al crecer, Rojas tiene otras teorías en torno a este asunto, como que los niños tienen más posibilidades de sufrir desajustes de la personalidad, además de inmadurez y obsesiones.
Cobra 200 euros por visita... SI SEÑOR! y dice poder curar la homosexualidad... además de hablar de sus duros años de estudio (de estudio de como falsear certificados)
Datos dados por una paciente afectada:
Desde 1984 se ha venido identificando como "Catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense. Es mentira.
No es Catedrático de la UCM (Certificado en el vídeo).
Pero ahora resulta que en el Colegio de Médicos está colegiado como "Licenciado en Medicina" (no sabemos, si además, tampoco es psiquiatra)
Google: Enrique Rojas va a resultar que tampoco es psiquiatra. (si clican en google daran con la web)
Enrique Rojas dice que es "director del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas", pero hace trampa. No añade S.L.
Ese "Instituto", no es un pedazo de Institución, si no una sociedad mercantil 100% propiedad de Enrique Rojas y su mujer.
Y también es Presidedente de ONG, q pagamos todos con nuestros impuestos (una sinvergonzonería, para un sujeto queda a marido Certificados para que metan a sus mujeres en un psiquiátrico, cuando existe un móvil económico.)
Desesperado es poco, es una palabra que realmente no expresa todo lo que siento. Mis lamentos son audibles a kilómetros y mis lágrimas son la carnaza perfecta para el dolor. Mi mundo se ha destruido hoy. La tragedia más espeluznante se ha interpretado ante mis ojos y yo no he podido bajar el telón. Sigo siendo la marioneta triste, el payaso en medio del escenario de los sueños, ahora de los tormentos de mis peores pesadillas.
Él se ha ido. Se ha ido y me ha dejado vacío. No tengo nada tras mis huesos, nada tras la inmortalidad de mi carne. La sangre ya no calma mi sed. He destrozado el cuerpo de varios jóvenes que se toparon conmigo, yo el ser noble que jamás haría daño a un inocente. Soy un asesino. Él se fue y me dejó sin nada, sin orgullo y sin dignidad. He perdido mis sentimientos, he perdido mis esperanzas y sin embargo aún tengo en mi retina los momentos más felices de mi vida.
¿Cómo pudo irse? ¿Dónde quedaron mis ilusiones? ¿Quién va a recoger mis pedazos?
Tan sólo queda un hombre de paja, un espantapájaros de un metro ochenta y mirada vidriosa. Los cuervos vienen a sacarme los ojos, quieren hacerlo motivados por mis lágrimas. Los recuerdos del pasado vienen y van en mi mente, se pasan como una película de ciencia ficción. Porque eso es lo que hemos durado, el tiempo de rodaje de un film barato hecho en un hotel de carretera.
Te has ido. Te has licuado entre el agua de la ducha, arrancándome la piel y dejándome el cuerpo dolorido. Mi alma está muerta bajo mis pies. Me miro al espejo y sigo siendo el mismo, el mismo borracho sin rumbo y con la mirada de un loco. Los locos somos así, decimos cosas sin sentido, metáforas que un cuerdo jamás entendería. Empapado camino por la calle sin pudor alguno, me tumbo en el suelo y cubro mi rostro con mis propios brazos. Me lamento, he caído y esta vez no sé como levantarme. ¿Al tercer día resucitaré? ¿Eso crees?...
¿Amor dónde estás? ¿Por qué me has dejado desposado con el olvido y el calvario de la soledad?
¿Por qué te fuiste corazón?
lunes, 7 de julio de 2008
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La Sociedad
A veces me pregunto ¿Qué hice mal? Como la canción de sôber. Sí, ¿Qué he hecho mal? He afrontado mi sexualidad, mis vicios y virtudes, demás de mis sueños rotos y las lágrimas en mis ojos cuando he visto que me quedaba sin aliento.
La letra de esta citada canción en uno de sus párrafos dicta:
Denominado por la ciencia como error genético, machacado por la iglesia pro ser un perturbado.
Y digo yo, no sólo por la ciencia. También por la conciencia de muchos. Es increíble las buenas caras que puedes tener si dices que eres homosexual, bisexual o transexual. Luego por la espalda tienes puñaladas. Una de las que más duele es tu familia que no te entiende, otra es la de tus amigos de la infancia que comienzan a verte distinto y se cuestionan si aquellos abrazos eran algo más para ti y luego está la de no encontrar un puesto de trabajo. A veces es imposible. Por mucho que diga la sociedad que está adelantada, que puede con todo y que ya es otra época, es mentira. Sigues viendo los mismos comentarios, sigue estando el lesbianismo como un amor entre “camioneras” y no entre féminas que pueden ser más exuberantes y perfectas que cualquier modelo. No, aquí se tiene el estereotipo del mariquita, de la camionera y del travelo que quiere conseguir más pollas si es tia. Sí, se sigue viendo así. No nos engañemos con eufemismos y comentarios a media luz.
Aún nos escondemos y luego salimos a las fiestas del orgullo. Como ya dije en otra ocasión, a sentirnos orgulloso de lo que somos y la mayor parte del año no luchamos por nuestros derechos. Dejamos a los políticos que decidan y se tiren los trastos a la cabeza. Las asociaciones se ven solas en su mayoría. Muchos terminan por renunciar al cargo porque ven que él/ella se esfuerza y el resto se pone la medalla. Pero hoy no vengo a quejarme del colectivo al que pertenezco, no, vengo a quejarme de la sociedad.
Hoy mismo me he encontrado con los comentarios mal intencionados. Me senté en las escaleras que dan a la azotea. Allí en la sombra, con el aire fresco acariciando mi piel y evitando que sudara en la parrilla que es hoy mi ciudad. en ese lugar que a veces es sagrado para mí, uno de mis santuarios, comencé a escuchar la conversación de dos de mis vecinas.
-Pobre, tener un hijo así.
-Sí, lo peor no es eso. Lo peor va a ser cuando se de cuenta su madre de que es maricón.
-Pero escucha, si hay varios en la barriada. (comenzó a dar nombres y resaltó en mis tímpanos el mío)
-Pobres madres, lo que tendrán que aguantar.
Mi voz entonces aplacó a las suyas.
-No tanto como el demonio a vosotras, malditas arpías.
La verdad es que me quedé bastante ¿tranquilo? Ese tipo de comentarios hace a veces que me hunda, como últimamente lo he estado. Pero sólo me hunden y humillan si provienen de mi familia, no de otros. El resto no me conoce, por lo tanto no debe juzgarme porque no sabe. Tan sólo siquiera saben mi rostro, mi voz y mi nombre. A veces ni eso.
Entonces me pregunto. ¿Debo ocultarme? Mi madre a veces me ruega que lo haga por mi seguridad, porque no me hieran. Pero me hiere más escuchar ese tipo de cosas y no decir o hacer algo. Me siento impotente, y la impotencia en mí causa estragos.
Desde aquí grito…que os follen a todos los que nos juzgáis, insultáis e intentáis jodernos con vuestro patético mote de “maricón” “travelo” “camionera” y demás…sois patéticos.
Vayamos al grano. La serie fue un éxito y aparte de darme la satisfacción de la fama, el dinero y miles de fans…tuve como premio el corazón de Iwaki. No sé como lo logré pero fue mío. Los celos a partir de ese instante crecían. Los rasgos maduros y juveniles de su rostro enloquecían a todas y a todos, un gran problema para mi autoestima que se sentía dañada. Como un niño me colgaba de él y le hacía prometer absurdas premisas. Se puede decir que me convertí en un caprichoso a su lado y él dejó su frialdad, al menos en soledad. Es alguien dulce, atento y siempre sabe buscar ese pequeño detalle que me llena de vida. Por eso creo que es tan jodidamente mono.
A su lado he hecho una película que nos hizo saltar a la fama mundial. Nos hemos casado, sí casado. Ahora se puede decir que mi flamante maridito es codiciado, pero está atado con grilletes a mis encantos. Es mío, y mataré a quien se acerque a él. A veces dice que va a colocarse una camiseta que diga “cuidado mi novio muerde”. La verdad es que le agobio demasiado, pero no parece afectarle. Me trata como un niño, aunque soy más joven e irresponsable e madurado. Adoro besar sus labios en medio de la noche y acomodarme sobre su torso.
No quiero olvidar que le presenté a mi familia al completo, al principio reticente pero luego lo aceptaron. El peor trago para mí, fue conocer a su hermano y sus compromisos con su padre. Me hicieron temblar y pensar que todo se iba a la mierda, sin embargo no fue así y nuestra relación se afianzó.
Se puede decir que hemos hecho nuevas amistades, amigos del trabajo y el director de Haru Wo Daiteita ahora es un compañero de confesiones. Hace poco nos hizo una bastante interesante, no es un hombre aunque su sexo sea ese. La verdad es que yo ya lo suponía.
-Fin de cavilaciones, empieza la realidad para ambos protagonistas-
-Qué demonios haces.-Iwaki entró en la habitación y me quitó la hoja. Comenzó a leerla y sonrió levemente.-Así que eres un mocoso en mis manos, que ironía y se supone que tú eres el que tienes que llevar las riendas en la cama.-se encogió de hombros y sonrió.-Te dejo porque me da miedo a hacerte daño, sin embargo algún día ese miedo desaparecerá y tu culo se echará a temblar.-le devolvió la hoja y se sentó a su lado.
-¿Por qué tienes que ser así?-a las palabras de su amante tan sólo pudo hacer un pequeño puchero, sacar morros y mirarle como si fuese un dios. No había remedio para que Katou se comportara como alguien decente, como alguien con un poco de madurez.
-Porque soy tu padre ¿no?-el tono era burlón, pero a la vez lleno de cariño. Tiró de él y lo acurrucó en su pecho, estrechándolo con pura necesidad de contacto.
-Eres mi padre en ocasiones, siempre me reprendes.-susurra con sus labios próximos a su cuello.
-Porque jamás cambiarás, si bien es lo que me gusta de ti. Tienes un toque impulsivo que me desquicia.-ese moreno impresionante de facciones frías y a la vez vulnerables comenzó a atrapar a su presa, atraparlo entre sus manos como si fueran garras.
-Por cosas como estas, ¿no es así?-murmura acariciando la entrepierna de su amante con su mano derecha, deslizándola sutilmente desde el borde del pantalón hasta el punto exacto donde se encontraban sus testículos. Sus dedos eran precisos, su rostro lleno de picardía y su voz pura sensualidad.
-Sí.-susurra excitado ante las caricias brindadas por su pareja.
-Vayamos a la cama, Iwaki.-comenta besando el cuello, lamiéndolo para después morderlo.
-Fin de la realidad-
Fui a visitar a mi amiga la impresentable y estrambótica novelista, la que nos unió en su día a ambos. Toqué el timbre y me invitó a pasar, al sentarnos en el sofá yo tan sólo podía radiar con luz propia.
-¿Qué sucedió?-preguntó algo extrañada mientras Yukihito terminaba sus tareas.
-Sawa no te puedes imaginar lo que sucedió el otro día, seguí tu consejo de plasmar los hechos de estos últimos tiempos. Quería reflexionar y apareció Iwaki como de la nada, comenzó a leer todo lo que había dejado escrito y no sé como pero terminamos en la cama. Joder, ¿Cuánto tiempo llevamos juntos? ¿Tres años? Pues te puedo asegurar que ha sido el mejor polvo de mi vida.-me miró de reojo y sacó un bloc de notas, mordisqueó un poco el lapicero dejando rastro de su carmín rojo pasión.
-Continua, esto puede ser efectivo para alguna de mis novelas. No te cortes, dame todos los detalles.-por poco no la maté en ese instante, pero me dio exactamente igual. Quería darle un poco de envidia por tener un amante como aquel.
-Ya sabes como es Iwaki, salvo en contadas excepciones saca la fiera que hay en su interior. Es decir, quiso ser activo y al final acabamos con una noche desquiciante. No sé cuantas veces lo hicimos, aunque te puedo contar nuestros preliminares y que ambos terminamos intercambiamos roles en un par de ocasiones.-parecía que me habían dado cuerda, no paraba de hablar y ella tan sólo escribía a la velocidad de la luz. Su mirada pervertida se imaginaba la escena, de eso estaba seguro, y su nerviosismo aumentaba.-Sawa.-mascullé.
-¿Sí?-dijo con un tono de emoción.
-Nada.-iba a pedirle que no se imaginara a mi esposo desnudo, pero en fin ella lo había visto en varias ocasiones sin apenas ropa.
-Prosigue, no te cortes.-sabía que estaba a punto de darle un colapso nervioso.
-Veamos.-hice el gesto de meditar, me acomodé en el sofá y eché mis brazos hacia atrás.
Vino a ver qué hacía, estaba demasiado callado y le alarmó. Leyó el papel y se mofó dulcemente de lo que había puesto en él, después comenzamos con un juego bastante peculiar. Al caer sobre la cama él se recostó sobre mí, acaparándome y quitándome el aire de los pulmones con un beso demasiado apasionado. Su lengua recorrió cada fracción de mi boca, rozó mis dientes con los suyos mientras mordía mi labio inferior. Parecía otro, uno violento, algo parecido a un semental. Colocó sus manos en mis caderas alzándolas un poco, mis piernas inconscientemente se enredaron en su cuerpo estrechándolo y su aliento cayó sobre mi cuello. Mordiscos, una y otra vez, junto a chupetones. Aquello parecía una zona de guerra, lleno de pequeñas marcas que como ves aún están en su lugar.
Se apartó y se deshizo de su camisa blanca, su torso está cada vez mejor formado y sus cabellos se deslizaron hacia su frente. Comenzó a deslizar sus manos por mi vientre, bajo mi camiseta, y llegó a mis pezones pellizcándolos. Sus caderas se movieron, rozando su entrepierna con mis nalgas. Gemí, sí creo que lo hice, al notar aquel contacto tan especial y candente. Con maestría desabrochó mis vaqueros y soltó mi correa, la desprendió de mi cintura y la pasó por mi cuello tirando de mí, haciendo que me incorporara. Le miré sin saber bien como reaccionar, sin embargo le besé. Después tiró la correa a un lado de la habitación y se apartó de mi cuerpo, con un movimiento impulsivo me quitó los pantalones junto a los boxer.
Aquella bestia no podía ser él, pero lo era. Me quedé inmóvil y deseoso de que prosiguiera. Me tiró del brazo derecho, me rompió la camiseta e inició juegos sobre mi vientre. Su lengua se paseaba por mi piel como si fuera una prolongación de esta. Mis pezones quedaron a merced de sus dientes y sus caprichos. Cuando creí que su boca atraparía mi miembro noté como se sentaba en la cama, se bajaba la cremallera y se sacaba el suyo. Me hizo caer sobre sus piernas y deslizar la mía sobre su extensión. Primero besé la punta, la lamí y adentré luego todo entre mis labios. Llegué a la base porque él empujó mi cabeza con un ritmo de caderas, sus manos en mi nuca y mi necesidad. Sus testículos chocaron con mi barbilla y boca, era impresionante ver como de alguna manera me domesticaba.
Todo iba bien, mi excitación continuaba creciendo hasta que noté sus dedos deslizarse por mi entrada. Quise gritar de placer, pero su gran porte me evitaba hacerlo. Estaba acomodando mi interior para embestirme. Cuando me quise dar cuenta estaba boca a bajo en la cama, agarrado a la madera del cabezal, con él posicionándose en mi entrada y con unos deseos terrible de que lo hiciera. Jadeaba necesitado y él lo sabía, se dedicó a pasarla por mis nalgas alargando el momento. Me iba a quejar, pero entró fiero y me arrebató el aliento, junto a mis palabras de súplica. Entró una y otra vez, cada vez la fricción de ambos cuerpos era más patente. Notaba aquellas venas sobre su miembro, aquel calor de su sexo, hasta que su esencia se vertió entre gemidos de ambos. Yo dejé que la mía cayera sobre las sábanas y caí agotado al colchón.
Él emergió de mí, me miró con una sonrisa y se desnudó del todo. Estaba boca arriba y su boca se alojó rápidamente en mi miembro. Lamía los restos que quedaban, con gula, y pasaba lentamente su lengua por la extensión. Avivó rápidamente mis deseos y quedé duro frente a él.
Sin preparación alguna se subió en mi vientre e inició roces con mi sexo, roces con las paredes que dividían su trasero. Se relamió los labios y clavó sus uñas sobre mis pectorales, era un Iwaki ansioso y dominante hasta en ese punto. Gemía con un velo de placer en su mirada, no estaba saciado en absoluto. Comenzó a metérsela y los movimientos que realizó fueron terribles. Clamé al techo su nombre, le agarré de las caderas y finalicé por verterme de nuevo, esta vez en su interior.
-Para por dios.-las palabras de Sawa me apartaron del relato.
-¿Qué?-pregunté.
-Me das envidia, Yukihito últimamente apenas me toca porque sus estudios le absorben.-murmuró roja y excitada.
-Está bien.-miré el reloj y sonreí.-Iwaki ya debe estar en casa, me tengo que ir.-comenté levantándome.
-De acuerdo, nos vemos mañana los cuatro para tomar un café.-dijo con una sonrisa dejando en el sofá la libreta.
-Hasta mañana.-me despedí y me guió hasta la puerta.
La verdad es que jamás pensé que mi marido fuera así, aún guardaba sorpresas y alicientes para que nuestras relaciones sexuales fueran excitantes. No había nadie en este jodido mundo que me alejara de él, que me hicieran ver hermoso a otro ser. Él era perfecto, él era diferente. No tenía que hacer un pequeño texto de recordatorio de todo lo bueno e importante que sucedió en mi vida, pues todo lo que me importaba en este tiempo y que culminaba de principio a fin era él.
-Vengo a hacer la entrevista, tú no me quitarás el puesto. Maldito mequetrefe.-dios mío, aquella voz otra vez y ese cuerpo frente a mí. La prueba para la película Haru Wo Daiteita, a la cual yo también asistía para conseguir el papel protagonista.
-Ya lo veremos.-sonreí levantando mis gafas de pasta oscura para colocarlas sobre mi cabeza.
-Maldito chulo.-
Sí, soy un chulo que seguramente por mi belleza y juventud espantaba al madurito que tenía frente a mí. Lo que sucede es que yo quería zorrear con el madurito. Maldito Iwaki siempre tan arrogante, frío y seductor. Era fanático de él, tenía todo e incluso quería tenerlo enmi cama. Apreté los puños dentro de los bolsillos de mi chaqueta y subí junto a él en el elevador.
-Y dime ¿sigues haciendo películas AV?-sabía que hacía un par de meses había dejado su carrera a un lado en ellas, que tenía en esos momentos un punto de mira y era la seriedad en sus papeles.
-¿A ti qué te importa?-que grosero, pero que rostro. Miré hacia el espejo trasero y casi caigo en la tentación de pellizcarle las nalgas. Era real, no una simple fotografía a la cual babear cada noche.
-No nada, es que temo que te hayas oxidado.-sonreí descarado saliendo del ascensor.
Allí estaba nuestro director, maquillado y vestido como una mujer. Sus excentricidades ya las conocía, además de su afán por ser una dama…aunque la perversión se vista de seda…
-Buenas tardes, bienvenidos a mi casting.-no sé porqué, pero su sonrisa me heló, algo tramaba.
-¿Y bien?-él siempre al grano del asunto, realmente era la clase de hombre que quería ser y que quería poseer.
-Vayamos a la sala, tengo que confesarles algo.-lo dicho había estado tramando algo en su loca cabeza.
Una vez caminado unos pasos, dirigidos por un pasillo hasta un salón, nos sentamos en unos sofás tapizados en rojo pasión. Miré al descarado novelista como se sentaba comiéndose con los ojos a Iwaki y luego a mí.
-La prueba es sencilla, quiero ver quién es mejor en la cama. Así que quien mejor interprete, más me excite y mejor quede en cámara gana. Lo que quiero decir es que tenéis que desnudaros y practicar sexo para mí.-
Aquello lo dijo como si nada, pero enfureció a Iwaki que casi estuvo a punto de negarse. Yo como si fuera una colegiala casi estallo en brincos, pero permanecí como todo un hombre de negocios, sereno y meditando las cuestiones a tratar.
Nos desnudamos frente a frente en una sala conjunta, allí nos esperaba una cama. Como había visto en sus videos tenía una musculatura envidiable. Yo me sentía un niño pequeño frente a un gran maestro. Él se tumbó en la cama y esperó que yo me aproximara, como hice descarado como un felino. Sin embargo, no mostró interés y eso me hizo enfurecerme.
-¿Qué tal? ¿Ya empiezas a excitarte?-pregunté intentando ser sosegado en mi pregunta.
-¿Estas de coña? ¿Sólo por ti…?.-hizo un inciso saboreando lo que me iba a soltar para herirme.-Tendrás que esperar otros cien años para eso.-añadió con descaro.-Nuestra experiencia no está al mismo nivel.-tanto que le deseaba y en ese instante lo hubiera matado.
-¡Nunca me ha gustado nadie que se cree que tiene tanta experiencia como tú!-alcé la voz y le miré con el rostro lleno de impotencia, a la par que rabia y frustración.-¡Una experiencia lenta y sin nada excitante como la tuya no te servirá de nada!-el rostro de mi acompañante cambió por completo, pensaba que me iba a quedar callado pero se equivocaba.-¡Odio tu actitud falsa de menos precio en el trabajo desde hace mucho tiempo!-una mentira nunca venía mal.
En un principio yo era el activo, el que le iba a dar su merecido. Sin embargo, tras mis palabras se abalanzó sobre mí y me usó, usó mi cuerpo para desquitarse de todo lo que dije. Entró en mí una y otra vez, con violencia y sensualidad propia de su masculino aspecto. Él consiguió el papel, pero cuando se llevó a televisión la novela las cosas cambiaron por completo. Yo sería el activo y él el pasivo, algo que me costó una discusión en su departamento que acabó en glorioso sexo.
-¿Eres de los que ve la botella medio vacía o medio llena?-
Aquellas palabras venían del fondo del local, la música machacona casi apaga el hilo de voz de quien lo decía, así que supongo que lo debió decir a gritos y yo lo recibí como un susurro. Me quedé callado, dándole un nuevo trago a mi cerveza y miré a mi alrededor. No encontraba al tipo que lo había preguntado, después pensé que no era a mí sino a otro u otra que se encontraba moviendo las caderas. Me volví hacia el camarero y pedí otra ronda.
-Te he preguntado, pero parece que no escuchas.-murmuró alguien a mis espaldas, al girarme me di cuenta de quien era.
Un muchacho de cabellos oscuros, ojos grises y algo rasgados. Su estatura rondaría el metro ochenta, de complexión musculosa y trajeado. Lo conocía, habíamos chocado en alguna que otra ocasión pero nada más. Jamás pensé que me hablaría, tragué como pude el último sobo de la botella y aún con el sabor del vidrio contesté.
-Medio llena, soy optimista.-sonreí mientras lo decía, sería descortés de otro modo.
-Nos hemos visto otras veces, pero apenas hemos hablado.-
Era cierto lo que decía, sin embargo lo sentí como si fuera una serpiente esperando que él tocara la flauta.
No tengo miedo a decirlo, sí, soy bisexual y los hombres como él me apasionan. Parecen matones, pero en realidad suelen ser dóciles y manejables. Pensé que mataría porque me abrazara, sentirme rodeado de sus brazos sería algo reconfortante, y más aún sabiendo su sexualidad. Me quedé callado, sumergido en mis pensamientos y él lo notó.
-Sé que eres actor, como yo. Espero que alguna vez nos veamos. Aún eres joven, supongo que el negocio es el negocio.-esas palabras, esa voz, ese cuerpo…ya sabía yo quien era Iwaki Kyosuke, actor porno. Últimamente había escuchado su cambio de registro, quería ser actor en otras facetas y dedicarse a otro mundo completamente diferente. Yo por mi parte era un estúpido chiquillo que aun teniendo los veinticinco pasados, jamás diré mi edad lo lamento, hacía de adolescente en series absurdas con diálogos que solo un adolescente podría ver aceptable. Sin embargo, él me conocía y eso era novedoso. ¿Cómo alguien como él podría conocerme? Pensé que era por la competitividad, ambos entrábamos en el negocio y no le di más importancia.
-Katou Youji.-murmuré aún anonadado. Tenía toda su filmografía, sabía todos sus movimientos y aunque no me consideraba un fanático del porno sí de las mujeres con las que lograba estar. En pocas palabras era mi ídolo.
Actualmente creo que todos lo saben, él es mi esposo y hago lo que quiero con él. De acuerdo, miento. Hacer lo que quiero con él no es el termino adecuado, sigue teniendo un carácter bastante reservado y a veces siento que ese es su mayor encanto. Su soberbia es nula, aunque desde fuera puedes verla como una magnífica aureola. Ahora somos actores consagrados y puedo decir que entre mis manos está el mejor culito de todo Japón.
Y acabaste regalándome el fruto que yace entre tus piernas
Creando ante mi lejanía, en tu rostro, una sonrisa amarga
Mostraste ante todos frialdad, pero quizás del reino del hielo yo te salve, como hice con mi corazón ante tu presencia y tu alarde de poderío inútil…Don Sión rey de los innobles, príncipe de la hipocresía, al final caerás en mis redes y será tarde porque grande fue tu osadía.
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dedicado al personaje de Sión de mi foro, en el cual soy Dominic...mi pareja en la vida real es Sión y ya que estamos le hago este regalo.
La vida siempre te da un golpe bajo, cuando crees que estás recuperado viene y te tumba en medio del ring. ¿Tirar la toalla? Sería sencillo si tuviéramos una, pero estamos desnudos frente a millones de espectadores que observan como se desenvuelve todo. Y suena la campana otra vez, de nuevo en guardia y moviendo bien los pies fijándote donde pisas. Eso es la vida, un combate cuerpo a cuerpo, aunque algunos prefieren verlo como una guerra con armamento de sentimientos dañinos y fortuitos.
A veces pienso que la vida tan sólo es buena cuando eres niño, sin embargo veo que la infancia se prostituye en medio de la esquina a la vuelta del tercer mundo. La violencia, el maltrato psicológico, el trabajo duro o simplemente de cama en cama como si fuera un adulto te conmueve y piensas en sí realmente vale la pena. Si vale la pena tanto dolor, tanta amargura y tanto desequilibrio. Ves a alguien conduciendo un mercedes y a su lado un antiguo toxicómano sin futuro limpiando un parabrisas. Gente sin techo, sin un mañana claro o simplemente recluidos en si mismo es el perfil de las grandes ciudades. Aquí lo que es válido es tener ayuda de un pez gordo o dar jabón al jefe aunque no sea sutilmente.
Todo abruma ¿cierto?, los problemas nos colapsan la mente y la falta de sinceridad nos hacen cometer errores brutales. Es un suma y sigue sin divisiones o restas válidas. Sin embargo para algo vivimos, para algo soñamos y nos alquilamos en nuestras oficinas perdiendo segundos de nuestro tiempo. Debe haber algo por el cual subsistimos y no nos pegamos un tiro en las sienes, algo que nos impulsa a sonreír cada mañana y a desear abrazarnos a la almohada cada anochecer…aunque algunos son unos crápulas y sus horarios son inversos. ¿Qué es? ¿qué diablos puede ser tan puro y a la vez tan seductor? ¿Qué?El amor, sin duda, ese sentimiento fraternal o pasional nos enclaustra en un deseo nuevo de supervivencia.
Aunque como dicen muchos el amor es hormonal, tan sólo unos cuantos años para procrear. Sin embargo fíjense en nuestros abuelos, se sientan uno frente al otro y en silencio se cuentan cosas con gestos. Eso es amor, amor eterno. Un sentimiento que te aferra a la vida si lo tienes y si no lo obtienes sigues buscándolo, a pesar de las confusiones y errores que pueden hacerte perder la cordura. El amor de una madre, esa mirada bañada en matices expresivos y protectores. ¿Pero qué me dicen el sentimiento más hermoso? Sí, aquel que te hace confesarte en susurros en medio de una jauría ciudadana, de perros de ciudad…sí, la amistad. Nos anclamos a un sentimiento honesto por cada tres injustos o egocéntricos. La palabra Yo se usa demasiado, mucho más que el tú.
¿cuántas veces nos hemos parado un segundo a preguntarnos qué es lo que desea nuestro compañero? ¿cuántas? Séanme sinceros, que haya sido el primer pensamiento al echar los pies al suelo. Seguro que nadie, lo más probable. Si bien el amor puede eso, el amor lo arregla todo si no te rompe el alma en dos.
Da igual si es cerca o lejos, si amas a alguien no hay jaula que te contenga.
Porque el amor señores es lo único digno que tiene el ser humano y es la armadura para los golpes que intentan demoler el edificio, tú cuerpo junto a todos los filósofos que albergas en él.
*¿Has escuchado tus ideas más de veinte minutos? ¿has divagado este asunto en algún momento?*
Si la respuesta es afirmativa seguramente te tocará un trocito de paraíso.
No…es que jamás has amado y te sientes tan vacío que eres incapaz seguro de poder entender este texto.
La vida es un estercolero, pongamos un poco de amor para tapar la peste reinante.
Mi lengua sobre su cuello saboreaba cada milímetro de su piel. Aquel rostro compungido entre la lujuria y la desesperación me destrozaban. Me apoyaba con la derecha sobre el colchón, como podía ante aquel delicioso instante lleno de desenfreno, y con la sobrante, sin preocupación alguna, masajeaba su miembro deslizando mis dedos. Mi hombría reptaba por su vientre provocándome placer, aunque más lo hacían sus gemidos y su respiración abrupta. Sus ojos se entornaban y sus labios se abrían buscando aire para sus colapsados pulmones. Tenía la piel completamente perlada por el sudor y este se pegaba a las sábanas.
-Di mi nombre.-Susurré encantado mientras me sumergía en él y su gesto se tornó en un leve dolor.-Dilo en cada embestida y te subiré al cielo.-Su entrada era estrecha pero ya la había dilatado lo suficiente, aún así sus paredes se pegaban a mi miembro como un fabuloso guante.
Comenzaron los gemidos y jadeos incontrolados, mi ritmo se aceleró en segundos y lo que era una suave danza se convirtió en tambores de guerra. Mi corazón bombeaba sin cesar, mis venas y arterias se colapsaban, un suave susurro recorría mi espina dorsal con un aire frío y mis labios se fundían en los suyos una y otra vez. Todo demasiado erótico y a la vez necesario. Mi cuerpo ardía y su figura era maniatada por mis brazos, me anclé a su cintura y lo pegué al colchón. Sus piernas se alzaban levemente para darme mayor acceso a su entrada y mis abruptos quejidos de lujuria le hacían temblar. Su voz se volvía un canto magnífico, intentaba seguir mis dictámenes y pronunciar mi nombre…aunque la lujuria le podía.
Fueron momentos irresistibles, mordí su cuello y sus hombros. Sus manos se aferraron como garras a mi espalda, arañándome. El movimiento rítmico de mis caderas hacían que mis testículos golpearan sus nalgas, tan prietas como perfectas. Terminé por dejar que el la lujuria se hiciera palpable con mi simiente. Él se vertió momentos antes, agotado y satisfecho yo le seguí insistiendo mientras lo usaba de pequeña marioneta.
Fue la noche de sexo más desenfrenada que jamás había tenido. Un buen cuerpo a mi lado calentándome a cada instante y toda una jornada para disfrutarlo. Lo hicimos más de tres veces, la verdad perdí la cuenta, y entre cada una de ella los juegos eróticos me desquiciaban, tanto o más que a él. Sin embargo no lo volví a ver, es lo que tiene de malo el sexo de una noche.
El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta. El amor nunca falla. (1Cor. 13:4-8)
A veces me pregunto “dónde estás” cuando despierto en medio de la calma de esta inmensa soledad. La oscuridad ensucia mi piel clara y me atrapa entre sus garras tirando de mis alas. Mis ojos se clavaban por completo en los tuyos y hallaba la paz para mi alma. Ahora tan sólo siento el calor de los infiernos y un dolor brutal en mi corazón. Mis ojos están vendados y estoy ciego por completo. Camino a tientas percibiendo las brasas quemando mis pies, y mis manos se agarra a una baranda incandescente. Me pregunto porqué estamos en este lugar, porque puedo sentirte y no sé donde podrás hallarte. Me lamento continuamente, lloro y gimo ante esta prueba o castigo divino. Sé que mis alas se están cayendo, lentamente noto como caen las plumas tras cada paso dado y como acarreo en ellas un peso de más de cincuenta kilos. El recorrido es como un laberinto y cuesta arriba haciendo que perciba que alguien me empuja en cada instante. Dios dictó que debíamos ser castigados como hizo con el propio Luzbel. Tan sólo nos amábamos y para él ya era un pecado imposible de obviar.
“Mi hermoso Gabriel siempre le servimos y sin embargo él nos trata con brutalidad.”
Susurro mientras me adentro por un lugar que no tiene principio ni fin. Después varios lamentos y quejidos salen de mi boca, mis cabellos se pegan a mi piel desnuda por culpa del sudor y mi boca tiembla ante la falta de aire.
“Que muerte tan cruel y absurda para un arcángel.”
Me digo a mi mismo mientras comienzo a llorar sin remedio al recordar tu rostro, tus manos sobre mi cuerpo y tus palabras de amor que me hacían delirar.
“Te amo”
Digo con mis últimos alientos mientras siento como caigo sobre las ascuas, sin importar ya nada. Mi piel se diluye mientras se generan pompas como las de mis pies, mis alas se caen por completo y todo se vuelve aún más extraño. Pronto no siento dolor y una paz extraña me envuelve. Mi aliento se para, mi corazón también y mi cerebro se desconecta por primera vez. Sin embargo los recuerdos aparecen en mis ojos, una y otra vez, como una película desgastada susurrándome lo feliz que fui.
-Dame tu calor.-Susurraste acariciando mi torso mientras besabas mi cuello.
-No puedo hacerlo, sabes que está totalmente prohibido amarse en este maldito mundo de frialdad.-Mascullé entristecido, deseando que todo se obviara por una maldita vez.-Debes irte.-Dije apartándolo un instante, aunque deseaba atraparlo.
-No me ames, tan sólo dame sexo.-Dijo acariciando mis labios con los suyos.
-Márchate.-Supliqué intentando ocultar mis instintos más primarios.
-No.-Respondiste acariciando mi rostro para morder mi lóbulo derecho.
-Por favor, Gabriel.-Susurré dejándome acariciar por sus manos en aquella habitación. Estaba en mi cuarto sentado en mi escritorio cuando llegó interrumpiendo mi trabajo. Sin embargo jamás me importó que lo hiciera. Sus cabellos rubios me enloquecían, como si piel y su aspecto frágil.
-Miguel, déjate adorar.-Masculló sentándose sobre mí mientras su boca se unía a la mía con lujuria.
Entonces dejé que el deseo borrara a la razón de un plumazo. Murió cualquier pero que pudieran surgir de mis labios y agarré sus nalgas con deseo. Jamás habíamos hecho aquello, era la primera vez que comenzábamos aquella locura y sin embargo sabíamos que hacer. Durante milenios habíamos observado a los humanos, sus sueños y metas junto al sexo más salvaje. Siempre deseé probarlo y cuando lo tenía a mi lado moría por la necesidad que me impregnaba. Quería verlo gozar con mi miembro, enloquecer con mis caricias y caer agotado por tanto exceso.
Lo empujé mientras lo besaba para llevarlo a mi cama. Se recostó sensualmente sobre el colchón dejando que sus cabellos rozaran expandiéndose sobre mis sábanas. Mi boca comenzó a rodar por su rostro y cuello mientras lo desnudaba. Lentamente le quité la levita y emprendí caricias sutiles sobre su figura. Verlo desnudo me demolía. Mis labios se aferraban a los suyos y mis manos acariciaron sus nalgas. Yo también acabé como él, sin nada que atara mis movimientos. Piel contra piel mi vello se erizaba y mi aliento se moría en su lengua. Eran inquietantes aquellas sensaciones y estallé en una necesidad intensa. Acariciaba sus piernas haciendo que me rodeara por mis costados. Sus dedos jugueteaban sobre mis hombros, mis brazos y mi cuello. Atrapó por completo mi cabeza y se enredó en mis cabellos tirando instintivamente de ellos. No hacían falta las palabras, las acciones hablaban por si solas. Sus ojos se clavaban en los míos buscando la fiereza que despertaba en mí.
Comenzamos a perlarnos de sudor y yo bebía de él para saciar mi sed. Mis dedos acabaron colándose bajo su entrepierna, entonces noté su excitación con mayor facilidad. Empecé a tocarle con delicadeza, para masturbarlo lentamente, mientras mordía sus pezones y poco a poco bajaba hasta su vientre. Acabé por rodear su virilidad con mis labios dejando que en mi entrara la lujuria más primitiva. Le miré con necesidad impresa en cada segundo, le necesitaba, y él gemía retorciéndose de placer agarrándose a las sábanas. Terminé por empapar en su boca mis dedos, los lamió sensualmente y acabaron por entrar en su interior ahondando en sus sentidos. Sus ojos estallaron en llamaradas. Los gemidos comenzaron a ser más seguidos, más livinidosos y más ahogados por su respiración agitada.
-Entra en mí.-Dijo balbuceando entre jadeos.
Hice lo que me pedía y me sumergí en sus entrañas. Era un lugar estrecho, me atrapaba por completo, y el calor era parecido al del mismísimo infierno. Estaba empalagado por el placer. Mi ritmo era lento, él gritaba dolorido y a la vez se estremecía por el goce que le regalaba, a la vez profundo y también compasado. Sin embargo acabé por perder el juicio y me moví lo más rápido que pude, sin perder profundidad. Él gritaba que me deseaba, que me amaba y adoraba. Yo sin embargo apenas podía hablar, estaba centrado en regalarle aquel instante y dejar que el mundo se partiera en mil pedazos. Dejé que mi esencia se liberara en su interior y él lo hizo entre ambos. Me miró con dulzura y me besó tiernamente pidiéndome que no le abandonara. Si bien no he podido cumplir mi promesa, ese mismo día nos separaron y nos sumergieron en lágrimas de dolor.
No entiendo porqué alguien que habla de amor, que pide que el padecimiento se evite nos hace esto.
¿Envidia quizás? Por sentir algo que él no puede tener, por comprendernos mutuamente o simplemente puro egoísmo. Simplemente no lo sé, lo único que tengo claro es que mi último aliento ha sido pensando en Gabriel.
[Cuando los arcángeles quieren aprender a amar pierden el control y caen en el infierno de sus propias perdiciones. Dios cree amar, sin embargo tan sólo envidia y destruye lo escasamente hermoso que hay en este mundo. La vida es bella, pero si se le quita el amor o se le restringe se vuelve una pesadilla. El mismísimo infierno se abre bajo nuestros pies si el juego del amor acaba y no fluctúa por nuestras venas. Jamás te niegues a amar, jamás niegues a tu corazón bombear por una ilusión, cree en ellas]
Nos habíamos conocido en un lugar mugriento, sin muy buen pie y terminamos discutiendo bajo la lluvia. Éramos como dos gallos de pelea a punto de coronarse el más idiota. Me había derramado la bebida y yo acto seguido hice lo mismo con la suya, porque decidió no disculparse. Decidí dar por terminada la pelea corriendo a refugiarme en un callejón, él me persiguió como si fuera un policía duro en busca de un simple ratero. De improvisto, sin saber bien porqué o cómo, comenzamos a besarnos. Su lengua se profundizaba en mi boca y me enloquecía. Sus manos acariciaban mi cuerpo por encima de mi ropa empapada, y las mías se posicionaban en su rostro.
-Lo siento.-Susurró mientras mordía mi cuello y me atrapaba entre sus cadenas, que eran sus brazos enroscándose como una serpiente sobre mis caderas.-Quería derramártela para crear conversación, pero eres demasiado chulo como para que no comiences a sentir tu orgullo herido.-Dijo tras morder mi labio y sonreír un instante con aire de Bogart o simplemente de chulo sin remedio. Continuó besándome, quitándome el aliento y destrozándome por completo. Me había aniquilado las fuerzas y me maniataba.
-Imbécil.-Mascullé intentando en vano apartarme de él. Cada vez sentía mejor los ladrillos de la fachada y sus manos moverse por mi torso, para luego bajar a mis nalgas apretándolas.
-Seré imbécil pero te tengo en mis zarpas.-Comentó besando mi cuello mientras mi cuerpo reaccionaba instintivamente al placer.
-Me llamo David.-Susurré mirándole con detenimiento. Era bastante atractivo, pero sin duda la chulería le podía.
-Yo me llamo Néstor.-Respondió para robarme otro beso con lujuria.
-Deja de besarme.-Dije molesto.-Y suéltame.-Añadí deseando que me dejara respirar, me estaba aplastando incluso las costillas.
-Me encantan los chicos como tú, con carácter.-Masculló con media sonrisa apartándose escasamente de mí, pero al menos me dejaba respirar.-Eres muy sexy.-Susurró a menos de un palmo de mi rostro.
-¿Ah sí?-Dije con ironía empujándolo esta vez yo hacia el otro muro. Puse mi rodilla izquierda entre sus piernas y acaricié su entrepierna.-Tú tampoco estás mal.-Mascullé lamiendo sus labios dándole a entender que no era tan dócil como él pensaba.
-Vaya esto no lo esperaba.-Susurró con su respiración algo agitada.
-¿Tienes sitio?-Pregunté apoyando mis manos en el muro.
-Sí, vivo solo.-Respondió para luego volver a besarme con lujuria apretando mi cabeza con sus manos. Sus dedos jugueteaban con mis cabellos y eso me excitaba.
-Vayamos.-Dije apartándole de él para guiarlo hasta mi coche.
-Y yo que creí que no tendría sexo.-Dijo con ironía sentándose en el asiento del copiloto mientras yo me abrochaba el cinturón.
-Dime dónde es.-Comenté arrancando.
-Podríamos haber ido andando, es toda esta calle recta a la derecha y al final de esa está el edificio donde vivo.-Dijo bajando la ventanilla.
Llegamos en apenas unos minutos y aparqué en un sitio libre cercano a la puerta de aquel bloque ceniciento, un lugar algo frío y que parecía ser muy silencioso. La noche nos cubría por completo, la única farola estaba rota y tan sólo algunas luces se podían percibir de las habitaciones de algunos de los departamentos. Entramos y subimos por el ascensor hasta el piso número diez, el más alto de todos, y caminamos deambulando por el pasillo hasta la puerta D. Allí nos detuvimos y él hizo un sonido de llaves que dio paso a una cerradura abriéndose. Pasamos al interior. Sin duda era el piso de un soltero, pocos muebles, poca decoración y lo prescindible en medio de una maraña de desorden. Tiró de mí hasta su habitación y nos arrojamos a la cama. Empezamos a besarnos y a sentir las caricias, uno del otro, sobre nuestras ropas.
-Te llevaba observando semanas.-Comentó haciendo ese gesto tan peculiar y odioso, una sonrisa de medio lado mientras se pegaba más a mí.
-¿A sí?-Dije con egocentrismo.-Lo sé, todos me suelen mirar demasiado, sobretodo tipejos de medio pelo con una casa desastrosa y que piensan seguro que es de lo más chic.-Mascullé mirándolo de reojo mientras me acomodaba en la cama.
-Sí, me suelo fijar en flacuchos con la lengua de serpiente, algún día se la muerden y quedan envenenados.-Respondió algo herido por lo que había dicho.
-Dejemos de hablar.-Dije levantándome para quitarme la chaqueta, la camisa y mis deportivas. Me quité un botón del pantalón y lo miré con gula.-Hagamos cosas mejores, ¿no?-Murmuré recostándome sobre él para introducir mis manos bajo su chupa y camiseta.
-Eres algo descarado.-Susurró.-Eso es lo que más me gusta de ti.-Dijo bajándome la cremallera del pantalón para jugar con sus dedos y mi miembro.
-Tú eres peor que yo.-Comenté arrojándome sobre él para quitarle toda la ropa que tenía.
Poco a poco ambos quedamos desnudos mirándonos frente a frente luchando por liderar los ataques de besos, caricias y pequeños mordiscos en el cuello. Empecé entonces a llevar la iniciativa, mi carácter le pudo y me recosté sobre él aplastándolo con mi cuerpo.
-Vas a tocar el cielo.-Susurré en su oreja derecha para luego morder su lóbulo y pasar mi lengua lentamente por su cuello, hasta su pezón del mismo lado y luego llegué a su vientre. Comencé a lamer la zona de su ombligo y mis manos bajaron completamente hasta su entre pierna. La izquierda estaba sobre su escroto y la otra sobre su miembro. Mi lengua se pasó lentamente por el principio de su virilidad y sonreí encantado ante su mirada colapsada por la necesidad. Empecé a introducirme su entrepierna lentamente, rodeándola por completo, para enroscar así mi lengua en él dándole calor con la humedad de mi boca.
-Ya veo que lo necesitabas tanto como yo.-Susurró dejándose hacer.
Mis dedos entonces se escurrieron a su entrada desde sus testículos, sonreí ante su expresión y pequeño gemido de placer. Comencé a moverlos con agilidad, tan sólo era un par, e intentaba concentrarme en encontrar su punto débil, es decir, el punto donde sentía mayor placer. Mi boca no paraba de acariciarlo, mimarlo dulcemente con mis labios y saliva, mientras mi mano derecha surcaba su torso con deseo. Mis ojos se anclaron en los suyos con fiereza. Acabé por salir de él y me introduje por completo en él. Mi miembro palpitaba en su interior, estaba completamente excitado y él accedió a ser sodomizado, al menos de momento. Emprendí un ritmo lento, profundo y compasado; hasta que enloquecí y comencé a moverme con una rapidez delirante. Sus gemidos me alentaban por completo, el calor de mi cuerpo y el suyo se enlazaban, mi cuerpo se perlaba y el suyo también. Mis labios rozaban los suyos y mi lengua se desbordaba por el placer. Sus piernas me rodeaban intentando que accediera lo mejor posible a sus entrañas. Acabé por enloquecer del todo y en un gemido abrupto me derramé en su interior. Mi esencia se mezcló en aquel calor que rezumaba su entrada. Él hizo lo mismo quedando satisfecho por mis caricias.
-Follas muy bien.-Susurró mientras salía de él.
-No he acabado.-Dije besando su boca otra vez, apoderándome de su aliento.
Comencé a lamer su esencia mientras recorría su miembro con deseo. Era grueso aunque un par de centímetros menos que yo. Me pregunté qué se sentiría teniéndolo dentro de mí, sin embargo aún era pronto para emprender la locura otra vez. Mis manos pasaron por su torso y con un movimiento le di a entender que se recostara hacia abajo. Empecé a besar su nuca, luego su espalda mientras acariciaba sus brazos con un masaje sensual, más tarde pasé con lenta toda su columna vertebral y acabé mordiendo sus nalgas. Mi lengua se deslizaba como una serpiente, se deleitaba con aquel sabor tan agradable de su piel. Mi miembro se endureció nuevamente, él suyo también, y le volteé otra vez. Le miré detenidamente y me subí sobre su vientre.
-Estás muy callado.-Mascullé besando su lóbulo derecho con una sonrisa seductora mientras me alejaba de su cuello.
-Me dejo complacer.-Respondió acariciando mi figura.
Emprendí una nueva locura, me moví sobre su miembro para luego introducírmelo.
-¿Te das cuenta que solo somos extraños? Apenas sabemos nada el uno del otro.-Susurró tomándome de las nalgas.
-¿Y qué?-Pregunté mirándole detenidamente.
-Nada.-Susurró entregándose al placer, como yo.
Mis movimientos eran rítmicos, pero rápidos. Mis manos acariciaban su torso y me mordía el labio mientras sentía el placer que su miembro me regalaba. Le miré con lujuria y emprendí un movimiento más acelerado. Mis nalgas masajeaban su virilidad, las paredes de mi interior le daban calor y él gemía ante todo aquello. En un instante salí de él y me posicioné sobre las sábanas sensualmente, él sabía lo que deseaba y se subió sobre mí. Me abrió bien las piernas y entró con rudeza. Su sexo era como el de una bestia insatisfecha buscando sangre, algún alimento, y yo era su presa. Sus mordiscos en el cuello me enloquecían y mi mirada se perdía en el techo. Mis manos se aferraron por completo a su espalda, arañándola por el ritmo que llevaba. Acabó vertiéndose segundos antes que yo y aquel calor me enloqueció.
Quedamos agotados hasta la noche siguiente. Una terrible sed me despertó y él no estaba, me sentía algo extraño y agotado. Me moví por la casa deambulando de aquí para allá, no encontraba la cocina y terminé bebiendo del lavabo. Sin embargo al beber no sentía mejoría y mi garganta me quemaba, regresé a la cama y él me esperaba. Me abracé a él e intenté no pensar en aquella extraña sed.
-Has venido nuevamente a la vida.-Susurró.-Creí que no podrías.-Añadió sonriéndome con dulzura.
-¿A la vida?-Dije algo mareado y aún sintiendo que mi garganta era un desierto.
-¿Tienes sed? La sangre será lo único que te la aplaque, vístete iremos de caza.-Comentó y comencé a reír divertido.
-¿Te crees un vampiro?-Pregunté apartándome de él.
-Es lo que soy y lo que eres.-Respondió mostrándome los colmillos y yo desafortunadamente también los tenía.
Desde aquella noche no puedo liberarme de él, no entiendo porqué me escogió y el motivo por el cual dice amarme. Yo la verdad estoy confuso, llevo un par de meses a su lado y no sé que pensar. Me siento extraño y lamento haber caído en su trampa, sin embargo a la vez deseo atarme más a su piel.
Me había sentido extraño durante todo el día y decidí emerger a la superficie. Fuera estaba todo nevado y el manto blanco me deslumbraba por completo. Comencé a caminar por uno de los senderos como cualquier otro muchacho del lugar. Los árboles inmensos alzaban sus brazos hacia el cielo, algunos desnudos y debilitados mientras otros tan sólo hacían gala de un verdor perenne. Vislumbraba todo como si fuera un relato fantástico, pero la verdad era que quien parecía sacado de un libro era yo. El príncipe de los demonios, el mismísimo Lucifer, deambulando entre los hombres para sentirse en paz consigo mismo. Entonces percibí que comenzaban a caer nuevos copos de nieve y en ese preciso instante observé a un muchacho que corría próximo a mí.
Sus cabellos eran del mismísimo color que la sangre, su piel era pálida y sus ojos enormes eran del color de mis alas, grises. Lo paré atrapándolo del brazo y sonreí altivamente. Su rostro se endureció con mil preguntas ante mi reacción y yo tan sólo me quedé en silencio escrutándole con malicia. Sus ropas eran algo caras pero poco recargadas, la capa junto a las demás prendas eran como su mirada.
-Suéltame.-Masculló tirando de si mismo para liberarse.
-¿Qué ganaría con ello?-Dije atrapándolo entre mis brazos.
-Que no le haga daño.-Musitó intentando respirar ante la rabia y furia contenida.
-Permíteme que me ría.-Respondí en tono de mofa.
-Aquí donde me ve no soy tan inútil como piensa.-Dijo clavando sus pupilas en las mías con un fulgor extraño que me incitó a besarlo. Mi lengua se introdujo con violencia en su boca y le robé el más delicioso de los besos. Mi boca absorbía la suya por completo y mis labios quedaban seducidos por la humedad de los suyos. Cuando cesé sonreí con la perversión rondando mi rostro.-¡¿Quién demonios se ha creído que es?!-Gritó deshaciéndose de mí para dejar ver un aura de rojizo fulgor.
-El mismísimo demonio, para servir a sus labios y a su trasero si no le importa.-Contesté entre risas para agarrarlo nuevamente.-No me das miedo, un hechicero como tú contra mí no tendría oportunidad alguna.-Susurré convencido de que era de una de las razas humanas más fuertes, pero inútiles comparadas conmigo.
-Imposible.-Balbuceó mostrando el horror en su rostro, pero lo mutó al asombro cuando desplegué mis alas para alzarme entre la arboleda.
-Vendrás conmigo.-Susurré entornando los ojos y esfumándome con él hasta mis mazmorras.
El infierno no es como lo pintan, no es una bola de fuego y rocas humeantes con aroma azufre. Es más bien un desierto en un universo paralelo, algo parecido a Marte, pero con un calor sofocante haciéndonos viajar por él con telas de gasas. Un contraste de temperatura bastante elevado si tenemos en cuenta de que proveníamos de una nevada. Él no dijo nada, quizás por el pavor que yo le regalaba con mi rostro serio y mi presencia. Caminé con él en mis brazos durante un par de metros hasta introducirme en mi palacio, un lugar que parecía sacado de un cuento de hadas y donde se estaba fresco lejos del calor del exterior.
Nada más llegar le dejé en brazos de uno de mis ayudantes. Pedí que lo desnudaran, lavaran y acomodaran las ropas más lujosas que pudieran, más tarde deberían llevarlo a mis aposentos. Mi habitación es bastante amplia, fresca y algo oscura. Posee en el centro una hermosa cama de casi dos metros de anchura, más de dos de largo, y un hermoso dosel. Las ropas son blancas, de pureza invernal como el paisaje que dejé atrás con él en mi regazo. Caí entonces en la cuenta que no sabía su nombre, sin embargo no me importaba, y la pequeña fuente que refrescaba el ambiente canturreaba ante la voluptuosidad de mi riqueza.
Cuando lo trajeron parecía un hermoso esclavo, no decía ni hacía nada, tan sólo existía en él sumisión y reí ante aquella maravillosa visión. Pedí con un gesto que se marcharan y cerraran la puerta, después pedí que él caminara hacia mí tan sólo con la mirada. Bajo las gasas blancas se podían observar los rasgos de su cuerpo, un maravilloso muñeco de porcelana al que acariciar hasta que estallara en mil pedazos.
-¿Qué pasó con tu furia?-Pregunté deleitándome con aquella visión.
-Se esfumó como mi libertad.-Masculló recostándose a mi lado.
-A cambio de lo que me vas a regalar te daré poderes nuevos, sin embargo me serás leal.-Susurré acariciando su rostro con delicadeza. Mis uñas arañaban levemente su piel y mis labios se deleitaban con el sabor de su cuello.
-No quiero nada, así que déjame.-Respondió intentando evadir mis caricias.
-Estas confuso pequeño, aquí nadie se va si no lo dicto yo.-Susurré cayendo sobre él. Mis dedos se deslizaron por sus piernas mientras mi boca lo hacía por la suya. Comencé a tocarlo con detenimiento, cada milímetro de su piel. Poco a poco lo fui desnudando, quitándole aquella prenda, y yo me quité la suya. Nuestros cuerpos quedaron desnudos y sonreí complacido ante aquella maravillosa visión.-Un virginal muchacho ofrecido a Satanás.-Mascullé robándole un beso pasional mientras me apoyaba en el colchón, mis manos se aferraron a la colcha y una de mis piernas separó las suyas.
-Hazlo rápido, no quiero que me hagas padecer más.-Murmuró empujándome.
Sonreí ante lo que dijo y bajé lentamente por su torso lamiéndolo para deleitarme hasta llevar a su vientre. Mis manos se deslizaron por su miembro besándolo mientras lo miraba con detenimiento. Me aparté de él cuando percibí una pequeña excitación. Fui hasta uno de mis armarios y tomé parte de una esencia frutal, un aceite con aromas. Posé un poco en mis dedos y me adentré en sus nalgas masajeando su interior. Sus gemidos comenzaron a brotar al ritmo que mi necesidad aumentaba, me adentré en él arrebatándole todo. Su aliento se cortó, su cuerpo se estremeció y de su boca no emergió ningún sonido, creo que se quedó sin poder emitir ninguno. Comencé a moverme con brío, deseando verterme en su interior mancillándolo perpetuamente. Su esencia se vertió varios minutos antes que yo lo hiciera. Sonreí nuevamente ante su rostro sumergido en el placer, para luego abandonarlo.
Lo dejé en medio de la nieve bien abrigado, pero el aire lo helaba. No supe más de él por un tiempo, hasta que tuvo veinticinco años y lo hice mi sirviente. Desde entonces es un peón más de mi tablero, aunque el rey de mi harem.